Michael Douglas, el rey de la Serra

Michael Douglas, el rey de la Serra, recibe con una elegancia propia de los que desde la juventud han nacido en familias estrictas e internados conservadores. Su forma de ser en una reunión es más propia de un hombre de mundo, casi un príncipe, que de una estrella sideral de Hollywood y por tanto del mundo. Es difícil saber si o no en la isla, en S’estaca, la famosa casa de la Costa devenida en su refugio, casi una Forteza inaccesible para los que no pertenecen al círculo íntimo de la casa.
Sin embargo no es extraño verlo pasear por Valldemossa o Deyá, pasando casi inadvertido. Y eso que hacerlo acompañado de su esposa puede parecer difícil, pero no, ambos son discretos al extremo, y conscientes de que seguir manteniendo su estatus de estrella conlleva un enorme sacrificio además de mucha disciplina.
Michael es feliz, está en paz y con un magnífico aspecto físico. Atrás quedaron las preocupaciones y aunque no olvida, admite que aprende. Michael está en tregua con la vida y en paz consigo mismo. Cuando ha de abandonar la Isla para regresar a sus obligaciones laborales siente nostalgia, incluso antes de partir. Como si fuera un niño pequeño temiendo que no ha de volver al paraíso elegido.
Recuerda que cuando llegó la pandemia “justo acabábamos de despedirnos de nuestros hijos. Mi hija estaba estudiando en un colegio en Suiza, nos estábamos preparando para el síndrome del nido vacío y entonces llegó la COVID-19, que nos obligó a reagruparnos y fue maravilloso. La pandemia nos unió muchísimo y estamos muy agradecidos de haber podido vivir todo este tiempo con nuestros hijos. Nuestros trabajos nos obligan a viajar mucho. Mire, cuando trabajo lo hago rodeado de 150 personas. Este tiempo en familia nos dio mucho” y ese tiempo transcurrió en la Isla.
Lo que le hace feliz de verdad es tener una mujer feliz a su lado, eso hace que la vida sea feliz. le encanta regresar a Mallorca. Lleva viniendo más de 30 años y ha aprendido con el tiempo que ‘Esposa feliz, vida feliz’. Catherine, su esposa, es muy feliz aquí; más ahora que ya no comparten la casa con su primera mujer, Diandra. Ahora se siente mucho más cómoda. Está decorando la casa a su manera. Eso le hace feliz, verla feliz de verdad y aquí, en su casa con sus amigos.
Ha visto cambiar la Isla en esos 30 años y ha visto pasar a muchos gobiernos, pero todos hemos cambiado. Está claro que estoy aquí porque es el sitio que más quiero en el mundo y creo que todos lo hemos entendido igual. Estoy en Mallorca para apoyarla. Se identifica sobre todo con la Serra de Tramuntana. Esta parte de la Isla es lo que ha trabajado para que se convirtiera en Patrimonio de la Humanidad. Hizo la Costa Nord siguiendo la estela que dejó el archiduque Luis Salvador.
Todo su mundo le inspiró. Sus paisajes y sus trabajos marcaron y marcan mi camino. Ahora esta muy involucrado en la ONG Tramuntana 21, que lucha para que se mantengan los olivos milenarios en las fincas de la Serra. Quieren que en la Serra no se construya, que se mantenga tal cual está, que Deià siga siendo el pueblo que siempre ha sido. Preservar y ayudar.
Es Mensajero de la Paz de las Naciones Unidas lo que le ha servido para que la Serra sea patrimonio de todo el mundo. Esta ha sido y es su gran labor. De Banyalbufar a Pollença, la Serra, no ha cambiado mucho, Michael se enfoca en conservar esta parte patrimonial que tiene que ver con la historia y la belleza. Por supuesto que sale de su zona de confort, viaja por la Isla y conoce sus problemas.
Y sé que hubo un tiempo en el que los mallorquines pensaban que se iría de la isla para no volver. Lo achaca a la incomodidad de compartir la casa de s’Estaca con Diandra. Seis meses para cada uno no era algo agradable para nadie. Ahora que ya está todo arreglado y que la casa es cien por cien de Catherine y Michael, puede decir que nunca se quiso ir. Sus hijos seguirán viniendo y sus nietos y sus hijos. Está seguro que durante generaciones esta Isla será suya. Esta casa es de su familia y lo seguirá siendo. A Cameron, Dylan y Carys les encanta.
Atrás quedaron las épocas oscuras, que admite el actor, lo fueron y mucho. Las superó con una plegaria que dice: ‘Dios, dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, la fuerza para cambiar las cosas que sí puedo cambiar y la sabiduría para saber la diferencia’.
El actor estadounidense, el hijo del carbonero, confiesa que se siente cada vez más a gusto en la Isla. Desde su paraíso en s’Estaca trabaja a distancia con Los Ángeles por las tardes, pero el resto del día lo dedica a disfrutar de los encantos de la Serra, y ayudarla. Mientras en casa Z. Jones ejerce de esposa, de modista, pues ha heredado la pasión por la costura de su madre que en muchas ocasiones les acompaña. Les ha encantado rehacer todas las cortinas de la casa, elegir la tela y coserlas juntas.
¿No es un sueño?
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