Batacazo al borde del abismo

Batacazo al borde del abismo
Batacazo al borde del abismo

La historia derivó en leyenda cuando la esposa del emir Boabdil le recriminó la pérdida de Granada: «No llores como una mujer lo que no has sabido defender como un hombre». El episodio medieval sobrevoló la grada de Son Moix, despoblada a los 80 minutos en plena debacle mallorquinista, pero con las tornas en el lado opuesto. El Mallorca ha zozobrado cuando tenía los pies al borde del acantilado y su contrincante a su costa, los andaluces han pisado tierra sin haber creído enfrentarse a un anfitrión tan endeble.

Con un gol a favor cuando todavía quedaban asientos vacíos, Karanka intentó apagar la luz, un recurso del ciego ante el que goza de buena vista. La oscuridad iguala las fuerzas y sus nuevos discípulos se aplicaron al pragmatismo más extremo evitando complicaciones en su retaguardia toda vez que su faro, Luis Milla, no daba luz. A pesar de la ventaja adquirida y pese a no causar mucho peligro, los bermellones iban ganando terreno aunque fuera, eso si, con pocas ideas, salvo buscar al incansable Muriqi y la claridad inagotable de Salva Sevilla, autor de un golazo que aportó efímera esperanza.

El toma y daca de la primera mitad se fue al limbo después de una ducha que solo resultó reparadora para los forasteros que pronto se dieron cuenta de que Baba naufragaba por delante de sus zagueros y nadie, nadie, ayudaba a Maffeo en su banda. Antonio Puertas, que no se había deshecho del marcaje de Jaume Costa se trasladó al ala opuesta sin que dentro del campo ni en el banquillo local se enterara nadie. Dos de sus impagables servicios adelantaron de nuevo a los suyos, esta vez de forma contundente aunque Raillo, en una acción aislada y más de coraje que de estrategia, maquillara la derrota con un acierto que, lamentablemente, no tuvo en su verdadera función: la de contener.

Y llegó el bochorno. Un veterano de 38 años, Salva Sevilla, había encendido una vela, otro de 40, Jorge Molina,abrió la espita de la vejación para dejar en evidencia al sistema defensivo de Aguirre, que defnitivamente perdió los papeles en los cambios al contrario que su oponente, Karanka, que pedía cabeza a sus hombres. En 20 minutos se desencadenó un fuerte viento del sur, cálido y espeso, que arrasó con todo intento, peculiar desde luego, de dar la cara a pesar del huracán. Había espacios por todas partes, en medio, entre los centrales, a la espalda de los laterales. No había solución y mucho menos milagro. Ya dar entrada al joven Llabres con 2-5 en el luminoso y en el minuto 84 refleja la impotencia de un entrenador, el mejicano, que entregó en Palma los puntos que ya empezó a perder hace una semana en Barcelona.

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