Puigdemont trata de frenar la dimisión de Vila para evitar una ‘espantada’
El presidente catalán, Carles Puigdemont, trata en los últimos días de frenar la dimisión del consejero de Empresa, Santi Vila, según fuentes próximas a ambos cargos. Según esas mismas fuentes, hace tiempo que Vila comunicó a Puigdemont su intención de renunciar, en desacuerdo con la declaración de independencia. El president trata de evitar que su marcha abra la puerta de la dimisión a otros consejeros y altos cargos del PDeCAT, también muy críticos con el plan de ruptura. Puigdemont es consciente, además, de que su marcha resquebrajaría aún más la muy deteriorada imagen de unidad en el seno del Govern.
Las relaciones entre Puigdemont y el que es considerado su consejero más moderado, anteriormente excelentes, son tensas desde que Vila empezó a hacer públicos los desacuerdos con su hoja de ruta.
Aunque el momento decisivo fue el artículo, en el diario ARA, en el que instaba a «dar una última oportunidad al diálogo» y a no tomar «decisiones unilaterales». En él, el conseller cuestionaba una eventual declaración de independencia y pedía «reflexionar sobre su utilidad y consecuencias», entre ellas, enumeraba, «la suspensión inmediata del autogobierno, la posible detención de sus impulsores y, lo más grave, el inicio de una espiral de movilizaciones y conflictos en la calle». El texto sentó especialmente mal a Puigdemont.
En algunas fuentes próximas al Govern, la dimisión de Vila se da como segura. Incluso, a primera hora de la tarde de este miércoles, circuló el rumor de que su despacho estaba siendo vaciado, lo que alimentó los rumores de una renuncia inminente.
El conseller ha intentado, hasta el último momento, que Puigdemont desista de su intención de levantar la suspensión de la independencia, algo que previsiblemente ocurrirá el próximo viernes. En su entorno eran también partidarios de que el presidente catalán acudiese al Senado, como última oportunidad para defender la vía del diálogo, una opción finalmente descartada por el propio Puigdemont.
A su renuncia le seguirían, según algunas fuentes, la de la coordinadora general del PDeCAT, Marta Pascal -cuyas relaciones con Puigdemont son también prácticamente nulas- o los consejeros Meritxell Borràs (Gobernación) y Carles Mundó (Justicia), éste último de ERC.
«Harto de Mas»
Todos ellos reclaman a Puigdemont la convocatoria de elecciones autonómicas anticipadas para evitar la aplicación del artículo 155, y, por supuesto, dejar a un lado la declaración unilateral de independencia. De ese círculo forma también parte el expresident Artur Mas, que hace tiempo trata de convencer a Puigdemont de que recule. Según algunas fuentes, el actual presidente, aunque lo escucha con atención, «empieza a estar harto» de sus recomendaciones. Mas, según esas fuentes, estaría tratando al mismo tiempo de rebajar sus responsabilidades por el 9N: ya inhabilitado, se le exigen ahora tres millones de euros que debe reunir antes del 14 de noviembre para evitar que el Tribunal de Cuentas embargue sus bienes.
Las diferencias en el bloque independentista crecen conforme avanzan las horas hasta el decisivo pleno que el Parlament celebra este viernes, paralelo a la aprobación, en el Senado, del artículo 155.
Los partidarios de que Puigdemont declare la independencia son cada vez menos, y aumentan las voces para que aparque la pretensión y, en su lugar, se limite a convocar unas elecciones. El president ha pasado la jornada de reunión en reunión, con miembros de su partido, de ERC y de las organizaciones independentistas.
«Va por libre»
No obstante, la sensación generalizada es que Puigdemont «va por libre» y que, «una cosa es que escuche y otra, que lo aplique». De hecho, en fuentes del PDeCAT, la comparecencia en el Senado se daba prácticamente por segura. Por eso, la decisión final cogió a casi todos de imprevisto. La Generalitat argumentó que la aplicación del 155 es inevitable y por ello, la comparecencia de Puigdemont resulta ya «a estas alturas» irrelevante.
De ahí que, también en el Gobierno, las impresiones coincidan en la total incertidumbre a lo que el presidente catalán pueda hacer el viernes. Distintas fuentes gubernamentales lo ven como un dirigente «a la deriva» y dispuesto a sacrificar a su partido por sus anhelos personales, que solo pasan ya por declarar la independencia.