Ni por esas

No es cuestión de suerte. Como ya he recordado otras veces y en palabras de José Luis García Traid «si en lugar de ser Paco hubiera sido Maradona, el balón no habría ido al palo, sino a gol». Cambien Paco por Larín, Samu, Sergi Darder, Amath o Sergi Darder e incluso Llabrés y habrás descrito en una frase el resumen del partido. Y, claro, a Javier Aguirre se le podrán imputar muchas cosas, pero no puede salir del banquillo para transformar las ocasiones que sus pupilos son incapaces de convertir.
Sí, salió con cinco atrás, pero con cuatro en el centro del campo que, presionando en campo adverso, pelotearon siempre en terreno ajeno sin que Rajkovic tuviera más trabajo que blocar sin problemas un tímido remate de Baptistao. A los 7 minutos Larin ya había coqueteado con el gol, Dani poco después, también Samu, pero a los rematadores rojillos, ayer vestidos de negro riguroso, no solo les falta acierto y sangre fría, sino que son víctimas de su propia ansiedad o, también, de eludir la responsabilidad del descabello.
Una pena ya no porque la situación exige victorias y no empates, sino en aras de imponer en el marcador la superioridad que demuestras en el campo. Salvando la distancia de las comparaciones, así le ocurrió al Barça en Valencia, pero mal de muchos, consuelo de tontos y si obras son amores y no buenas razones, goles son puntos y no las simples sensaciones.
Ante un anfitrión con un fuerte olor a segunda división, el Mallorca salió a por el partido aun con su dibujo habitual. No le bastó con el galopar constante de Samu ocupando una enorme porción de espacio, ni la voluntad, impropia terquedad de vez en cuando, de Dani Rodríguez , la entrega de Raillo o el empeño y la profesionalidad digna de elogio de Jaume Costa, en contraposición al insulso trote de Darder, las limitaciones físicas y mentales de Maffeo y la torpeza galopante ante la portería enemiga.
Del panorama para recibir el jueves a Osasuna, otra final, la enésima en 18 jornadas, ya hablaremos mañana.