Chema Alonso: «Estamos en el momento en el que el ser humano está perdiendo su supremacía cognitiva»
«Estamos en el momento en el que el ser humano está perdiendo su supremacía cognitiva», afirma Chema Alonso, el hacker más importante de España —entendiendo por hacker a aquel que lleva los límites de la tecnología más allá de los que tenía inicialmente; como aquel que descubre los fallos de seguridad—, experto en ciberseguridad, materia en la que es una referencia internacional.
Lo de que estemos perdiendo nuestra supremacía cognitiva es sólo el principio. Ya se hacen deepfakes que conllevan estafas y extorsiones; ya hay quien vende su imagen para que otros puedan comprar su persona digital en 8K para hacer lo que quieran con ella, y sólo por treinta dólares; ya hay canales en China donde los presentadores son únicamente virtuales; ya se escriben libros o se crean aparentes fotografías o retratos en segundos (puede usted incluso pedirle el estilo del artista a imitar). El propio Chema Alonso dio vida a un periódico con todos los periodistas de existencia digital, ni un humano, todos con cara y trabajos elaborados por la inteligencia artificial (IA), haciendo de una misma noticia de la Agencia Efe artículos radicalmente diferentes dependiendo de los sesgos que les pusieran y la intensidad de ellos.
Resulta curioso leer libros o ver películas que hace veinte años se antojaban imposibles en nuestra realidad, fruto de imaginaciones desbordadas. Desde aquella sociedad creada por la pluma del ruso Evgueni I. Zamiátin que vivía sometida a un control absoluto del Estado; a la famosa Oceanía de Orwell; a los efectos de esa droga o virus que le ofrecen a Hiro en el mundo virtual de Snow Crash (antesala del hoy metaverso); a aquellos humanos a punto de ser aniquilados por los robots, sólo a salvo con Terminator o a los metaversos de Matrix por los que se movían Triniti, Morfeo y Neo. Mundos que parecían imposibles y que, hoy, en 2024, ya hemos emprendido rumbo a ellos. Hace tiempo que lo hicimos —allá por los cincuenta—.
En este contexto de máxima automatización, «es muy probable que muchos de los trabajos desaparezcan», reconoce Chema Alonso. ¿Qué ocurrirá con los desempleados?, ¿cómo se motivará a una sociedad sin trabajo y, puede que un gran número de sus miembros, sin alicientes?, ¿habrá un sueldo vitalicio para los desempleados como vaticina Elon Musk? No se sabe. Chema Alonso sonríe. Ésa es otra de las grandes incógnitas. Los tecnólogos crean; cómo se gestionen sus consecuencias, está por verse.
Hablando con Chema Alonso está claro que el universo de bondades es casi infinito; el de peligros, también. Las estafas se disparan. Tenga usted cuidado con las videollamadas y mensajes de texto o de voz, y sobre todo desconfíe si le contacta un famoso, por mucho Zoom o Skype que le haga. Tampoco se fíe mucho de ChatGPT. «La IA está pensada para responder a una pregunta; no para responderte con verdad. ChatGPT no es una fuente de confianza; no todo lo que dice es verdad», nos explica. Así que si está usted delegándole cuestiones laborales, ¡cuidado! Contraste bien lo que le escribe —-puede que le conduzca a algún apuro—. Algo parecido ocurre con Google Gemini. Le han introducido sesgos para integrar y añadir diversidad que visibilice a las minorías —si usted le pide que genere imágenes de soldados alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, como hizo Chema Alonso, el resultado es de lo más surrealista—. Pruebe y compruebe.
Sin duda, uno de los grandes abismos —si no el gran— es la capacidad de decidir de las máquinas; que creen lenguajes propios de comunicación y que se escapen al control humano de manera tan inexorable como irreversible. Chema Alonso nos cuenta que «los ejércitos de EEUU y Europa pidieron que no se deje a la IA decidir si apretar el botón». Como asevera él, «que la IA tome decisiones es una cuestión nuestra, de si le damos la herramienta o no».
Él —defensor de la tecnología humanista (una tecnología que sea mejor para todos)— cree que, a diferencia de los creadores de la bomba atómica, no se arrepentirán de haber desarrollado la IA. Ojalá. Mientras tanto, disfrútela y… precaución.