Jiri Rozen lleva a la Sinfónica al zénit con ‘Alpina’ y un prólogo estremecedor: el himno de Ucrania
La Orquesta Sinfónica de Baleares estuvo a la altura de las exigencias del momento
El fuerte carácter del joven director checo llevó a buen puerto una interpretación tan compleja como necesitada de templanza
El público espontáneamente fue poniéndose en pie cuando sonó el himno ucraniano

Dos veladas consecutivas, el 17 de febrero con La sexta de Mahler y el 10 de marzo con Alpina de Strauss, la Acadèmia Simfònica (aportando gente joven en proceso de formación) ha entrado con fuerza en la temporada de abono de la Orquestra Simfònica de les Illes Baleares (OSIB).
Debe reconocerse a Pablo Mielgo o a quien corresponda el impulso que está dando los últimos seis años a estudiantes en activo del Conservatorio Superior para que ensayen su capacidad de integrarse en un conjunto orquestal profesional.
La monumentalidad que cabe introducir por su agradecida vistosidad en el calendario de nuestra orquesta sinfónica se había puesto en entredicho -este 2022- ante el aplazamiento de Carmina Burana, inicialmente previsto para el 3 de febrero, debido a que situar a doscientas personas sobre el escenario (orquesta y coro) era incompatible con la normativa covid actualmente vigente. Así pues, la alternativa como mal menor de dotar a la orquesta de un refuerzo para superar el centenar de profesores ha sido puesta de manifiesto con creces. Hoy hablaré de Strauss.
Jiri Rozen (Praga, 1991) es un joven y carismático director que paso a paso va camino de la definitiva consagración. Empezó a estudiar dirección a los 15 años de edad en el Conservatorio de Praga y los acabó en el Mozarteum de Salzburgo. Un dato de por sí bastante revelador. Se ha venido a Palma, invitado a dirigir la Sinfónica de Baleares, en el momento más oportuno de su ascendente carrera cuando le aguardan grandes retos esta temporada.
Novedades en el concierto de abono de la Sinfónica de Baleares, el jueves 10. En primer lugar el director titular Pablo Mielgo le cedió el atril al joven checo de 31 años y promesa emergente, Jiri Rozen. Acto seguido, cambio en el programa sustituyendo Música de fuegos de artificio, de Haendel, por la Sinfonía 101, El Reloj de Haydn, manteniéndose el estreno de Una Sinfonía Alpina, de Richard Strauss, que por primera vez interpretaba la Sinfónica de Baleares. Pero todavía quedaba una sorpresa más: de inicio la megafonía anunciaba que la orquesta iba a interpretar el himno nacional de Ucrania en solidaridad con el pueblo ucraniano invadido por Rusia.
Puedo imaginar que algo tuvo que ver en ello Jiri Rozen (recordemos los estragos causados el verano de 1968 por los tanques del Pacto de Varsovia en pleno desarrollo de las libertades alcanzadas durante la Primavera de Praga) y lo más emocionante fue ver cómo el público espontáneamente iba poniéndose en pie. Un punto de partida que condicionó para bien el resto de la noche.
Sobre el papel, comenzar con Haendel o Haydn era algo indiferente puesto que ambas obras reúnen los condimentos necesarios para abrir programa, que en el caso de la Sinfonía 101 se contempla un segundo movimiento (andante) sumamente agradecido para reposo estético en contraste con la emotividad inesperada de los reivindicativos minutos iniciales.
En cualquier caso la novedad a destacar era el estreno para la Sinfónica de Baleares del poema sinfónico Una Sinfonía Alpina, estreno complejo y revelador del momento de forma de cualquier orquesta por su fuerte pulso monumental y a la vez mayúsculo ejercicio de música programática en contraposición a la música absoluta dominante hasta entonces. Y aquí es donde entra el papel de Jiri Rozen con su determinación y solidez a la hora de embridar a una formación reforzada más allá del centenar de músicos.
La musicología había reconocido Alpina, estrenada en 1915, la obra que “lleva el concepto de realismo en la música a un nivel sin precedentes” y que además culminaba el recorrido iniciado en 1886 catalogado por Hugh MacDonald como “la vanguardia de lo moderno”. Este poema sinfónico es en realidad el relato de una jornada particular articulado en 22 escenas que también cabría interpretar como estrofas de un dictado descriptivo, en este sentido alimentando el concepto de música incidental que abre el camino todavía por llegar, de las bandas sonoras que nos aportará el cine sonoro.
Obra compleja, intensa y de gran viveza, Alpina reclamaba mano firme desde el atril para que no se desbordase innecesariamente el relato y desde luego el fuerte carácter de Jiri Rozen era el antídoto necesario para llevar a buen puerto una interpretación tan compleja como necesitada de templanza. Lo que podía contemplarse sobre la tarima era una autoridad indiscutible.
Escuchar con mentalidad del siglo XXI una obra que en su día rompió los esquemas vigentes, ejercitándose en el uso virtuoso de la orquestación, solo necesitaba la autoridad de la tarima para llegarnos en plenitud. Y eso fue lo que sucedió en la sala magna del Auditórium de Palma, consciente Rozen de los grandes retos que le aguardan en la presente temporada y necesitado entonces de exponerse a retos singulares como Alpina, que consideraba el compositor alemán como su más perfecto trabajo de orquestación.
La Sinfónica de Baleares estuvo a la altura de las exigencias del momento. No en vano ésta es una obra que han frecuentado permanentemente grandes figuras de la dirección, entre ellas Karl Böhm, Rudolf Kempe, Georg Solti, Zubin Mehta, Herbert von Karajan, Kurt Masur y así sucesivamente.
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- Conflicto Rusia-Ucrania