Economía

¡La guerra del poder monetario!

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Poder monetario.

“Cuanto peor parece la situación, menos esfuerzo es necesario para cambiarla y mayor potencial de ascenso posee” George Soros.

Podría afirmar sin miedo a equivocarme que las políticas monetarias no convencionales han fracasado rotundamente, y que la brutal distorsión creada en los mercados financieros se ha corregido tras el estallido de múltiples burbujas y el saneamiento de un Mr. Market que empieza a ver cómo su poder adquisitivo se desvanece, ya no solo por la caída de los precios de los activos especulativos, sino también por el crecimiento de la tan popular inflación.

Podría a su vez sostener que los bancos centrales han acumulado una ingente cartera de bonos tras una década del llamado quantitative easing, haciendo una clara apuesta hacia un entorno secular de deflación y por ende, de bajos tipos de interés. Está claro que las tensiones inflacionistas que hemos vivido en la era postpandemia vienen dadas en parte por factores coyunturales que como los cuellos de botella en las cadenas de suministros, la guerra en Ucrania y la política Covid 0 en China, se calmarán en algún momento ayudando a desescalar la inflación.

Sin embargo, existen factores estructurales que podrían empujar a las economías y a los mercados financieros hacia un nuevo equilibrio en el que la inflación se convierta en un complejo entramado secular, con severas consecuencias absolutamente dañinas para los bancos centrales. No podemos olvidar que las condiciones deflacionistas por las que los bancos centrales han apostado tienen mucho que ver con un incremento constante en la capacidad productiva a bajo coste, especialmente en las economías emergentes.

A nadie se le escapa que la última década ha sido caracterizada por las desigualdades sociales entre ricos y pobres, precisamente por la discriminación que ha provocado inflar los mercados en un proceso en el que la deflación se ha convertido en un círculo vicioso que ha contenido de manera comedida a los sindicatos, y por ende los salarios. Sabemos gracias a nuestra amplia experiencia que cuando crece la demanda, el punto de equilibrio del mercado pasa a ser una combinación entre la producción y los precios.

En las últimas décadas, el aumento de capacidad a bajo coste, provocado por el círculo vicioso de la deflación -más deflación menos salarios- y la revolución digital y tecnológica, provocaron un fallo en el exceso de la oferta, dejando el punto de equilibrio en términos bajos. Como ven, justo lo contrario que vemos en la actualidad ante este fallo coyuntural en la capacidad de abastecer la demanda y como principal factor inflacionista.

Sin embargo, actualmente encontramos factores estructurales que tienen consecuencias seculares en los puntos inflacionistas, que si bien deberían reducirse en cuanto las situaciones coyunturales se restablezcan -cadenas de suministro, guerra en Ucrania y Covid cero en China-, deberían mantener la inflación en un entorno secular sustancialmente por encima del 2% esperado y deseado por los bancos centrales. Y es que la sub utilizada capacidad productiva ha subestimado el incremento de millones de nuevos consumidores de las economías emergentes que se están sumando a la denominada clase media.

Este factor provoca que la elasticidad de las cadenas de suministros se reduzca, facultando a los sindicatos a un mayor poder de negociación en pro de unas mejores condiciones salariales, especialmente en las economías emergentes, facilitando por ende que los factores estructurales que dieron en parte paso a la deflación, reviertan en una espiral que tardará décadas en sanearse.

Este error de cálculo de los bancos centrales tiene unas consecuencias fiscales absolutamente catastróficas si tenemos en consideración que la facilidad de depósito al -0,50% en la eurozona permitía una rentabilidad para los bancos centrales, que facilitaba monetizar los programas de compra de bonos, que por cierto, consisten en comprar deuda pública a largo plazo, financiados mediante la emisión de reservas a corto plazo a los bancos comerciales.

Como se imaginarán, señores, ahora ante este nuevo escenario de tipos, los riesgos fiscales de la compra de bonos se han convertido en una dura crueldad, provocando cuantiosas pérdidas de los bancos centrales, puesto que los tipos a corto plazo superan el rendimiento de la deuda a largo plazo, ¿qué les parece? La FED ya ha advertido de que su cartera de activos provocará una pérdida de nada menos que de 670 mil millones de dólares para este año. En Europa, si bien el BCE no ha expresado las cifras, veríamos números similares si tenemos en consideración que el BCE tiene una cartera de 4,3 billones de euros en deuda pública, financiada por 4,3 billones de euros en depósitos comerciales.

Con estas cifras, y la facilidad de depósito al 1,5% y perspectivas de incrementar hasta el 3% el próximo año, el BCE deberá lidiar con un claro conflicto de interés si comprendemos que la rentabilidad media de su cartera de bonos es de alrededor del 0,5% con vencimientos medios de 6 años. Esta pérdida en el diferencial comercial de los saldos de deuda del BCE provocarían la ingente pérdida de valor de 600 mil millones de euros para los próximos 6 años, una cantidad similar, por ejemplo, a los 750.000 millones de euros que componen el New Generation Fund para escalar la Europa pospandemia.

Podría decirles, en retrospectiva, que está claro que la apuesta por una deflación secular consistía en la capacidad de crecimiento de las condiciones salariales de la capacidad productiva y que su gran apuesta ha sido un sonoro fracaso, que causará como hemos visto al contribuyente Europeo y Americano un agujero patrimonial de alrededor de 1.2 billones de dólares. Un coste peligrosamente silencioso, únicamente comprensible para unos pocos que nos consideramos profesionales del mercado y que sin duda guiarán la economía hacia un nuevo paradigma en el control del poder monetario. Al fin y al cabo, queridos, no olviden que una creencia es lo que uno sostiene, y una convicción es lo que lo sostiene a uno. Y en cuanto a esta, preveo mucho esfuerzo y poco potencial.

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