Epicondilitis o codo de tenista: qué es, cómo lo podemos evitar y qué tratamientos hay disponibles
Este viernes, y hasta el día 23 de julio, comienza la segunda edición del Madrid Premier Padel, que se celebrará en el recinto Madrid Arena y que contará con Quirónsalud como Servicio Médico Oficial del campeonato. Muchos son los aficionados a este deporte que estarán disfrutando de la batalla de palas en esta competición que cada día gana más adeptos. Pero es que, además de esta afición a los partidos, el pádel es un deporte muy extendido tanto de forma profesional como amateur, por lo que debemos tener en cuenta cuáles son las lesiones más habituales y la prevención que debemos tener para cuidarnos y no tener sustos no deseados practicando deporte.
Pero, ¿cuáles son las lesiones que más se dan en los deportistas que juegan al pádel? El Dr. Antonio María Foruria, especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología del codo en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, centro de referencia del campeonato, detalla que esta extremidad es una de las que más sufre con este tipo de deporte. Explica que las lesiones que más se producen son las relacionadas con la sobrecarga de los tendones y la musculatura del codo y el antebrazo, y en concreto la más frecuente es la epicondilitis, también conocida como codo de tenista. «Es una enfermedad degenerativa del tendón proximal del extensor radial corto del carpo, un músculo de la cara externa del codo que nos permite estirar la muñeca y estabilizarla cuando usamos nuestra mano», aclara.
Otras lesiones comunes en los deportistas de raqueta incluyen la artrosis primaria de codo producida por los impactos y sobrecarga articular repetitiva, la neuropatía del nervio cubital manifestada por dolor en la cara interna del codo y sensibilidad anormal en el cuarto y quinto dedo de la mano, las lesiones ligamentarias producidas por los saques y los mates repetidos, las lesiones osteocondrales por el impacto repetido de una superficie articular contra otra en un área concreta, y la combinación de lesiones antes expuestas por acumulación de las mismas como vemos en los síndromes del codo del lanzador, por ejemplo.
Por su mayor frecuencia, en este artículo nos centraremos en la epcondilitis, la cual se presenta, expone el Dr. Foruria, en forma de «dolor en la cara externa del codo cuando usamos nuestros músculos extensores, incluso haciendo cosas tan simples como dar la mano, o coger una jarra o una botella o abrir una puerta en los casos más graves». Además, añade, «cuando aparece, puede durar muchos meses antes de resolverse y puede impedir que hagamos deporte».
Cuidar mucho los estiramientos, estar fuerte, y dejar descansar nuestro codo
Para evitarla, el traumatólogo indica que hay que tener unos músculos extensores de la muñeca «fuertes y sanos, y también hay que protegerlos con ejercicios de estiramiento de los músculos extensores antes de la actividad y evitar las sobrecargas repetitivas sin periodos de descanso de la musculatura».
Y es que, tal como indica, en los deportes de raqueta es muy frecuente la aparición del conocido codo de tenista. Por ello, apunta, «es fundamental tener cuidado al escoger la empuñadura y el peso de nuestra pala, prestando especialmente atención en los periodos en los que cambiemos una raqueta a la que estamos acostumbrados por otra diferente».
En este punto, no obstante, si la lesión aparece y se alarga en el tiempo, además de los estiramientos –que son básicos en cualquier deporte– es importante conocer que hay tratamientos disponibles. En primer lugar, está «el tratamiento conservador», ya que debemos recordar que con el tiempo «el dolor de la epicondilitis desaparecerá, pero no siempre ocurre».
Si este es el caso, el Dr. Foruria señala que, además de los estiramientos, podemos usar bandas de epicondilitis. En concreto, son cinchas que rodean el antebrazo y que tienen un cojín o elevación para presionar la musculatura extensora. «Al aplicarlas en el sitio correcto, parte de la tensión muscular se disipa en el lugar de aplicación, descargando el tendón enfermo. Su uso ha demostrado aliviar el dolor de manera significativa en estudios científicos», comenta.
También podemos optar, expone por una modificación de la actividad y medidas posturales. En este punto, explica que «intentaremos prescindir de las actividades que nos produzcan dolor, y modificaremos la manera de hacer otras no evitables para intentar minimizar los síntomas. Como ejemplo, es especialmente útil para cargar pesos cogerlos desde abajo con las palmas hacia arriba, con el fin de utilizar los músculos flexores sanos del antebrazo, y evitar utilizar los extensores enfermos».
Y, por supuesto, recomienda el Dr. Foruria, acudir a nuestro fisioterapeuta. «Existen multitud de variantes de que nos pueden ayudar a disminuir el dolor bajo el tratamiento dirigido por fisioterapeutas experimentados», añade.
Infiltraciones, sólo para alivio temporal
Es frecuente que se ofrezca realizar infiltraciones con fármacos anestésicos y corticoides para el tratamiento de la epicondilitis porque son muy eficaces para disminuir el dolor de manera inmediata, pudiendo en algunos casos eliminarlo. “Sin embargo, nosotros las desaconsejamos porque su efecto es únicamente temporal, y existe evidencia científica de que su uso puede hacer que la enfermedad dure más tiempo y con peores síntomas a medio y largo plazo, pudiendo además disminuir la eficacia del tratamiento con cirugía», aclara.
Las infiltraciones con factores de crecimiento plaquetarios, o PRP, son otra posibilidad en el tratamiento de la epicondilitis. Su eficacia es controvertida a tenor de los resultados dispares en los estudios científicos, pero no produce ningún daño en los tejidos, y en casos seleccionados su uso podría ser beneficioso.
Cirugía sí o no
En este caso, el Dr. Foruria explica que la cirugía se reserva para aquellos casos que son resistentes a todos los tratamientos más conservadores ya citados. «En general, se recomienda esperar al menor un año antes de optar por una intervención quirúrgica, ya que pocos pacientes llegan a tener dolor durante tanto tiempo, resolviéndose antes la enfermedad de manera espontánea», asegura.
Sin embargo, para las personas con un dolor que interfiera de manera inaceptable con su día a día (actividad profesional, deportiva, ocio, obligaciones familiares, etc.), y con una duración mínima de seis meses, el especialista defiende el uso de cirugía: «Se trata de una intervención que supone poder recuperar su vida y deshacerse del dolor de una vez por todas».
Cirugías sin ingreso
En primero lugar, detalla el Dr. Foruria la epicondilitis aislada puede tratarse mediante cirugía abierta, con «una incisión de unos 4 cm sobre la zona dolorida a través de la cual se elimina el tejido tendinoso enfermo».
En segundo lugar, la epicondilitis asociada a enfermedades del interior de la articulación del codo (hasta un 40% de los casos), «se puede tratar con cirugía artroscópica, la cual se hace mediante la utilización de una cámara de 4 mm de diámetro, y pequeños instrumentos eléctricos y motorizados introducidos por incisiones en la piel menores de 1 cm de longitud. Esto permite eliminar el tejido enfermo de la epicondilitis, así como diagnosticar y tratar otros problemas del interior de la articulación del codo».
Y concluye: «En ambos casos la cirugía no requiere ingreso, pudiendo abandonar el hospital poco tiempo después de la intervención. Se hace con anestesia solo del brazo y tiene una duración aproximada de entre 20 y 45 minutos, siendo segura en manos experimentadas, con unos resultados satisfactorios entre el 90 y 95% de los casos».
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