La OTAN conmemora su 70º aniversario con divisiones internas
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) cumple 70 años y se lleva a cabo una cumbre en Londres los días 3 y 4 de diciembre con tal motivo; justo en uno de los peores momentos de la Alianza Atlántica producida por disensiones internas en el seno de esta, acrecentadas por la actitud de Turquía y por las recientes palabras del presidente francés Emmanuel Macron.
La lucha interna dentro del organismo pone en peligro la estabilidad y el futuro de esta asociación militar atlántica que ha tenido un gran peso en la política de defensa internacional a lo largo de su historia, sobre todo en la pasada época de la Guerra Fría, cuando había dos polos contrapuestos y enfrentados, el occidental y capitalista, liderado por Estados Unidos, y el oriental y comunista, capitaneado por la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que tenía su propio ente común de defensa, el llamado Pacto de Varsovia. Desde que se puso fin al bloque comunista y desapareció el esquema bipolar, la OTAN ha persistido en el tiempo, pero, ya sin un gran enemigo común claro como había antes, ha venido padeciendo choques internos por los intereses particulares de cada nación.
En Londres se está llevando el encuentro de la Alianza con la participación de Donald Trump, presidente de Estados Unidos, y de sus homólogos del resto de países miembros, ante la evidente falta de sintonía entre muchos de ellos. La gran polémica surgida recientemente en torno a la OTAN ha sido la de las últimas acciones emprendidas por Turquía, nación integrante de la Alianza Atlántica y que se está moviendo de manera autónoma siguiendo sus propios intereses, sin tener en cuenta la política militar común de defensa.
El país turco, presidido por Recep Tayyip Erdogan, desarrolló una maniobra de invasión en el norte de Siria, para llevar a cabo una operación contra los kurdos de las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en turco), considerado grupo terrorista por Turquía, sin el beneplácito de sus socios militares; y, yendo más allá, patrulla la actualmente conocida como ‘zona de seguridad’ en la frontera turco-siria junto a las fuerzas de un país como Rusia, ‘rival’ de la OTAN en materia de defensa y militar que defiende unos postulados e intereses totalmente diferentes.
Algunos aliados rechazaron de plano la intervención unilateral turca en Siria, y, además, la OTAN no llegó a reconocer a las milicias kurdas de las YPG como una amenaza real para el país otomano.
Turquía juega a dos bandas ya que, por un lado, forma parte de la Alianza occidental y, por otro, se coordina con la Rusia de Vladimir Putin para controlar la zona de conflicto en el sur de Turquía y en el norte de Siria; e, incluso, le compra material militar al Estado eslavo, como el sistema de defensa antiaérea S-400; armamento no integrado en el sistema defensivo de la OTAN.
Otra problemática de nefastas consecuencias para las relaciones dentro de la OTAN ha sido el que tiene que ver con las recientes palabras de Emmanuel Macron, presidente de Francia, quien declaró la “muerte cerebral” de la OTAN.
El dirigente galo denunció en una entrevista concedida a The Economist la confusa singladura de la Alianza Atlántica con una manifestación inquietante: “La OTAN se encuentra en estado de muerte cerebral. Debemos clarificar cuales son las finalidades estratégicas de la OTAN. Europa debe dotarse de la capacidad militar indispensable para afirmar su autonomía estratégica”. “Europa desaparecerá, si no se piensa y afirma como potencia, víctima de una fragilidad extraordinaria”, remarcó el propio Macron.
Este planteamiento se encuadra dentro de la preocupación del mandatario francés sobre la pérdida de hegemonía de occidente frente a la proliferación de otras potencias como Rusia o China. Esta idea viene enmarcada en la creencia de que Europa puede perder todo tipo de protagonismo dentro una nueva bipolarización que quedaría protagonizada por las dos grandes potencias económicas que hay en la actualidad: EEUU y China.
Macron también expresó dudas sobre la confianza entre los socios de la OTAN a la hora de responder conjuntamente a un eventual ataque recibido por uno de ellos, lo que viene detallado en el famoso Artículo 5, la base del proyecto y que viene a detallar que el ataque contra uno de los aliados se considerará un ataque contra todos los aliados.
Ante tal situación, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, calificó este martes de «desagradable» e «irrespetuosa» la afirmación de su homólogo francés, Emmanuel Macron, de que la OTAN se encuentra en un estado de «muerte cerebral».
Trump hizo estas declaraciones al empezar una reunión bilateral con el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, antes del comienzo oficial de la cumbre de la organización que se celebra en Londres con motivo del 70º aniversario. «Creo que es un insulto» y «quedé sorprendido» por la frase utilizada por Macron, señaló el mandatario estadounidense, al tiempo que consideró que ha sido una manifestación «peligrosa» porque «nadie necesita más a la OTAN que Francia».
Un Donald Trump que ya protagonizó también otra polémica recientemente al solicitar a sus socios un aumento en gasto militar ante el malestar del dirigente republicano en este sentido.
Mientras, por su parte, Jens Stoltenberg manifestó la importancia de que la OTAN se adapte a los nuevos desafíos y en que los países miembros puedan «tomar medidas juntos». Stoltenberg reconoció las discrepancias entre los aliados, por ejemplo, por razones geográficas, pero, a pesar de esto, explicó que «nos protegemos porque juntos somos más fuertes».
El líder alemán tuvo palabras de elogios también hacia Trump al afirmar que «está haciendo un trabajo fantástico» al conseguir que más países incrementen sus fondos a la OTAN, y cifró en 130.000 millones de dólares (118.209 millones de euros) las contribuciones alcanzadas.
Alemania ya intentó en las semanas pasadas producir contactos entre los aliados para llegar a un mayor entendimiento y una mayor sintonía, algo que apoyó recientemente el propio Jens Stoltenberg en un intento en reforzar el papel de liderazgo alemán en Europa, frente al auge de un mayor protagonismo de la Francia de Macron.
Esta lucha de poder dentro del eje francoalemán también ha enturbiado las relaciones en el seno de la Alianza y no ha ayudado a suavizar la situación entre los integrantes de la organización.