Economía

¡Nueva era para el poder monetario!

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Poder monetario.

“No puede haber paz sin primero un gran sufrimiento. Cuanto mayor es el sufrimiento, mayor es la paz.” Solomon Lane

Si algo he aprendido es que nada es seguro, y todo es posible, así como que el pueblo no debería temer a los gobernantes, los gobernantes deberían temer al pueblo. Y que nuestras metas son símbolos, como lo son el acto de conseguirlas, los símbolos sólo tienen el valor que les da la gente. Por sí solo un símbolo no significa nada. Pero, si se unen muchas personas dichas metas pueden cambiar el mundo. Por mi parte, ojalá lo creyera posible, pero cada vez que he visto cambiar este mundo ha sido siempre para peor.

Los grandes cambios en la historia siempre han venido precedidos de épocas de indignación social, provocadas por el fin de un modo de orden social en el que la permisividad de la mayoría hubiera liquidado los privilegios de la minoría por la exageración de las dichosas desigualdades. Este hecho, causante de grandes revoluciones en la historia de las civilizaciones, forma parte de la evolución y de nuestra manera más pura de ser. Actualmente vivimos el fin de la era de los excesos monetarios que dieron comienzo a finales de la década de los 80, guiados por el autoconvencimiento de que el libre mercado debía ser dirigido por la autoridad de los bancos centrales tras el fracaso de la era intervencionista que dio comienzo en el ‘New Deal’ para reindustrializar Europa tras la segunda guerra mundial, y finiquitando mediante el crecimiento el elevado nivel de deuda sobre el PIB que disponían las economías desarrolladas.

Tras el COVID, los gobiernos han aprendido estratégicamente a trasladar el poder de controlar la creación de dinero de los bancos centrales a los gobiernos mediante mecanismos de urgencia; COVID19, guerra en Ucrania y crisis energética. Siendo así avalistas sino garantes del crédito. Este mecanismo es coherente en el modus operandi del avaro poder, puesto que las medidas de recortes y austeridad propuestas por los bancos centrales son mecanismos contractivos que pesan sobre la ostentación de poder e incurren sobre el descontento social acerca de sus gobernantes y en favor del dominio del poder de creación monetaria de los bancos centrales. Sin embargo, las medidas de garantía de crédito son solamente un pasivo contingente en el balance del Estado, que les permite orientar a la banca comercial hacia dónde otorgar préstamos garantizados por el gobierno, dirigiendo de tal modo la inversión hacia temas de interés general bajo el amparo del miedo que hábilmente denominan “urgencia social”. Al guiar el crecimiento del crédito, y por lo tanto, el crecimiento del dinero, pueden controlar el crecimiento nominal de la economía y dirigirla hacia intereses como la transición ecológica, defensa, desigualdad social o cualquier cuestión de “urgencia social” a la que ningún banco central pueda oponerse, ¿qué les parece? Ya saben, para manipular eficazmente a la gente, es necesario hacerles creer que nadie les manipula.

En Europa tenemos claros ejemplos como Alemania, donde el 40% de los nuevos préstamos están garantizado por el gobierno, siendo en Francia el 70% y en Italia el 100%. Con ello, el Estado facilita la creación monetaria dirigida hacia la economía productiva, proporcionando al capital privado la inversión y simplificando el riesgo para unas entidades bancarias que han vivido ahogadas por la cada vez más rígida normativa. Este proceso implica a su vez para el Estado dirigir la emisión de deuda pública hacia la deuda privada y la inversión, y eso en la época que estamos no es tan mala noticia, oye.

La semana pasada les explicaba en ésta, mi tribuna de opinión: ¡Mr. Market versus Putin! que el agujero patrimonialista de los fondos y planes de pensiones públicos y privados es de entorno al 25%, un sigiloso robo de guante blanco que se posiciona claramente como el principal destructor de valor de esta crisis. El órdago sistémico que vivimos en 2008 se ha convertido en un atraco de mayores consecuencias si cabe en este 2022, pero de un silogismo muy pernicioso que en mi opinión sienta las bases de un grandísimo conflicto. ¿Acaso no es mejor que la expansión monetaria se dirija hacia la economía productiva en vez de inflar absurda y peligrosamente los mercados? Obviamente, pero eso también tiene consecuencias.

Actualmente la deuda total del sector público y privado está en torno al 250% de deuda sobre el PIB, siendo en Estados Unidos del 290% y en Francia hasta del 371%, ¡una locura. Las economías modernas no pueden soportar más deuda y la única manera de reducir el ratio de deuda sobre el PIB es mediante el incremento del PIB nominal, tal y como sucedió en el ‘New Deal’ lo cual se logra con la industrialización e inflaciones más elevadas de las que hemos vivido desde el final de la década de los 80. El fin de la era de inflación trajo consigo una nueva era, y ésta, la de los bancos centrales ¡se ha acabado!

Dirigir el crédito por lo tanto, es una herramienta que permite un mayor crecimiento del PIB nominal a través de un mayor nivel estructural de inflación, que es de hecho la única manera que el Estado tiene de deshacerse de una deuda que, en términos teóricos, permitiría discutir si actualmente el conjunto de economías desarrolladas están en quiebra. Desde luego, si entendemos la quiebra como la incapacidad de pagar los pasivos mediante los activos, la respuesta es clarísima: SÍ. Por lo tanto, impulsar el crecimiento nominal del PIB a través de una mayor tasa de inflación es el objetivo buscado señores. Por lo cual, la tasa de inflación debería asentarse en un rango de entre el 4% y el 6%, que es de hecho el nivel en el que nos encontramos actualmente sin el shock de la crisis energética.

Sin embargo, la represión financiera a la que nos dirigimos significa robar sigilosamente el dinero de ahorradores y jubilados. Hacerlo lentamente es importante para que el dolor no se muestre demasiado evidente. Ya estamos viendo cómo respetados economistas y banqueros centrales hablan de dolor cambiando su retórica estructuralmente “laxa” respecto al objetivo de inflación del 2%, desplazando el marco de referencia a niveles superiores que podrían encuadrarse en ese 4-6% de inflación que permitiría ir reduciendo el nivel de deuda sobre el PIB, trasladando así la deuda pública al sector privado y redirigiendo la creación monetaria a través de los préstamos garantizados hacia la inversión en sectores estratégicos. Este escenario es terrorífico para los tenedores de deuda pública y los pensionistas, y francamente propicio para las compañías value que a través de una nueva era de CAPEX podrían al fin ver favorecida la coyuntura económica hacia próximas décadas en las que la inversión por fin termine en la economía productiva, favoreciendo a la deuda y penalizando a unos ahorradores que se verán nuevamente castigados por hacer algo tan reconocido socialmente como es ahorrar. Ellos sin duda, son los grandes perdedores de esta nueva era.

Desgraciadamente en este orden social no puede haber paz sin primero un gran sufrimiento, y de hecho cuanto mayor es el sufrimiento mayor es la paz. Dicho todo lo cual, tengo la esperanza de que este calvario de desigualdad social sea el preludio de la paz que tanto hemos buscado, y por la que queda mucho dolor por purgar. Hoy, a mi amada libertad no le hacen falta alas sino raíces.

Gisela Turazzini, Blackbird Bank Owner Founder CEO.

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