Sorprendente descubrimiento: nuestras orejas aún intentan moverse para oír mejor, como hace 25.000 años
Los científicos confirman a qué temperatura funciona mejor el cerebro
¿Nuestros antepasados eran veganos?
La razón por la que la gente que huele mal no lo sabe
Descubren una inquietante anomalía radiactiva en el fondo del Pacífico que deja sin respuestas a los científicos
La cirugía cambia para siempre: presentan el robot más pequeño del mundo y mide menos de un milímetro

Aunque algunas personas puedan moverlas a conciencia, los humanos tenemos las orejas fijas y con escasa movilidad. Sin embargo, un nuevo descubrimiento científico podría demostrar lo contrario.
La formación de las orejas en el humano fue muy similar al caso de otros mamíferos. Por ello, nosotros también tuvimos la capacidad de moverlas, para mejorar nuestra capacidad auditiva.
Estamos acostumbrados a ver a animales como los gatos o los perros hacerlo, pero desde hace mucho tiempo los humanos ya no las orientamos para captar sonidos.
Sin embargo, un nuevo estudio publicado en Frontiers in Neuroscience ha demostrado que esto no es del todo cierto. Aunque nuestras orejas no se muevan de forma perceptible, nuestros músculos auriculares aún se activan cuando intentamos escuchar con más atención.
Este descubrimiento científico ha maravillado a los investigadores, ya que demuestra que nuestro cerebro sigue utilizando ciertos mecanismos, incluso después de millones de años de evolución.
La evolución no fue capaz de cambiar este detalle de la oreja
Durante millones de años, nuestros antepasados usaron los músculos de sus orejas para girarse hacia los focos de sonido y poder protegerse de posibles amenazas.
A medida que íbamos evolucionando, perdimos esa capacidad y los humanos dejamos de tener orejas aparentemente móviles. ¿Pero perdimos la habilidad por completo?
Según este descubrimiento, nuestros músculos auriculares superiores y posteriores siguen funcionando en segundo plano, activándose cada vez que nos concentramos en un sonido concreto.
Es decir, cuando una persona intenta escuchar algo con mayor claridad, su cerebro todavía envía señales a los músculos de las orejas, como si aún pudieran moverse para mejorar la captación del sonido.
El descubrimiento científico que cambia lo que sabemos sobre la audición
Para comprobar esta hipótesis, los neurocientíficos llevaron a cabo un experimento con 20 participantes con audición normal. A cada uno se le colocaron electrodos en los músculos auriculares para medir su actividad eléctrica mientras escuchaban un audiolibro.
Además, intentaron complicarles la misión. Al mismo tiempo, reproducían otras voces con distintos ángulos, volúmenes y tonos similares al narrador principal, lo que obligaba a los participantes a esforzarse al máximo y a concentrarse.
Lo resultados fueron muy claros. Conforme la tarea se volvía más difícil, los músculos auriculares mostraban una mayor actividad eléctrica, intentando, sin éxito, mover las orejas hacia la fuente principal del sonido.
Con esta prueba, pudieron demostrar que el cerebro sigue utilizando un sistema de orientación auditiva, pero ya no funciona tan bien como hace 25.000 años.
Otros vestigios espectaculares del cuerpo humano
Ahora, a órganos vestigiales como el apéndice o las muelas del juicio, hay que sumarle el movimiento de los músculos auriculares superiores. Pero, en todo caso, no son los únicos ejemplos que podemos encontrar en el cuerpo humano:
- Piel de gallina: originalmente servía para que nuestros antepasados erizaran su pelaje y conservaran el calor o parecieran más intimidantes.
- Reflejo de prensión en bebés: los recién nacidos tienen un reflejo instintivo para agarrarse con fuerza, como lo hacían nuestros ancestros primates con el pelaje de sus madres.
- Tercer párpado: un pequeño pliegue en la esquina interna del ojo es lo que queda de una membrana ancestral que protegía los ojos en nuestros antepasados.