Soy nutricionista canino y esto que le das de comer a tu perro le puede provocar problemas graves


Durante mucho tiempo, alimentar a un perro con pienso ha sido la norma en la mayoría de hogares. Este enfoque, práctico y económico, parecía suficiente para cubrir las necesidades básicas de los animales domésticos. Sin embargo, cada vez más especialistas en nutrición canina están advirtiendo sobre las limitaciones de este tipo de alimento industrializado. Detrás de su aparente comodidad se esconde una realidad preocupante: el pienso es un producto ultraprocesado, con una composición poco adaptada a la biología natural del perro.
Carlos Gutiérrez, veterinario y experto en nutrición canina, sostiene que alimentar exclusivamente con pienso no sólo es insuficiente, sino que puede ser perjudicial a largo plazo. «No recomiendo el pienso como dieta principal. Es un alimento industrial, alejado de lo que un perro necesita para mantenerse sano. Solo lo usaría como suplemento ocasional, no como base de la alimentación», afirma. Este planteamiento, aunque pueda resultar sorprendente, está respaldado por la observación de una mejora significativa en la salud general de los perros que cambian a una dieta más natural.
¡No le des esto de comer al perro!
El principal problema del pienso está en su composición: alto contenido de carbohidratos (en algunos casos, hasta el 60%) y baja proporción de proteínas de calidad. Los perros, como descendientes de los lobos, necesitan una dieta rica en proteína animal, y no pueden digerir grandes cantidades de cereales. Por ello, una alimentación con altos niveles de grano puede llevar a problemas digestivos, inflamaciones crónicas, alergias cutáneas o incluso sobrepeso.
¿Significa esto que el pienso debe desaparecer por completo? No necesariamente. «En viajes, emergencias o si el perro queda al cuidado de otra persona, puede ser útil que lo tolere sin problema. Pero no debe ser su fuente principal de nutrientes», explica. Según su criterio, una pequeña ración de pienso al día, como complemento, puede aportar ciertos minerales que podrían faltar en una dieta natural si no está bien equilibrada.
Entonces, ¿cuál es la dieta ideal para un perro? La respuesta es clara: una alimentación natural, basada en productos frescos y sin procesar. El objetivo es replicar, en la medida de lo posible, lo que un perro comería en un entorno natural. Esta dieta debería estar compuesta, en al menos un 90%, por alimentos frescos de origen animal y vegetal.
La base de esta dieta debe ser la proteína animal, que debe representar alrededor del 50% de la alimentación diaria. Las fuentes recomendadas incluyen carnes como cerdo, pollo o ternera, así como pescado y huevo. «Las alergias a la proteína animal son raras en los perros, por eso podemos usar una variedad de fuentes sin problema», señala el nutricionista, según recoge El Español. Además, las proteínas de calidad son esenciales para el desarrollo muscular, la regeneración celular y el mantenimiento general de la salud.
A esta base proteica se le deben añadir verduras, preferentemente verdes. Judías verdes, brócoli, espinacas o acelgas aportan fibra, vitaminas y antioxidantes necesarios para un sistema digestivo sano. Las zanahorias, aunque no sean verdes, también son una excelente opción. Su textura crujiente, además, ayuda a mantener una buena higiene dental.
Las frutas también tienen cabida en esta dieta, siempre con moderación. Manzanas, peras, melocotones o plátanos son ideales por su contenido en fibra y azúcares naturales. Es importante recordar retirar siempre semillas o huesos, ya que algunas pueden ser tóxicas. Las frutas no deben superar el 10% del total de la dieta.
En cuanto a los carbohidratos, el arroz cocido o la patata hervida pueden ofrecer una fuente de energía fácilmente digerible, pero nunca deberían ser el componente principal de la dieta. El exceso de hidratos puede llevar a desequilibrios metabólicos o sobrepeso, especialmente en perros de vida sedentaria.
Existen también elementos complementos que pueden enriquecer la dieta. Un poco de yogur natural, sin azúcar ni edulcorantes, es excelente para la microbiota intestinal. La mantequilla, en pequeñas cantidades, aporta grasas saludables. Y sí, las sobras de la comida humana también pueden ser beneficiosas, siempre que sean saludables. «Si en casa se cocina con ingredientes frescos, las sobras pueden ser una gran fuente de variedad y probioticos», afirma Gutiérrez. Por ejemplo, un trozo de carne hervida o algo de verdura cocida sin sal ni salsas puede complementar perfectamente la dieta del perro.
Un aspecto crucial que a menudo se pasa por alto es la rutina alimentaria. No se trata solo de qué come el perro, sino de cómo y cuándo lo hace. Establecer horarios fijos para las comidas, repartidas en dos o tres tomas al día, favorece el equilibrio hormonal y digestivo del animal.
La transición de una dieta de pienso a una natural debe hacerse de forma gradual. Introducir los nuevos alimentos poco a poco, observando la respuesta del perro, es fundamental para evitar trastornos digestivos. Algunos animales pueden mostrar una mejora inmediata en su energía, pelaje y comportamiento; en otros casos, los cambios serán más progresivos.