'LIBERTAD O IGUALDAD' (EDITORIAL INNESFREE)

El aviso de Kuehnelt-Leddihn sobre el mayor y más oscuro despotismo del que se tenga memoria

Libertad o igualdad
Portada de 'Libertad o Igualdad' de Erik Kuehnelt-Leddihn.
Luis Balcarce

Erik Maria Ritter von Kuehnelt-Leddihn fue un noble católico austriaco que vivió entre 1909 y 1999. William F. Buckley contó que Kuehnelt-Leddihn era capaz de hablar ocho idiomas y leer otros diecisiete: “Era el hombre más fascinante del mundo”. Su libro La amenaza de la manada, publicado en 1943, es una feroz crítica al nacionalsocialismo en el que subyace una idea que defenderá durante toda su vida: el peligro de que la democracia degenere tarde o temprano en dictadura.

Kuehnelt-Leddihn fue un ferviente defensor de la aristocracia natural a la que consideró “el más preciado regalo de la naturaleza, para la instrucción, las garantías y el gobierno de la sociedad”. Hitler todavía estaba muy presente. ¿Cómo consiguieron los «nazis» ganar de esta manera? La respuesta para Kuehnelt-Leddihn es sencilla: al ser un movimiento de masas que aspiraba a una mayoría parlamentaria, señalaron a las minorías impopulares (cuanto más pequeñas, mejor) y luego reunieron el apoyo popular contra ellas. «El Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores era «un movimiento popular basado en la ciencia exacta» (palabras de Hitler), que militaba contra los pocos odiados: los judíos, la nobleza, los ricos, el clero, los artistas modernos, los «intelectuales», categorías que a menudo se solapaban, y finalmente contra los discapacitados mentales y los gitanos», afirmó.

 Libertad o igualdad, publicado en 1952 y que hoy rescata del olvido la editorial Innisfree, sigue por la misma senda de La amenaza de la manada elaborando una sólida defensa de la monarquía como el mejor sistema de gobierno concebido hasta ahora. Kuehnelt-Leddihn lo hace siguiendo toda una tradición de pensadores que va desde Platón a Tocqueville y que recelaron de la democracia por su inevitable tendencia a degenerar en tiranía. Corre el año 1952 y Occidente sigue buscando una explicación a las pesadillas nazi y soviética. “El hombre común es el dueño de su destino capaz de disfrutar de las cosas buenas de la vida. Poco importa que las realidades sean muy distintas. Un funcionario soviético de muy alto rango dijo recientemente a un príncipe europeo: «Sus antepasados explotaban al pueblo, alegando que gobernaban por la gracia de Dios, pero nosotros lo hacemos mucho mejor, explotamos al pueblo en nombre del pueblo», resaltaba Kuehnelt-Leddihn.

Lo más fascinante de Libertad o igualdad es la ingente cantidad de material bibliográfico hasta en siete idiomas sobre la degeneración democrática. Ahí se comprueba que Buckley no exageraba cuando decía que Kuehnelt-Leddihn “era una enciclopedia andante”. En particular nos emocionan las citas originales en español de Donoso Cortés al que el autor compara nada menos que con Tocqueville: “Sólo el francés le superó en la visión atormentada de la tiranía moderna”. Kuehnelt-Leddihn asocia a Donoso con De Maistre y hasta Koestler. El cristianismo era la religión de la libertad. Cada vez que se debilitaba, la civilización se resentía. “El mundo avanza a pasos agigantados hacia la instauración del mayor y más oscuro despotismo del que se tenga memoria”.

Y Kuehnelt-Leddihn rescata nada menos que el mítico discurso de Donoso Cortés como parlamentario del 4 de enero de 1849 para alertar de la pérdida del factor religioso que tanto le preocupaba a un ferviente católico como Kuehnelt-Leddihn: “A pesar de esto, señores, era necesario que el termómetro político subiera más, porque el termómetro religioso seguía bajando; y subió más. ¿Qué nueva institución, señores, se creó entonces? Pues subió más. Los gobiernos dijeron: «No me bastan, para reprimir, un millón de brazos; no me bastan, para reprimir, un millón de ojos; no me bastan, para reprimir, un millón de oídos; necesitamos más; necesitamos tener el privilegio de hallarnos a un mismo tiempo en todas partes». Y lo tuvieron, y se inventó el telégrafo. Señores, tal era el estado de Europa y del mundo cuando el primer estallido de la última revolución vino a anunciarnos a todos que aún no había bastante despotismo en el mundo, porque el termómetro religioso estaba por debajo de cero. Ahora bien, señores, una de dos…”.

Es más, en estas premonitorias palabras de Donoso se anticipa al globalismo: “Considerad una cosa, señores. En el mundo antiguo la tiranía fue feroz y asoladora, y, sin embargo, esa tiranía estaba limitada físicamente, porque todos los Estados eran pequeños y porque las relaciones internacionales eran imposibles de todo punto; por consiguiente, en la antigüedad no pudo haber tiranías en grande escala, sino una sola: la de Roma. Pero ahora, señores, ¡cuán mudadas están las cosas! Señores: las vías están preparadas para un tirano gigantesco, colosal, universal, inmenso; todo está preparado para ello; señores, miradlo bien; ya no hay resistencias, ni físicas ni morales; no hay resistencias físicas, porque con los barcos de vapor y los caminos de hierro no hay fronteras; no hay resistencias físicas, porque con él telégrafo eléctrico no hay distancias, y no hay resistencias morales, porque todos los ánimos están divididos y todos los patriotismos están muertos. Decidme, pues, si tengo o no razón cuando me preocupo por el porvenir próximo del mundo; decidme si al tratar de esta cuestión no trato de la cuestión verdadera”. Un libro fascinante, como el mismo Kuehnelt-Leddihn.

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