"Me sentía sucia", dice

La historia de Tiziana Lezcano, la prostituta transexual que ha conseguido ser futbolista profesional

La historia de Tiziana Lezcano, futbolista transexual en Argentina

Pudo salir de la prostitución para dedicarse al mundo del fútbol

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Tiziana Lezcano
Tiziana Lezcano

Tiziana Lezcano es una de las tres futbolistas transexuales de la Primera División en Argentina. Desde los 8 años, comenzó a jugar fútbol obligada por su madre, y ahora no puede imaginar su vida sin él. Desde pequeña, tuvo dudas sobre su orientación sexual e identidad de género, enfrentándose a rechazos de varios clubes. Ahora, con 32 años, la joven celebra haber podido salir del mundo de la prostitución para llegar a ser futbolista profesional.

Tiziana, que se desempeña como lateral derecho en la Primera de Ferro, ha concedido una profunda entrevista en Argentina en la que ha relatado las numerosas dificultades con las que se ha encontrado, tanto en la vida como en el deporte. «A los 8 años, mi vieja me llevó a una prueba del Deportivo Paraguayo de chicos, de baby fútbol. No quería jugar, prefería ver televisión, pero ella me obligó y se lo agradezco porque así empecé en el fútbol. Mi adolescencia fue linda y dura a la vez; tenía que ser alguien que no era. Pero la pasé bien, con muchas amistades, y no sufrí mucho bullying en el colegio», cuenta.

«Desde muy chiquita, a los tres años ya quería ser la Power Ranger Rosa. Mi mamá, que era muy machista, se enojaba y decía que tenía que ser el verde o rojo. Decidir hacer el cambio fue difícil; tuve que prepararme psicológicamente porque salir a la calle con ropa de mujer sin los cambios hormonales era duro. Me costó superar el qué dirán, pero con el tiempo me di cuenta de que la sociedad se fija en sí misma y no le importa lo que ven. Ahora me siento completa y muy bien conmigo misma», añade en el diario Olé.

La historia de Tiziana Lezcano

«Primero se lo conté a mi viejo, que era con quien más confianza tenía. Él me abrazó, se puso a llorar y me dijo que, si yo era feliz, él también lo era. Fue ahí cuando me liberé por completo. Después le conté a mi mamá, al principio no lo aceptó. Me dijo que no me hiciera el gay en el barrio. Pero al final lo aceptaron. Después vino el momento en que me acepté como trans. Mi mamá me echó de casa durante dos semanas, lo cual fue muy difícil para mí. Hubo un tiempo en que mi viejo tuvo un accidente y era el principal ingreso de la casa, así que tuve que buscar trabajo en algo que no quería: la prostitución. Fue muy difícil, eran situaciones a las que no estaba acostumbrada. Era muy peligroso. Presencié peleas entre chicas trans donde se apuñalaban y sacaban armas. Vi cómo algunas recibían disparos y las dejaban tiradas. De hecho, esto nunca se lo conté a nadie. Una vez, un chabón me apuntó con un arma en la cabeza y disparó, pero la bala no salió. Fueron momentos muy feos en la calle».

Tiziana Lezcano no se rindió y consiguió salir de aquello: «Soñaba con salir de todo eso. Deseaba tener mis estudios completos; quería ser profesora de educación física. Soñaba con una vida normal, tener una pareja y no estar con alguien por obligación. Te sientes sucia con todo eso». Y el fútbol le sirvió para olvidar algo muy duro: «Mi mamá tenía cáncer y fue un golpe muy duro para mí. Así que dejé todo y me dediqué completamente a cuidarla. Después de su fallecimiento, sentí un vacío inmenso que no pude llenar con nada. Noté que muchas chicas estaban jugando al fútbol y como a mí siempre me había gustado, y ya había completado mi transición, decidí acercarme a un club para ver si podía entrenar. Yo lo que quería era cumplir mi objetivo, que era jugar en primera y en la AFA. Yo dije, voy a jugar sí o sí. Y así fue».

«Me rechazaron en dos clubes. Es cuestión de luchar, porque si hubiera dejado que la decisión de ellos me afectara, hoy no estaría acá. Mi tercera oportunidad fue en Ferro, algo que parecía inalcanzable para mí. Fue en 2018 y le pregunté a una amiga si me podía probar. ‘Sí, gorda, andá, está buenísimo’, me dijo ella. Le pedí el número de un coordinador para preguntarle sobre mi condición sexual y si podía jugar. Me dijeron que sí, que no había problema. En la prueba éramos muchas chicas, unas 40, y solo quedamos tres».

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