España

Irene Montero no usaba el lenguaje inclusivo antes de ser ministra

La hemeroteca en Internet demuestra que Irene Montero no usaba el lenguaje inclusivo hasta que tuvo órdenes concretas de implantarlo en sus discursos y arengas. Un vídeo de hace siete años del programa de Pablo Iglesias La Tuerka, ya en otro medio después de dejar la tele vallecana, expone a la miembro de Podemos hablando con más libertad, y usando los términos neutros «trabajadores» o «consumidores», sonando mucho más natural y menos afectada que en sus verborreas actuales, tan artificiosas y emulando la tonalidad de Iglesias.

Hace ya más de diez años que el informe Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, del académico Ignacio Bosque y refrendado en pleno por al RAE, desaconsejaba las «guías del lenguaje no sexista» que ya pululaban en algunos sitios como la entonces socialista Junta de Andalucía y tímidos brotes de ultrafeminismo minoritario.

El primero en tomar la iniciativa fue el ex lehendakari Ibarretxe con su célebre «los vascos y las vascas», que en su momento causó hilaridad. Desde entonces, el desprecio a la lengua española en pos de la ideología ha ido en aumento, y lo que entonces fue una anécdota ya es habitual entre los políticos populistas y algún periodista de extrema izquierda o comunicador analfabeto.

Irene Montero empezó a usar el desdoblamiento gramatical cuando el ascenso de la ideología de género al son de la Agenda 2030 comenzó a imponer poco a poco un vocabulario por decreto. La idea que subyace es que se implante a todos los niveles sociales y mediáticos y al final sea el extraño y el «raro» el que use el género neutro que marcan la RAE y el sentido común, de forma que pueda ser tildado de «machista» quien trate de preservar el idioma más allá de consignas irrisorias, que suelen dar lugar a situaciones esperpénticas.

Los vídeos que se conservan de Montero en La Tuerka evidencian que antes de sentirse presionada por consignas políticas, aunque su mensaje seguía siendo igual de plano y demagogo, no hacía constante uso del ridículo e impostado «compañeros y compañeras» o del dislate absoluto de «niños, niñas y niñes».