La casa por el tejado

Creíamos que después de las majorettes de Utz Claassen y el chiquipark de Gabriel Cerdá, no quedaba nada por ver, pero no hay mayor verdad que aquella que nos recuerda que cada día que vivimos aprendemos algo nuevo.
El CEO del Mallorca, Alfonso Díaz, presume de haber modernizado el estadio municipal, no lo olvidemos, de Son Moix, lo que no diremos que está mal, pero antes que un sports bar, un sport clinic, una plaza fondo sur, el espacio comercial Futbol Emotion, las cerchas iluminadas de rojo, las vidrieras del túnel de vestuarios y todo eso que se ha pagado con los fondos suministrados por la LFP a través de la hipoteca suscrita con el fondo CVC Capital Partners, el mallorquinismo habría agradecido menos inversión en tales lavados de cara y mayor apuesta por el nivel de la plantilla que, en definitiva, es lo que sustenta y permitiría tanta obra que queda muy bonita, pero no marca goles en las porterías de los equipos visitantes. Y ahí si que Pablo Ortells no tiene ninguna culpa.
Tampoco ganan ningún partido los 11 millones de seguidores en redes sociales y en cuanto a las cifras oficiales se generan ciertas discrepancias. ¿150 millones de televidentes?, ya les gustaría a los de Movistar. Deben entrar los de Japón, Kosovo, Eslovaquia, Canadá y Arizona por aquello de los internacionales y la Propiedad, ya que el share del Mallorca asciende a 632.000 espectadores únicos por transmisión lo que da un total de 24 millones temporada.
Según las cifras que el propio club facilita en el intermedio de cada partido de liga, el total de asistentes que han desfilado por el estadio no es de 425.000, sino de 348.037, lo que deja una media por encuentro de 18.318, no los 22.368 que se deduce de dividir por las 19 jornadas del calendario los 425.000 que declara el club en su pomposo vídeo de promoción. De eso tampoco tiene la culpa Ortells, aunque en este punto quizás habría que repartir entre jugadores y cuerpo técnico en función del espectáculo ofrecido.
Como spot publicitario está muy bien, nada que objetar. Que cada cual crea lo que quiera. Pero recortar el gasto en el equipo para presumir de parroquia más que de catedral es lo mismo que empezar la casa por el tejado, por muchas medallas que el CEO se quiera poner.