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La Genética del Comportamiento: ¿nacemos o nos hacemos?

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La Genética del Comportamiento.
Francisco María
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Durante siglos, científicos y filósofos han debatido sobre la naturaleza humana: ¿nacemos o nos hacemos? Aristóteles defendió la idea de que el comportamiento se aprende. En contraste, el conductismo sostiene que los recién nacidos llegan al mundo como una pizarra en blanco y se forman a lo largo del tiempo.

Este cuestionamiento ha dado lugar a un importante debate en psicología y otras disciplinas sobre la influencia de la genética frente a los factores ambientales en el comportamiento humano. La pregunta central es: ¿nuestras características y comportamientos son principalmente el resultado de nuestra herencia genética o de nuestro entorno y experiencias?

El Papel del Ambiente

Sin embargo, la genética no actúa de forma aislada. El entorno en el que crecemos, nuestras experiencias de vida y las interacciones sociales también son cruciales en la formación de nuestro comportamiento. Factores como la educación, la cultura, el contexto socioeconómico y las relaciones interpersonales pueden moldear nuestras respuestas y actitudes.

Por ejemplo, un niño que crece en un entorno familiar amoroso y seguro puede desarrollar una mayor autoestima y habilidades sociales, mientras que uno que enfrenta adversidades y traumas puede tener dificultades en estas áreas. La plasticidad cerebral nos muestra que nuestras experiencias pueden reconfigurar cómo funcionan nuestras redes neuronales, lo que resalta la importancia del entorno en el desarrollo del comportamiento.Epigenética

El debate

El debate naturaleza versus crianza se centra en cómo se forman las características y comportamientos de una persona. En este contexto, se identifican diferentes posturas.

Nativismo

Este enfoque atribuye las características y comportamientos a la herencia genética. Los considera innatos y producto de la evolución. Se alinea con el enfoque biológico.

Un ejemplo es la teoría de la Gramática Universal de Noam Chomsky. Esta sostiene que los seres humanos poseen una capacidad innata para entender estructuras lingüísticas, ya que existen “herramientas” biológicas que determinan ese proceso.

Empirismo

Según esta perspectiva, al nacer somos como una “tabula rasa” (una pizarra en blanco) y nuestras experiencias y aprendizajes moldean nuestra mente. Este enfoque sostiene que todas las conductas son el resultado del condicionamiento. Las consecuencias de nuestras acciones, ya sean refuerzos o castigos, afectan nuestra conducta futura.

Interaccionismo

El interaccionismo sostiene que el comportamiento humano resulta de la interacción entre los factores genéticos y ambientales. Este enfoque reconoce que ambas influencias se interrelacionan y que diversos niveles de explicación (biológicos, cognitivos y sociales) son necesarios para comprender un comportamiento específico.

Por ejemplo, el enfoque psicodinámico señala que los instintos innatos impulsan nuestro comportamiento, pero también es influido por nuestras experiencias y desarrollo.

Interacción Gen-Ambiente

La mayoría de los expertos contemporáneos coinciden en que tanto la genética como el entorno interactúan de manera compleja para modelar el comportamiento humano. Un caso ilustrativo es el de las habilidades: una predisposición genética hacia ciertos talentos suele requerir un entorno propicio para que se manifieste plenamente.

Los avances en genética han revelado que rasgos complejos como la inteligencia y la personalidad son el resultado de la interacción de múltiples genes. Sin embargo,  pero su expresión se ve afectada por factores ambientales.

Un niño con una predisposición genética hacia la inteligencia, al crecer en un entorno acomodado, podría tener más oportunidades de desarrollo desde sus primeros años, lo que potenciaría aún más su intelecto. El mismo niño, en un entorno de escasez, quizás no alcance el mismo desarrollo.Genes

Genética y ambiente

Los investigadores Scarr y McCartney identificaron tres formas en las que los genes influyen indirectamente en el comportamiento a través del entorno:

  • Vía pasiva. Los padres biológicos proporcionan un entorno que puede influir.
  • Forma reactiva. El temperamento puede determinar cómo los demás reaccionan ante nosotros, lo que a su vez afecta nuestro entorno.
  • Forma activa. Existe la tendencia a buscar entornos que complementen los rasgos genéticos. Por ejemplo, una persona introvertida podría optar por ambientes más tranquilos.

La relación entre genes y entorno también puede funcionar en sentido inverso. La crianza puede influir en la naturaleza a través del proceso de plasticidad neuronal, donde el entorno moldea el sistema nervioso y la estructura cerebral.

Un estudio realizado por Eleonor Maguire mostró que el hipocampo de los taxistas londinenses era más grande que el de otros individuos. Esto es un indicio de que la experiencia de transitar por las enrevesadas calles de Londres alteró su estructura cerebral.

Eric Turkheimer estudió la influencia del entorno en la inteligencia de gemelos. Encontró que la contribución genética a su Coeficiente Intelectual (CI) variaba según el estatus socioeconómico.

En familias empobrecidas, la contribución genética era cercana a cero.  En las familias más ricas, la influencia genética era alta, alcanzando un coeficiente de heredabilidad de 0,72. Esto muestra la enorme complejidad del tema.

Conclusión

Es probable que la respuesta a todas estas cuestiones resida en la interacción de ambos factores, donde la genética proporciona un marco de posibilidades, y el ambiente moldea cómo se despliegan esas posibilidades a lo largo de nuestras vidas. En última instancia, comprender esta relación puede ayudarnos a abordar mejor cuestiones relacionadas con la salud mental, la educación y el desarrollo personal.

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