Una vez más y una vez igual

Una vez más y una vez igual
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Es complicado escribir sobre la matanza ocurrida en Barcelona, España, hace escasas horas. Y una vez más, nos encontramos ante lo de siempre. Sentimientos encontrados, valoraciones vacuas, análisis repetidos hasta la saciedad y propuestas sobre “qué hacer” que nos hacen volver al principio. No se ofrecen soluciones reales por miedo a salirse de lo “políticamente correcto” y en muchos casos, una vez más, la política se reviste de luto impostado mientras nos enteramos de lo sucedido a través de un cargo de segunda y en catalán.

El ciudadano se sentiría menos intranquilo si viese que semejante masacre se trata como un tema de Estado dejando de lado los bastardos intereses políticos de siempre. Pero en pocos años hemos destruido lo que de Estado teníamos. Hemos contemplado a primeras horas, las más importantes, cómo comparecían los responsables de ‘Govern’, cuando si fuera un tema de Estado deberíamos tener, mínimo, al ministro del Interior. Contemplamos, como si de una moviola se tratara, declaraciones políticas de todos los grupos, muchas vacías de contenido, cuando uno de ellos, sí, Podemos, no se adhirió al pacto contra el terrorismo yihadista.

Nuestra idea de ‘Estado’ es un auténtico fracaso. Mientras los que saben indican que es necesario actuar desde la seguridad y la defensa, España no supera el 2% del PIB en gastos en Defensa, estando en el puesto número 25 de los países desarrollados y sólo por delante de Islandia, Bélgica y Luxemburgo. Qué honor.

España no es la única que desconoce qué hacer ante semejante provocación. Europa también actúa de forma timorata, incapaz de plantear verdaderas y drásticas medidas. Se debe actuar sin complejos. El relativismo cultural hoy existente nos hace mucho más débiles y los términos medios y las medias tintas nos convierten en un queso lleno de agujeros. Debemos mantenernos firmes en nuestros valores y nuestra cultura, pues ellos nos hacen más fuertes. Valores como la defensa de la vida en todas las circunstancias y de la dignidad personal de cada ser humano. El indudable respeto a la diversidad, a la libertad religiosa y la tolerancia hacia todas las religiones minoritarias, pero teniendo en cuenta nuestros orígenes cristianos, que han sido precisamente los que nos han aportado lo que hoy somos. Sin complejos.

Europa no ha entendido el fracaso del multiculturalismo. Se ha confundido asimilación con integración. El multiculturalismo no ha funcionado nunca porque remite al inmigrante a la pobreza y de ahí al despotismo islámico. Por muchas generaciones que pasen en suelo europeo, no hay integración y provoca un aumento del radicalismo islamista y, por lo tanto, es caldo de cultivo del terrorismo yihadista. Con la no integración, el individuo acaba encerrado en comunidades islámicas apartadas de la sociedad rechazándose todas y cada una de las oportunidades que nuestra sociedad ofrece a quienes deberían integrarse.

En definitiva, la actual política del multiculturalismo encierra al inmigrante en un mundo cerrado y dominado por oscuros y radicales imanes donde además, por miedo a caer el clichés falsos de inexistente xenofobia o racismo, en Europa no se ha sabido controlar a las comunidades radicales cuando es bien sabido que en muchas, demasiadas mezquitas y lugares de reunión islámicos, controlados por imanes radicales, se fomenta el odio a Occidente. Pero no es posible denunciar que en pro de una mal entendida libertad, los lugares donde se invita a matar son permitidos y financiados con dinero público. La aparición de comunidades hostiles a nuestra sociedad y a nuestra cultura supone un problema para la paz social, un peligro para nuestras libertades y una constante amenaza a nuestros valores. La libertad es un valor pero hoy en día queda coja sin seguridad.

Como dijo José San Martín, “la seguridad de los pueblos a mi mando, es el más sagrado de los deberes”.

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