gadgets

El día que mi altavoz inteligente me hizo sentir idiota (y no ha sido solo una vez)

altavoz inteligente
Nacho Grosso
  • Nacho Grosso
  • Cádiz (1973) Redactor y editor especializado en tecnología. Escribiendo profesionalmente desde 2017 para medios de difusión y blogs en español.

Estaba solo en casa, lo habitual. Dije “pon algo de jazz suave” con toda la confianza del mundo para acompañarme mientras escribía. El altavoz inteligente, un HomePod mini, parpadeó como si me escuchara, y de repente empezó a sonar un podcast de crímenes reales en inglés. No uno cualquiera, uno que ya había escuchado semanas antes. Repetí la orden y nada. Probé con otro tono. Nada. Y entonces me vi allí, hablando con una caja negra en mi escritorio, subiendo la voz, vocalizando como si me hubiese tragado a Matías Prats padre. Y fue en ese momento, justo ahí, cuando pensé,  este cacharro me está haciendo sentir idiota.

¿Inteligente para quién?

Llamamos “inteligente” a cualquier cosa que se conecte a WiFi y responda con voz robótica. Pero que un altavoz inteligente te entienda solo cuando le da la gana no es precisamente brillante. Sí, funciona el 80% del tiempo, y cuando lo hace, parece magia. Pero ese 20% restante es el que te saca de quicio. Es el que te hace sentir que el problema eres tú. Que quizás no has dicho la frase correcta. Que no estás formulando bien el comando. Que no tienes acento de anuncio.

El problema no es el dispositivo, es lo que esperamos de él. Nos han prometido una experiencia natural, como hablar con alguien. Pero hablar con alguien no implica repetir lo mismo tres veces. Ni cambiar tu entonación para que te entiendan.

El marketing dice una cosa, tu salón otra

En los anuncios, un padre moderno dice “baja las luces” y, pum, todo se vuelve cálido y acogedor. En tu casa, dices “baja las luces” y lo que baja es el volumen de la música. O se apaga la luz de la cocina, donde tu hija se calienta la leche en el microondas. Dices “Siri reproduce música relajante” y empieza con «The trooper» de Iron Maiden.

Y ahí estás tú, intentando mantener la compostura. Porque, claro, si te cabreas con una máquina, pareces tonto. Pero si no te cabreas, te da la sensación de que te está ganando y que tiene el control. Y así se va acumulando esa mezcla de frustración, impotencia y resignación que nunca verás en los anuncios.

Hablar con una máquina te hace cuestionarte

Lo curioso es lo rápido que nos adaptamos. No nos entiende a la primera, y enseguida cambiamos el tono, repetimos más lento, usamos sinónimos. Nos esforzamos como si el error fuera nuestro. Como si tuviéramos que ser más amables con una voz sintética que con una persona real.

Eso dice mucho, no del altavoz inteligente, sino de nosotros y de cómo queremos que nos entiendan. De cómo proyectamos emociones en una tecnología que no siente, no interpreta ni empatiza. Es solo una máquina, pero cuando no responde como esperas, te sientes raro. Te hace cuestionar si estás diciendo las cosas mal. Si tienes que aprender a hablar “como le gusta” al asistente.

HomePod

Lo más tonto no eres tú, es el altavoz inteligente

He llegado a una conclusión que me tranquiliza, no soy yo, es el altavoz. Puede que tenga un procesador avanzado, que aprenda con el tiempo, que acceda a la nube y se actualice solo, pero sigue siendo torpe. Lo importante es no perder el sentido del humor, ni dejar que un fallo tecnológico te haga dudar de ti mismo. Vamos, ese «no eres tú, soy yo», pero al revés.

La próxima vez que no te entienda, no te enfades. Respira, recuerda que aún estamos enseñando a estas máquinas a convivir con nosotros. Y sobre todo, ten claro que no eres idiota por hablarle a un altavoz inteligente. Serías idiota si creyeras que ya lo entiende todo.

 

Lo último en Tecnología

Últimas noticias