NUEVO PRESIDENTE DE COLOMBIA

El ex terrorista Petro justificó el asalto del M-19 al Palacio de Justicia que causó 101 muertos

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Luis Balcarce

Una de las escenas más célebres de la serie Narcos es el asalto al Palacio de Justicia en Bogotá el 6 de noviembre de 1985 perpetrado por los terroristas del M-19 en cuya organización militaba un joven Gustavo Petro, flamante presidente electo de Colombia, que se había sumado a la banda  «tras ver a su padre llorar en 1967 por la muerte del ‘Che’ Guevara». Aunque no participó en el asalto -estaba en la cárcel La Modelo de Bogotá cumpliendo pena por portación ilegal de armas-, Petro jamás pidió perdón por la toma a sangre y fuego del edificio en pleno corazón de Bogotá que dejó un centenar de muertos y varios desaparecidos. Lejos de estar arrepentido, el chavista siempre ha justificado aquella atrocidad que dejaría una traumática huella de violencia y muerte en la historia de Colombia.

En una entrevista en marzo de 2021 con la periodista Vicky Dávila, directora de la revista Semana, Petro, entonces senador de Colombia Humana, justificó el asalto culpando al Gobierno de Belisario Betancur por incumplir el acuerdo de paz.

V.D.: Pero usted estaba en el M-19 cuando se tomaron el Palacio de Justicia.

G.P.: Estaba preso y torturado, mi amiga. Y entonces, ¿quién vela por el hecho de que a un joven, el mejor estudiante del Externado en economía, lo hubiesen torturado en el Cantón Norte y tratado como a un perro, arrojado en los calabozos de las cárceles de Bogotá? ¿Quién habla de eso? Fíjate que yo no soy el que odio; los que odian son otros.

V.D.: Senador, si eso le pasó, me duele, pero la organización a la que usted pertenecía se tomó el Palacio de Justicia. Estarían los magistrados vivos si eso no hubiera pasado…

G.P.: No, primero, esa toma sucedió porque se incumplió un acuerdo de paz por parte del Estado.

V.D.: Nunca debió ocurrir.

G.P.: Bueno, claro que nunca debió ocurrir, pero ¿por qué entonces sabotearon ese proceso?

V.D.: Pero es que se ve justificando eso.

G.P.: No es justificando, es la historia, sino que ustedes ocultan la historia.

V.D.: No, nosotros no estamos ocultando nada.

G.P.: Ustedes le han vendido a la sociedad colombiana un señor Pablo Escobar que le pagó al M-19 para tomarse el Palacio, y no la historia real. Y la historia real es que había un proceso de paz firmado entre el M-19 y el Gobierno de Belisario Betancur. Y entonces sabotearon ese proceso, hicieron un bombardeo al campamento que estaba en tregua, y la reacción (que pudo ser un grave error) ante esa ruptura alevosa fue que entraron al Palacio. Esos muchachos y muchachas entraron a que se reafirmara el acuerdo de paz. ¿Y en el proceso judicial, cuáles son las pruebas sobre el asesinato de los magistrados? Que todos tenían tiros de armas provenientes del Ejército.

Queda claro que de los labios de Petro jamás ha salido un pedido de perdón sino todo lo contrario, una reivindicación de que la salvaje operación del M-19 estaba más que justificada y que la culpa de todo la tuvo el Gobierno de Betancur y el Ejército: “Desde el inicio, desde el año 86, y el Estado colombiano en ese entonces no lo hizo, pero por encima de las solicitudes de perdón lo que importa es la verdad y aún la verdad del Palacio está tan desaparecida como varios de los desaparecidos”, dijo siendo ya alcalde de Bogotá, la ciudad aterrorizada entonces por la banda terrorista de la que formaba parte.

Cuando alguien le recordó a Petro en las redes sociales que tenía un pasado terrorista «como Mandela y Mugica», éste se vino arriba: “Y como Bolívar, y como Santander y como Washington”. Su postración casi religiosa ante Bolívar le llevó a defender al chavismo y a justificar la violencia: «Bolívar dijo que el poder de los fusiles debía estar al servicio del ciudadano. Y en esa raíz democrática es donde arrancó el M-19 como un precursor y el proyecto de Chávez como una realidad», dijo en una entrevista en el año 2000.

La toma del Palacio de Justicia

La toma del Palacio de Justicia fue una joint venture entre los terroristas del M-19, deseosos de desestabilizar el Gobierno de Belisario Betancur, y el cártel de Medellín del sanguinario Pablo Escobar, que buscaba frenar los procesos de extradición de los narcos a Estados Unidos. Un grupo terrorista y un banda de narcotraficantes le había declarado la guerra frontal al Estado colombiano. Escobar entregó armas y dos millones de dólares a Iván Marino Ospina, jefe militar del M-19, para llevar a cabo la operación que acabaría en masacre. Buscaban una guerra y la tendrían.

Escobar se sentía traicionado por Betancur, al que financió con cinco millones de dólares en campaña, por haber nombrado a Rodrigo Lara Bonilla como Ministro de Justicia. Lara Bonilla persiguió a los narcos por tierra, mar y aire hasta que un 30 de abril de 1984 dos sicarios en moto emboscaron el Mercedes blanco en el que viajaba y lo acribillaron a tiros. “Lo difícil no es encontrar las respuestas, sino aceptarlas”, dijo su hijo Jorge Bonilla, que tenía siete años el día que mataron a su padre. Siendo adulto urdió un fallido plan para asesinar en venganza al hijo de Escobar en Suiza. Acabaron haciéndose amigos.

Cuando Escobar se enteró que el M-19 planeaba tomar el Palacio de Justicia decidió financiar la operación para que los terroristas una vez dentro quemaran los documentos con los que la Corte Suprema de Justicia pensaba extraditarle a EEUU. «El plan ‘A’ era que se metieran en el Senado, no en el Palacio, porque era allí donde Betancur iba a pelear la extradición. El plan ‘B’ era matar la mayor cantidad de magistrados y quemar los expedientes, que fue el que finalmente se llevó a cabo», confesó el sicario Popeye, la mano derecha de Escobar, a la revista Semana.

Tras incendiar el edificio, los terroristas secuestraron a sus ocupantes con la idea de poner al Gobierno de Betancur de rodillas y obligarlo a aceptar sus condiciones. Pero éste se negó tajantemente a dialogar con una frase que humillaría hoy a Pedro Sánchez: «El Gobierno no negocia cuando están por medio las instituciones», y añadió que él asumía las responsabilidades del asalto porque había tomado «personalmente» las decisiones.

Betancur plantó los tanques del Ejército delante del Palacio de Justicia dispuesto a liberar a los rehenes y acabar con los terroristas. El saldo fueron 28 horas de pánico, muerte y destrucción con 101 muertos -entre ellos 11 magistrados- y varios desaparecidos. Treinta y siete años después de aquella masacre, a la entrada del edificio todavía puede leerse la frase de Francisco de Paula Santander, uno de los padres fundadores de Colombia: «A los colombianos las armas os han dado la independencia, pero sólo las leyes os darán la libertad».

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