Los votantes de EEUU no confían en las máquinas de votación de cara a las legislativas

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Congreso de Estados Unidos

En 14 de las 40 carreras más competidas para el Congreso de Estados Unidos el próximo mes de noviembre, los estadounidenses emplearán máquinas de votación anticuadas, incapaces de registrar en papel cualquier manipulación de la que sean objeto, según advierte un análisis conjunto de la agencia Reuters y de la ONG Verified Voting Foundation.

En Estados Unidos, en 2018, donde los votantes viven rodeados de noticias sobre la investigación de la injerencia rusa en los comicios, estas máquinas crean una percepción de vulnerabilidad que, a juicio de una decena de oficiales electorales consultados, podría cobrarse una víctima tan importante como la fiabilidad del voto: la confianza del votante en el sistema electoral.

Estas máquinas, fáciles de manipular «por agentes externos», operarán en estados como Pensilvania, Nueva Jersey, Texas, Florida, Kansas o Kentucky y serán decisivas en 145 de los 435 escaños de la Cámara de Representantes.

Más de una decena de oficiales electorales consultados por Reuters temen pirateos en máquinas de votación; incursiones que serían imposibles de identificar porque estos modelos no permiten extraer sus registros. Por extensión, se teme un aumento de la desconfianza del público en el actual sistema de votación.

«La batalla que me preocupa perder, de verdad, es la de la confianza del votante», ha declarado el comisario electoral de Pensilvania, Jonathan Marks, cuyo estado es el escenario de cuatro de las elecciones más disputadas, todas ellas en condados con máquinas anticuadas.

«Agentes externos»

Aunque no hay pruebas de que las máquinas de votación fueran pirateadas en las elecciones de 2016 que acabaron con la victoria de Trump, estos meses han provocado una ansiedad generalizada por los hallazgos de la comunidad de inteligencia que apuntan que Rusia sembró la discordia en los comicios a través de la manipulación en las redes sociales.

El propio Trump ha sido acusado por sus oponentes de desdeñar el sistema electoral al mentir cuando acusó a su rival demócrata y ganadora del voto popular, la ex secretaria de Estado Hillary Clinton, de fraide electoral. No se han encontrado pruebas de ello.

Ahora, a menos de seis meses de unas elecciones legislativas en las que el Partido Republicano de Trump podría perder el Congreso, los oficiales electorales consultados por Reuters lamentan que ya no hay tiempo ni dinero para instalar máquinas de votación verificables.

Según el Departamento de Seguridad Interior, piratas informáticos rusos «trastearon» con sistemas informáticos en 21 de 50 estados durante las elecciones de 2016 — si bien el Gobierno estadounidense aseguró posteriormente que no había prueba de alteración de votos –. Los servicios de Inteligencia de EEUU están convencidos de que la amenaza irá a más en noviembre.

«La comunidad de inteligencia ha dejado bastante claro que todavía existe el deseo de minar la confianza en nuestras instituciones democráticas», ha declarado el asesor de ciberseguridad del Departamento de Seguridad Interior, Matt Masterson.

Pero, una vez más, ahora mismo la peor amenaza es «la percepción». «Si la gente percibe una trampa, es tan malo como una trampa», ha declarado la secretaria de Estado de Washington, Kim Wyman. Y ahora es demasiado tarde.

Consecuencias

El cambio de papel a digital comenzó en 2000, con el histórico recuento manual de Florida que acabó dando la victoria a George W. Bush frente al demócrata Al Gore. Para impedir casos similares, las autoridades electorales comenzaron una lenta transición al sistema de votación electrónico, sin tener en cuenta las posibles consecuencias en materia de seguridad.

El estado de Virginia es el único, desde las elecciones de 2016, en volver al papel, después de que sus representantes fueran testigos durante una conferencia de ‘hackers’ en Las Vegas, la asombrosa facilidad con la que podían entrar en las máquinas.

Los representantes consultados por Reuters consideran totalmente insuficientes los 380 millones de dólares destinados por el Congreso, a principios de este año, para actualizar las máquinas — para «revertirlas», más bien, al uso del papel –, y no se esperan actualizaciones significativas de los sistemas hasta, como mínimo, 2019.

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