Crítica de ‘Mediterráneo’, nominada a Mejor Película en los Premios Goya 2022
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Después de analizar El buen patrón, Madres paralelas, Maixabel o Libertad, uno se queda con la sensación de que Mediterráneo ocupa un lugar privilegiado entre las nominadas a los Premios Goya 2022 por su temática, más que por la habilidad de Marcel Barrena para retratar la compleja crisis de refugiados que todavía, a día de hoy, se vive en uno de los ecosistemas más turísticos de Europa. La cinta aspira a 7 nominaciones entre las que destaca Mejor Película, Director y Actor Principal, siendo protagonista de este último reconocimiento un Eduard Fernández que exprime al máximo la insulsa sustancia de su personaje, Òscar Camps.
La película está basada en la historia real que originó lo que terminaría siendo la ONG Open Arms. Nos situamos entonces después del verano de 2015, en el que dos socorristas, Òscar (Eduard Fernández) y Gerard (Dani Rovira), viajan hasta la isla griega de Lesbos, en Grecia, consternados por la fotografía de un niño muerto en la orilla del Mediterráneo. Al llegar allí, descubren que la crisis migratoria es mucho más grande de lo que imaginaban: miles de personas cruzan las aguas en terribles condiciones, debido al negocio de las mafias, para huir de la guerra. A estas acciones de rescate se unen la hija de Òscar, Esther (Anna Castillo), Nico (Sergi López) y más miembros que trabajaran sin descanso con el objetivo de salvar el mayor número de vidas posibles en el mar.
El drama del llamado “cine necesario”
De por sí, el término “cine necesario” puede llegar a causar un rechazo instantáneo, nada más pronunciar sus palabras. Entre otras cosas, porque el séptimo arte no es un bien de primera necesidad ni es necesario para nada en la vida. Normalmente, este tipo de propuestas se inspiran en hechos reales, profundamente dramáticos que agitan y conmocionan el debate social pero que, además, articulan su narración en torno a la idea errónea de que per se, es suficiente con ser pobre o sobrevivir para enganchar al espectador. Contrariamente a lo que propone Barrena, los personajes precisan de contradicciones y conflictos internos para resultar interesantes y Mediterráneo no contiene nada, más allá de la heroicidad y entrega que podríamos ver en cualquier telediario o reportaje.
Tanto es así que cualquiera de sus secuencias dentro del mar, derivan su emoción en algo que vemos repetido una y otra vez: la heroicidad subrayada en cada carrera hacia el agua, en cada brazada. Por otro lado, es cierto que se ha intentado construir su trama a partir de las pequeñas historias de sus personajes, pero hasta estos intentos de reflejar la crisis humanitaria, caen en metáforas facilonas como la de una madre buscando a su hija. Mediterráneo está lleno de “personajes bandera” que ondean constantemente la relevancia de su misión. A partir de ahí, su horizonte no esconde nada más.