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El ‘Sheriff’ cuelga la pistola: Peyton Manning se retira

Peyton Manning levantando el Vince Lombardi en la Super Bowl 50 (Getty)
Peyton Manning levantando el Vince Lombardi en la Super Bowl 50 (Getty)
Ignacio L. Albero

Miles de neuronas summa cum laude buscan la orilla del descanso. Un cerebro maravilloso otea su retirada tras casi dos décadas ejecutando un movimiento de memoria, como un robot con una automática, haciendo felices a miles de personas. Nunca más se verá ese momento mágico en el que el tiempo se detiene para él y sus rivales. Leyendo defensas a velocidad Ferrari, recibiendo el balón en sus inertes manos, levantando la cabeza y buscando un objetivo. Ese instante en el que ojos, manos y cuerpo engranan a la perfección para su truco final. El Sheriff disparando, el óvalo volando en espiral de forma inexorable hacia su destino. Se acaba la tinta del poeta del football. Peyton Manning, tras 18 años, cuelga la pistola.

Será complicado imaginarle en cualquier lago dando de comer a unos patos o paseando por el parque con un periódico bajo el brazo. Peyton Manning ha sido la NFL durante casi 20 años. Y eso que en su última temporada ha rozado lo circunstancial, siempre cerca de su equipo pero sin ser el peligro que fue antaño. Una especie de Cid Campeador que ha encontrado su segundo anillo el año que, quizá, menos lo merecía. Una paradoja guardada por el football, que ciertamente le debía alguna, para poner fin a una carrera que ya pide tierra deportiva.

Una leyenda que ha destrozado récords como Kurt Cobain sus guitarras. Un brazo de oro, que ha devorado más yardas que ningún otro y pasado hacia la end zone en más ocasiones de lo que nadie ha visto hasta ahora. Dos anillos de la NFL (2006 y 2015), siendo MVP en la de 2006; 5 MVPs en temporada regular; líder de toda la historia de la liga en número de pases de touchdown, 539; y en yardas conseguidas, 71.940. Los números han sido su mejor aliado en una carrera obscurecida por una tremenda desdicha en postemporada. Pero no se podría entender a Manning sin su némesis y amigo, Tom Brady.

La rivalidad ha retroalimentado sus mitos con un duelo que dejará huérfana la NFL en 2016. Los Manning vs Brady han sido elemento de culto para santos y profanos durante la última década. El quarterback de los Patriots sumado al elemento Bill Belichick han provocado dos variantes en la carrera del Sheriff: la del héroe vencedor en ocasiones contadas; y la del villano que nunca logró alcanzar los anillos del tándem: 4. Los números nunca podrán explicar ni sobrepasar lo disfrutado en las retinas. Para los no afortunados: Brady 11 – Manning 6, (en PO 3-2 para Peyton).

Una carrera brillante truncada en postemporada

Indianapolis Colts no dudó en hacerse con aquel niño de acné invisible y rostro de ‘viejoven’ que prometía el cielo para ellos allá en 1998. Era el número 1 del Draft y, realmente, pocas veces dejó de serlo en la NFL. El Lucas Oil Stadium convirtió en religión acudir los domingos para ver al mago número 18, de movilidad reducida pero de calidad Rioja gran reserva, alimentar su brazo de yardas. En 2006 certificó que la religión Manning no era una secta ‘sacacuartos’: primera SB con MVP incluido.

Pero tras aquello, la macabridad se apoderó de él como un demonio empalagoso en postemporada. Un rival mejor, defensas indestructibles, cortocircuitos inexplicables, fatalidades, el viento, la lluvia, las nubes, el amor… han derivado en un quarterback funcionario en playoffs. Los indestructibles Seahawks en 2014 destrozando a él y los Broncos por 43-8; la intercepción de Tracy Porter en la Super Bowl perdida ante los Saints; el todavía sin estudiar demente milagro de los Ravens en Mile High…

Años en las que su cara angelical se fue despedazando, distorsionando y castigando por miles de batallas. Sus brazos, cada vez más arcaicos, aletargados por una década de pases teledirigidos, intercepciones, sacks y toda clase de marrullerías que se viven en las 120 yardas teñidas de verde, encontraron una solución en Denver allá por 2012. Una cirugía en su cuello enterró el mito de Peyton Manning en Indanapolis, dando paso a la joven estrella de Stanford Andrew Luck.

Elway le resucitó en sus Broncos para darle su segunda y última oportunidad de alzar su añorado Vince Lombardi. Toda una vida honrando al óvalo, desenfundando y disparando más rápido que el resto, tuvo su éxtasis y final en Santa Clara. Manning, con la pólvora ya mojada y su nervio ciático pidiendo un sofá, se encontró con una realidad nunca antes vista por él: su defensa era mejor que él. Una de las mejores de la historia, coordinada por Wade Philips y con Von Miller como guía espiritual, apoyada en un santoral de jugadores criados para desesperar hasta al más nihilista.

Finiquitó su amor hacia la end zone con un latigazo a Fowler, eclipsado en conversión de dos, para cerrar un encuentro, una Super Bowl, dos anillos, una carrera con la que, seguramente, jamás hubiera soñado aquel chaval de 18 años salido de Tennessee. Porque, como diría Mathew McConaughey en el final de True Detective, si le preguntas ahora a Manning, no dudaría en decir que la luz gana a sus jornadas más oscuras. El último rodeo para que Peyton, ahora sí, pueda descansar en paz. Gracias por todo Sheriff, este deporte jamás te olvidará. A no ser que en verano te marques un Omaha para cambiar de jugada…

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