Super Bowl LIII

Los Patriots de Brady ganan su sexta Super Bowl y hacen historia

Una bandada de aviones norteamericanos surcaban los cielos de un Mercedes Benz Stadium que se rendía ante su himno: no hay nada como las fiestas que organizan los de las barras y estrellas. Mientras se les helaba el corazón a los noveles; Brady y Belichick se movían en ambiente costumbrista, como el que va los domingos a misa. El deporte les tenía guardada una penúltima página para su banda. Nada que envidiar a Los Vengadores o a Liga de la Justicia: si necesitan una superhéroe en una Super Bowl, péguenles un toque.

New England Patriots vencen en la Super Bowl LIII ante los New England Rams Getty)
New England Patriots vencen en la Super Bowl LIII ante los New England Rams Getty)
Ignacio L. Albero

La Super Bowl comenzó como una guerra fría, política, con movimientos tímidos en las trincheras. La presencia de Brady se escondía en un juego terrestre que tanto ha funcionado durante la offseason. Enfrió tanto su martillo que en su primer intento de pase apareció la defensa de Wade Phillips: interceptado. No lo mejoró el ataque de lo Rams en su primer ataque con un 4º y fuera que dejaba la acción defensiva en poco más que un highlight.

En su segundo intento de avanzar hasta la endzone de Los Angeles, Brady afinó un poco más su escopeta para colocarse en opción de field goal. Gostkowski, desde más allá de la 40, erraba. Situación incómoda, extraña: aquello era una partido de imprevistos. Intentaba despertar el ataque dirigido por Goff sin mucho éxito: un primer down que se quedaba en nada. Ante la inoperancia angelina en la offense, aparecía Aaron Donald como el archienemigo principal de Tom: le presionaba como el jefe al becario. Sack. Fumble. Primer cuarto sin puntos.

La segunda parte fue una continuación de desdichas. Un show inesperado, de los que no enganchan a los curiosos que no siguen el football; de los que disfrutan los amantes de las defensas. Los Rams eran un caricatura en ataque, el coyote intentando capturar al correcaminos con un armamento que nada tiene que ver con el de ACME. Las decisiones de McVay parecían las de

El regalo de balones para los Pata, por pura estadística, iba a ser aprovechado. Edelman percutía como una tuneladora de Gallardón para colocarle otro Field Goal bien bonito para Gostkowski. Esta vez iba para dentro. Como ver una de Tarantino: una te puede fallar, dos no. New England Patriots luchaba contra él mismo mientras el ataque de McVay no hacía presencia en Atlanta. Ni Todd Gurley, desaparecido en combate hasta la mitad del segundo cuarto, arreglaba tal desastre. Jard Goff, hasta el momento, era Adam Levine en el descanso de medio tiempo: mucha presencia pero exceso de nervios.

Así las cosas, mientras se dormía la Super Bowl en la nada, los Patriots se encontraban en Field Goal Range… y lo tiraban a la basura. Arriesgaron un 4&1… con resultado ‘Ram’: error. El tiempo en el campo del ataque angelino se contaba cómo las apariencias de Stan Lee en los films de Marvel: unos segundos y fuera. Moría la primera mitad en medio de un ambiente helado, poco amigable, desencantado. Abrazamos los brazos de Maroon 5 esperando una reacción, aunque fuera, del ambiente en el show. Nada. El número que merecían a su derecha fue el 0: el peor show del descanso en años. Corto, desentonado y, en momentos, confuso.

Los Patriots no fallan

La segunda parte comenzaba con la misma emoción que la primera: un despropósito hecho bola. Se lesionaba Patrick Chung para desgracia de la defensa de los Patriots… y alegría de los Rams. Esto no frenaba su penosa estadística: otro ataque en el que no se colaban ni en Field Goal range. Costaba escribir algo que despertase una mueca en el más optimista. Sólo Edelman intentaba dibujar alguna acción para mostrar en unos grises highlights. Brady cantaba Reagan para una carrera por la derecha. Eso era lo más destacado.

Las defensas desesperaban a los ataques como Lopetegui a un seguidor del Real Madrid. Wade Phillips pintaba a Brady cara de Goff: casi nada le salía bien. Y al final, por pura lógica aristotélica, los Rams convirtieron un par de first downs. Uno de ellos en tercera opción. Se colocaron en zona de chutar el field goal y Zuerlein, a 53 yardas, no falló. El tercer cuarto languidecía sin touchdowns y con 3-3 en el marcador. De bostezar.

Los Patriots no encontraban un resquicio a la defensa de de la costa oeste ante la desesperación de un Josh McDaniels desesperado de ideas. Su rostro se encogía en mil arrugas ante la imposibilidad de avanzar. No lo hacía mejor Goff, aunque avanzaban a duras penas en los albores del último cuarto. No le funcionaba mal el play action en el océano de infortunios en el ataque de McVay. Nada. Un punt más que ya eran incontables. El MVP era casi imposible de dilucidar, al igual que el campeón. Nadie esperaba tal despropósito.

Y de repente, en el cerebro frito de McDaniels apareció una esquina a temperatura congelada para otorgarle la paciencia e inteligencia que necesitaban Brady&Co en ataque.  Atacaron la zona media de la defensa de Los Rams y encontraron petróleo. Encima Gronkowski apareció con una big play que era medio touchdown. El pase, cómo no, del mejor quarterback de la historia: Tom Brady. La maquinaria de los Patriots se engrasó y aquello parecía un almacén de Amazon: todo salía rápido, preciso y a tiempo. Se certificaron los presagios en la primera anotación de 6 puntos: Michel pisaba la end zone para bien del partido.

Jared Goff apareció tras más de 50 minutos de juego para colocarse en la 30 rival cuando su equipo más lo necesitaba. Había tiempo para un milagro… pero le interceptaron. Su partido pasará a la historia como la actuación de Ryan Reynolds en Linterna Verde: pésimo. Los Patriots sólo tuvieron que jugar con el reloj ante unos Rams desesperados: ya no funcionaba ni la defensa. Les dio tiempo a anotar otro field goal. New England Patriots se alzaban como campeones de la Super Bowl LIII. Tom Brady y Belichick, la dupla más letal de la historia del football, certificaron la machada que arrancó allá en 2002: seis veces campeones. Igualando a Steelers. Y es que, robando la frase de Lineker, la NFL se ha vuelto un deporte donde juegan 22 contra 22 y siempre, o casi siempre, ganan los Patriots.

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