CRÓNICAS DESDE EL OASIS

Es la inmigración, estúpidos

inmigración elecciones catalanas
  • Xavier Rius
  • Periodista y cofundador del diario E-notícies. He sido redactor en La Vanguardia y jefe de sección del diario El Mundo. Escribo sobre política catalana.

Tras recibir 1.400 votos, un 30%, en las elecciones municipales del 28M Sílvia Orriols, la líder del partido ultraindepe y antiinmigración Aliança Catalana, convocó una rueda de prensa en Ripoll.

Todavía no era alcaldesa y el resto de partidos (Junts, ERC, la CUP) intentaban tejer un cordón sanitario para que no llegara al cargo.

Yo fui porque quería conocer, de primera mano, su opinión. Además, la conocía. Había coincidido con ella una vez en un programa de 8TV, aquella televisión que nació para hacer la competencia a TV3 y luego acabó en manos de Junts.

Lo primero que le dije nada más verla fue:

– No sé de qué os quejáis, Sílvia. En Ripoll tenéis un 15% de inmigración. En Martorell -localidad cerca de Barcelona en la que vivo- es casi de un 18%.

Alguien que tenía a su lado me dijo: «Ya, pero es que aquí se ven más». Lo cual no era cierto porque hablábamos en términos porcentuales.

Y, la verdad, es que hay muchos municipios catalanes que han superado, con creces, el 15% de inmigración.

No ya Salt, que es casi un 40%. También Hospitalet (24%), Badalona (16%) -lo que explica que Albiol sea alcalde-, Lérida (21%), Santa Coloma de Gramenet (22%), Reus (18%).

Incluso localidades de la Cataluña interior: Vic un 30%, Manlleu un 25%, Manresa un 19%. En el bien entendido, además, de que las estadísticas oficiales siempre mienten: los sin papeles no salen y los nacionalizados tras diez años de residencia legal dejan de salir.

Hay que aclarar, por otra parte, que Ripoll -un municipio de 10.000 habitantes a la falda de los Pirineos- es la cuña de Cataluña: el monasterio fue fundado por el Abad Oliba y en él reposan los restos de Wifredo el Velloso, considerado el primer conde catalán por decirlo de alguna manera.

Ni que decir que se pasó toda la vida guerreando contra los moros. Si levantara la cabeza se volvería a la tumba porque, como decía, más del 15% de la población de esta localidad es de origen extranjero, mayoritariamente magrebí.

De hecho, Ripoll es también la cuna de los terroristas de las Ramblas. El imán Abdelbaki Es Satty no sólo predicaba en uno de los oratorios de la población, sino que parece ser que nadie oyó nada de sus prédicas radicales. Tampoco se dieron cuenta de que iba captando a jóvenes para convertirlos en terroristas suicidas.

De los 11, nueve nacieron en Marruecos y dos en España. En todo caso llegaron muy jóvenes y les dimos, por supuesto, educación y sanidad gratis. Lo que no impidió que bajaran un día a toda pastilla por las Ramblas en zigzag, matando a hombres, mujeres y niños.

En una ocasión leí un testimonio de una de las víctimas: la empleada de un kiosco o de una floristería que estaba dando el cambio a una señora. Cuando miró ya no estaba. Se la había llevado la furgoneta por delante.

La reacción al atentado fue aquel lema de «No tenim por»: «No tenemos miedo». Puigdemont explica en sus memorias que promovieron esa frase porque «si no nos espabilamos, nos impondrán alguno del estilo Unidad contra el terrorismo». Como el de la pandemia, que les sentó fatal: «Este virus lo paramos unidos».

Hubo una consejera, Àngels Chacón, ahora en la empresa privada, que hasta se quejó del color amarillo porque era el mismo de los lazos con el que pedían la libertad de los «presos políticos».

Y lo cierto es que tras el atentado, el gobierno catalán y TV3 se lanzaron a dar la imagen de que Ripoll era un modelo de convivencia. Una sociedad multicultural perfecta.

La hermana de uno de los terroristas hizo un discurso elogiado unánimemente por la prensa progre -recuerdo las crónicas de El Periódico y de El País- porque hablaba de «dolor compartido». Hasta rompió a llorar durante el acto.

Luego, por conversaciones telefónicas interceptadas por los Mossos, se descubrió que era fingido. Tenía a su hermano en alta estima y consideraba que se habían ganado el paraíso. Recientemente, la alcaldesa tuvo un incidente con un primo. La familia, al parecer, sigue viviendo en Ripoll.

TV3, desde luego, se volcó también en transmitir una imagen idílica. Recuerdo que el ayuntamiento, gobernado entonces por Junts, envió dos técnicas a Toulouse con un equipo de la cadena autonómica detrás.

En esta ciudad del sur de Francia, tuvieron también un atentado terrorista en el 2012. Cuando un ciudadano de familia argelina y de tercera generación mató a varios niños y un profesor de una escuela judía.

Yo, entonces, me pregunté: ¿para estudiar la radicalización de jóvenes musulmanes hay que ir a Toulouse? ¡Pero si no hacía falta salir de Ripoll!

En fin, luego se quejan de que Sílvia Orriols pasara de un concejal en el 2019 a seis, de 500 votos a 1.400 y del 10% al 30%. Hasta se peleó con su partido: el Front Nacional de Catalunya -unas siglas históricas del independentismo catalán- y fundó uno nuevo: Aliança Catalana.

Al fin y al cabo, la inmigración es un tema tabú. En el Congreso han aprobado -todos menos Vox e incluido el PP- la regularización de inmigrantes sin papeles y nadie ha dicho nada. Luego nos quejábamos de las regularizaciones de Zapatero.

Mientras que los de Vox siempre sacaban cifras sobre que más del 40% de internos en las cárceles catalanes son extranjeros. Las sucesivas presidentas de Parlament en estos tiempos convulsos -Laura Borràs, Alba Vergés o Anna Erra- los cortaban. ¡Pero es que eran datos oficiales de la propia Generalitat!

Por eso, la eventual irrupción de la alcaldesa de Ripoll en el Parlamento catalán es sólo la punta del iceberg. Las encuestas ya le dan un 3% de intención directa de voto y eso que no sale nunca en TV3. Los de Vox empiezan a salir.

Aunque no hablen del tema ni la mayoría de partidos ni los medios de comunicación, la inmigración es uno de los asuntos que más preocupa a los catalanes. El Periódico publicó el pasado 21 de enero una encuesta que indicaba que el 60% opinaba que «hay demasiado inmigrantes».

Y me van a permitir, abusando de su paciencia, una pincelada final: el lema de campaña de Aliança Catalalana es «Salvar Catalunya». Puigdemont, en un mitin en el sur de Francia, también decía el otro día que había venido a «salvar» Cataluña. El mismo que la ha hundido.

Lo último en Opinión

Últimas noticias