J.J. Benítez: «Prácticamente todos los días hay ovnis que violan nuestro espacio aéreo»
El escritor acaba de publicar su libro número 70: 'Están aquí'
J.J. Benítez quiso ser Miguel Ángel. Literalmente. Sin bromas. De adolescente soñaba con pintar como él, pero el destino lo llevó hacia otro tipo de arte: el del misterio. Terminó siendo periodista, escritor, y una rara especie casi extinta: investigador del límite entre lo posible y lo imposible. Se hizo conocido en casi todos los rincones del planeta con su Caballo de Troya, saga convertida en fenómeno mundial. Millones de ejemplares, debates teológicos, furia institucional. Benítez hizo algo que casi nadie hace: atacó la versión oficial de la historia con aquellos dos agentes del Pentágono que viajaban al siglo I a acompañar a Jesús de Nazaret.
Por eso —y por su obsesiva investigación de los ovnis— lo han llamado conspiranoico, hereje, provocador. También visionario. Pero nada de eso parece afectarle. Habla con sosiego, con fechas y con nombres. Acaba de publicar su libro número 70: Están aquí. «El fenómeno ovni es real. Prácticamente, todos los días violan nuestro espacio aéreo», dice.
Ha investigado cientos y cientos de casos: Roswell, Maspalomas, la supuesta criatura capturada por Fidel Castro, los sucesos de Güines, de Guantánamo. Asegura haber entrevistado a más de 27.000 personas en 53 años. Dice tener documentos, fotografías, testimonios que «hacen imposible dudar de que existen».
Y por eso mismo está seguro de que si mañana una nave se posara sobre Madrid, dando sombra a la ciudad entera, tampoco pasaría nada. Habría una explicación institucional inmediata. Un relato oficial. Una coartada para salvaguardar la normalidad. Cita dos casos recientes: uno en Bulgaria, otro en Brasil. “Ya ha pasado”, dice.
Lo más inquietante que cuenta no tiene que ver con otros mundos, sino con el nuestro. Ha interrogado —asegura— a casi 1.000 personas que afirman haber hablado con familiares muertos y todos perdieron el miedo a morir. También quienes sobrevivieron a experiencias cercanas a la muerte. «Estaban tan bien que no querían volver». Allí no hay enfermedad, ni tiempo. Hay paz.
La Tierra es —según él— un aula experimental. Y nosotros, voluntarios. Elegimos (antes) nuestras alegrías y nuestras tragedias. Luego venimos aquí, a esta molécula de realidad, a vivirlas. Platón lo llamó caverna. Benítez, experimento.
Le pregunto qué hay después de la vida. No duda. «Vida».