Economía

¡Es la inflación, estúpido!

¡Es la inflación, estúpido!
¡Es la inflación, estúpido!

Reformulando la conocida frase de Bill Clinton: es la economía ¡estúpido!, podemos aplicarla a la actual situación económica. Tras cuatro décadas de caídas sostenidas en los tipos de interés y de una inflación desaparecida gracias a China, la fábrica del mundo que exportaba deflación, y a la mejora de la productividad derivada de la revolución tecnológica, esta ha vuelto a aparecer. Y ¡de qué forma lo ha hecho!

Esta misma semana se ha publicado el IPC de EEUU correspondiente al mes de junio, con una exorbitante subida de los precios al consumo del 9,1%, un nivel no visto desde 1981. Más preocupante que ello, si cabe, es que la inflación subyacente -aquella que no incluye los componentes más volátiles del índice: los productos energéticos y los alimentos no elaborados- se situó en 5,9%, también por encima de lo esperado.

Esto es, cerca de tres cuartas partes del aumento de precios no están ligados a la energía y, por lo tanto, una moderación de los precios de esta tampoco aliviaría en gran medida la inflación. En Europa, aunque la inflación sí es más dependiente de los precios de la energía -aproximadamente la mitad-, los datos de junio tampoco permiten alegrías: 8,6% en la eurozona y 10,2% en España. 

El sentimiento del consumidor americano que publica la Universidad de Michigan, ha marcado su nivel histórico más bajo. La principal causa es la inflación que el consumidor espera que se sitúe por encima del 3% a 5-10 años vista. La inflación a 12 meses que espera el consumidor según la Conference Board se sitúa en el 8%. Ello ha impactado en el Indicador de Confianza del Consumidor que también publica este organismo llevando sus expectativas a 6 meses a los niveles más bajos en una década.

La recesión

En EEUU, el consumo representa más del 70% del PIB por lo que la caída de demanda de consumo implicará una desaceleración de la economía americana o incluso a una recesión -dos trimestres consecutivos con crecimientos negativos en el PIB-. Pero si al mismo tiempo, la Reserva Federal (Fed, banco central de EEUU) se embarca en la más agresiva subida de tipos de interés en 40 años para contener una inflación descontrolada, la recesión está poco menos que asegurada. Y también en Europa y en España.

La caída en las bolsas mundiales cercana al 20% desde principios de año, se basa en una acumulación de factores, siendo el último de ellos el incremento notable de las probabilidades de recesión. En el primer trimestre los malos datos de inflación y la subida de los tipos de interés de la deuda, empujaron las acciones a la baja ante la previsión cierta de que la Fed se vería obligada a endurecer su política monetaria (subir los tipos de interés). Llegó la invasión de Ucrania, que empeoró sensiblemente la percepción de riesgo geopolítico, pero que sobre todo ha impactado en un encarecimiento sin precedentes de los precios de la energía.

En estas últimas semanas ha sido la casi certeza de una recesión, la que ha empujado aún más a la baja los precios de las acciones. Mientras tanto, la mayoría de los inversores en renta fija han perdido casi tanto dinero como los inversores en bolsa por el repunte de las tasas de interés -el precio de los bonos se mueve inversamente a la tasa de interés a la que cotizan-. No ha habido refugio ni ha habido tregua.

¿Qué podemos esperar?

Los mercados se han convencido en las dos últimas semanas de que la Fed podrá contener la inflación con sus contundentes subidas de tipos que ya han empezado hasta mediados de 2023 y que se verá obligada más adelante a bajarlos para poder “ayudar” a la economía a salir de la recesión. No opino así. La recesión no es principal problema. Es la inflación. Esta se ha anclado en la mente del consumidor americano (y también europeo) que lo refleja en presiones sobre los salarios y, en la medida en que las expectativas de estos no cambien, la espiral inflacionista seguirá girando sin control.

La FED no podrá bajar los tipos como esperan los mercados y la recesión será más pronunciada de lo que hoy se descuenta. También los beneficios empresariales serán más bajos de lo que hoy descuentan los analistas, lo que probablemente será un nuevo revés para las bolsas. Es muy probable que a 5 años vista debamos convivir con una inflación superior a la que los bancos centrales consideran óptima -menor que el 2% pero cerca de este nivel-.

Por ejemplo, del 3%-4%. Y es también probable que una vez controlada la parte más salvaje del fenómeno inflacionista con subidas de tipos aún más agresivas de lo que el mercado anticipa, los tipos vuelvan a niveles más bajos en general que la tasa de inflación para evitar una recesión demasiado prolongada -una vez que la inflación esté bajo control aunque siga elevada-. También los gobiernos, altamente endeudados tras la pandemia precisarán de tipos de interés contenidos para hacer frente al servicio de la deuda y se beneficiarán de una inflación más elevada que ayudará a bajar el stock nominal de deuda.

Hasta llegar a ese momento, resulta más que probable que veamos nuevas pérdidas en la renta fija, sobre todo en la de mayor duración y nuevas caídas de los índices bursátiles para ajustar sus valoraciones a las nuevas expectativas de beneficios empresariales a la baja. El oro será una buena cobertura frente a las sorpresas inflacionistas que todavía hayamos de presenciar y luego, seguramente, seguirá siendo una inversión atractiva (y rentable) con tipos de interés reales negativos (inflación más elevada que los tipos de interés nominales).

En épocas de restricción financiera y de inflación al alza, las materias primas y, en especial, la energía, son sectores que suelen comportarse favorablemente por lo que las acciones de estas empresas deberían hacerlo mejor que el resto del mercado. También otros sectores que hoy cotizan con descuento como salud, financieras o servicios de comunicaciones. Los inversores en renta fija con duración media o alta en sus carteras, aún están a tiempo de asumir las pérdidas y limitar su riesgo: reduciendo la duración de sus carteras o invirtiendo en bonos flotantes, esto es, con cupón variable.

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