Pedro Sánchez: hasta la derrota final

Pedro Sánchez: hasta la derrota final

Desde el retorno de Pedro Sánchez a la Secretaría General de los socialistas españoles, hemos visto como se encuentra desaparecido de la escena política española hasta que con una nueva “ocurrencia” reclama para sí los focos mediáticos en ruedas de prensa ocasionales y esporádicas, siempre vacías y repetitivas, acompañado como no podía ser de otra forma de machacones mensajes en las redes sociales donde plasma el nulo programa que el socialismo español, quizá como el socialismo en general, pueden ofertar hoy a nuestra sociedad. A la vista de los últimos acontecimientos, y debates surgidos sobre nuestra piel de toro, nos encontramos ante un pseudolíder y ante un partido, el socialista, que sólo actúa como comparsa de un interés electoral mal analizado, poniendo “blanco sobre negro” la bisoñez de un dirigente y de un partido desprovisto, si es que alguna vez lo tuvo, de sentido de Estado, voluntariamente relegados ambos a las verdaderas necesidades que reclama la actual sociedad.

Sánchez sigue instalado en su “no es no”, sin analizar que ya esa barata y fútil estrategia, cuyo tronco consiste en oponerse a lo que proponga el gobierno sin reflexionar sobre su contenido y su posible necesidad, cada vez produce mayor lejanía por parte de la sociedad, del electorado. La sociedad percibe cada vez con más claridad las ideas peregrinas y los hechos “de fachada” de un responsable y de un partido en franca decadencia. Sus principales propuestas económicas radican en la subida de impuestos y el ahogo fiscal a quienes trabajan horas, mostrando los eslóganes y dogmas totalitarios que componen la ideología que ha venido a continuar el apolillado materialismo totalitario que, lo debe desconocer Sánchez, se desplomó a finales de los ochenta. Es mezquino. Por su negativa, por ortodoxia y resentimiento, en apoyar un candidato español a la vicepresidencia del Banco Central Europeo por el mero hecho de ser del Partido Popular.

Por su oferta añeja de cebar de impuestos a la banca y, como no, por escenificar un rechazo a consensuar una óptima política educativa sin hacer la más mínima reflexión y autocrítica de cómo es posible que con leyes educativas socialistas desde los años 80, nuestros jóvenes sean los peor preparados de Europa. Pero Pedro y los suyos y ante tamaña desorientación siempre sacan a pasear su “mantra”. Desenterrar a los muertos del Valle de los Caídos y volver a ofertar un guerracivilismo rayano entre el revanchismo y la manipulación. Sánchez tiene un sentido de la decencia política muy tullido y su comportamiento como español y su lealtad al Estado, en asuntos de interés internacional, en definitiva, de importancia nacional, produce vergüenza y bochorno, ya que desde su ceguera de estadista, que no discernirá sobre su significado, no desaprovecha ocasión de atacar al jefe del Gobierno en lo que hace referencia a su política internacional, entorpeciendo cualquier iniciativa que se presente por España, que pueda redundar en bien del país.

Pedro sigue con su viaje a ninguna parte, no se da cuenta de que “soplar y sorber” a la vez no es posible. Pedro quizá no sepa qué quiere ser de mayor. Es la confirmación de la mediocridad y refleja el motivo por el cual, él socialismo hoy en día va camino directo a la desaparición. La sociedad evoluciona, progresa y vientos de esperanza caminan ya por la vieja Europa. La ceguera política va perdiendo adeptos y aun así, Pedro sigue pontificándolo todo, sin vergüenza. Lo dijo Eugène Delacroix, pintor romántico francés del siglo XIX: “Las personas mediocres tienen una respuesta para todo y no se sorprenden de nada”.

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