Javier Sierra: «He logrado entender a Napoléon»

Ver vídeo

Un miércoles cualquiera a las 20 horas un grupo de 50 privilegiados que estuvieron atentos a la invitación supieron que esa era una oportunidad de las que pocas veces suceden. En lo alto de una de las cuatro torres que vigilan Madrid se celebraba una cata literaria con el escritor Javier Sierra. 

Periodista, escritor y mano derecha de Iker Jiménez, Javier Sierra habló de su último libro El secreto egipcio de Napoleón. Todos sentados y de repente se apagan las luces. Una velada muy intimista con la silueta de Sierra de pie en el escenario y Madrid desde el cielo. Así comienza una conversación entre amigos.

«¿Saben qué me llevo a escribir este último libro? Lo que en principio iba a ser un reportaje sobre la noche perdida de Napoleón terminó en algo más extenso. La locura de Napoleón Bonaparte por el Antiguo Egipto hizo que viviera allí un año entero con sus tropas. Se presentaron con trajes de lana y a los pobres, a las primeras de cambió, les dio una insolación”.

Napoleón se llevo con él a lo que llamaban el consejo de sabios. Encargados de copiar todo lo que veían para luego exportarlo a París y reproducirlo fielmente. Pocos saben que este viaje cambió la vida de Bonaparte y, por qué no decirlo, de nuestro escritor. Ambos comparten un secreto. El primero evitó hablar de él incluso cuando le preguntaron para escribir sus memorias. En cambio, Javier Sierra lo hace de manera que parezca divertido, una anécdota. Pero en el fondo a nadie de la sala le hubiera gustado estar en su pellejo.

Tanto Napoléon como Javier Sierra, unos cuantos años más tarde, pasaron una noche en la cámara del Rey de la Gran Pirámide de Giza. Solos, sin luz, con todos los sentidos a flor de piel. Una experiencia dura, tanto que ambos salieron cambiados. Napoleón muy pálido, con la cara descompuesta. Cuando sus hombres le preguntaron solo acertó a decir: “Aunque os lo contara, no me ibais a creer”. Javier Sierra logró entenderle y su vez transmitir al público todo tipo de sensaciones. Seguimos en penumbra surcando los cielos madrileños.

«Entré con una linterna, agua y un paquete de galletas»

«Comienzo a viajar a Egipto porque me obsesiono, me siento fascinado por toda su cultura. En 1995 me picó fuerte el virus de Egipto. Fui en agosto el primer año, volví cuatro veces más antes de acabar el año. Cuando regreso en 1997 ya tenía amigos. Había dejado caer mis planes acerca de dormir en la pirámide, y de repente me aparece la oportunidad. Me citan a las 10:30 de la noche cuando ya no hay turistas. Me viene a recoger un vehículo y me suben hasta la pirámide. Con una larga conversación intentan disuadirme por todos los medios y como ven que yo sigo en mis trece, me permiten entrar solo con una mochila en la que llevaba una botella de agua, una linterna y un paquete de galletas.

Me repiten varias veces que una vez que cierren la verja y el candado todo lo que pase allí será bajo mi responsabilidad. A la mañana siguiente me vendrían a recoger. Continúo sin mirar atrás. Escucho cómo cierran y me quedo dentro de la pirámide solo. En aquella época cortaban el sistema eléctrico por aquello de que no hubiera cortocircuitos, así que pronto me quedé a oscuras y además, las dos únicas rendijas de ventilación se apagaron también.

Corriendo saqué la linterna pero, como así de chulo y de Teruel no había comprobado las pilas y pronto me quedé sin luz. Eso o por otra circunstancia que contaré ahora. Cuando estás en la cámara del Rey no sé muy bien por qué se agotan las baterías. Hace poco volví con un cámara que me acompañó para hacer un reportaje y tras reírse nada más entrar en la sala, se le fundieron las baterías. Igual es algo que está en la sala…”

-Silencio sepulcral en la sala. No se oye ni una mosca y el público no se pierde ni un movimiento de Sierra en la oscuridad.-

«Al quedarme sin luz comienzo a comprender a Napoleón. Al fin y al cabo, iba solo con una antorcha y no le duraría toda la noche. Estaba muerto de miedo, sabía que tenía que aguantar porque nadie me iba a sacar. Por instinto, me fui a una de las esquinas y me puse de cuclillas. Al menos tenía la espalda cubierta. En frío piensas que el primer miedo es el terror de quedarte sin aire. Habían desconectado el sistema de ventilación de la pirámide y la distancia hasta el exterior era de al menos 30 metros de muro macizo.

Una vez superado ese miedo, el siguiente es el de los bichos. Comienzas a pensar en Indiana Jones, muerto de miedo y viendo que no pasaba nada, de repente me di cuenta de la impresión de que no sé dónde terminaba mi cuerpo y dónde empezaba la oscuridad.

Empiezo a moverme y a dar palmadas. Recibo ese eco que se sostiene más allá del tiempo esperado. ¿Qué puedo hacer tantas horas por delante? Solo una cosa: palpar las paredes hasta llegar al sarcófago de dos metros treinta de largo por cero noventa de ancho. Te tumbas en el sarcófago, no es morbo, es aburrimiento. Ahí me di cuenta de que lo que me pasaba a mí le pudo suceder a Napoléon. Empiezo a tener una sensación física extraña. Aquel sarcófago tiene mis medidas.

Imagino que a Napoléon le sucedió. ¿A qué cuento contemporáneo os recuerda? Al zapato de la Cenicienta, al final son conceptos cosas que encajan y que te abren a una nueva dimensión, un nuevo ritmo en la historia las que vamos repitiendo desde la Prehistoria hasta nuestros días.

«Una experiencia de iniciación que cambió mi vida»

¿Acaso esa piramide fue diseñada como un escenario para revivir la gran epopeya de Isis y Osiris? Yo así lo creo. Lo que yo pasé allí fue una experiencia de iniciación. Esto no tiene nada que ver con lo esotérico o lo oculto, sino que en el mundo antiguo era un rito de tránsito que marcaba el paso de una etapa de la vida a otra. Entré en 1997 como periodista y salí de allí como escritor porque al poco tiempo comencé a escribir mis primeras novelas. Esta experiencia fue para mí tan iniciática como para Napoleón, que entró siendo general y salió convertido en el futuro e inmediato dueño de Europa.

Se encienden las luces y la velada dio paso a una cata de vino ofrecida por el Eurostars Madrid Towers. Más íntimo Sierra reconoce que escribe historias que a él le hubieran gustado vivir, siempre con la responsabilidad de hacer pensar al lector.

En estos momentos Sierra se encuentra inmerso en un nuevo libro. «Estoy leyendo muchos textos, desenganchado de la hiperconectividad de las redes, de teléfonos que es lo que te da la libertad de concentrarte. Me siento como un ermitaño en la cueva creando algo, hasta me he rapado (risas)”. Cosa de unos meses.

Lo último en Cultura

Últimas noticias