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Qué explicación da la psicología para humanizar objetos inanimados

Este fenómeno se llama antropomorfismo, un proceso mental que proyecta rasgos, emociones o intenciones humanas en cosas

  • Diego Buenosvinos
  • Especialista en periodismo de Salud en OKDIARIO; responsable de Comunicación y Prensa en el Colegio de Enfermería de León. Antes, redactor jefe en la Crónica el Mundo de León y colaborador en Onda Cero. Distinguido con la medalla de oro de la Diputación de León por la información y dedicación a la provincia y autor de libros como 'El arte de cuidar'.

Es común escuchar a alguien decir que su coche se portó mal o que su peluche favorito les da consuelo. Esta tendencia a atribuir sentimientos o características por humanizar objetos inanimados es más frecuente de lo que parece, y tiene una explicación psicológica. Este fenómeno se llama antropomorfismo, un proceso mental por el cual los seres humanos proyectan rasgos, emociones o intenciones humanas en cosas que, en realidad, no tienen vida ni conciencia.

El antropomorfismo es un comportamiento natural del cerebro humano. Según los expertos, tiene sus raíces en nuestra capacidad de socialización. «Desde una perspectiva evolutiva, los humanos han desarrollado mecanismos para leer señales emocionales y comportamentales en otros seres vivos, particularmente en otros humanos», explica Adam Waytz, psicólogo y profesor de la Escuela de Administración Kellogg de la Universidad Northwestern. Esta habilidad es crucial para la supervivencia en términos de colaboración y comprensión mutua. Sin embargo, a veces el cerebro sobrepasa esos límites y aplica esta capacidad a objetos que no tienen emociones ni vida​.

Waytz y otros investigadores señalan que el antropomorfismo se activa cuando las personas buscan comprender o controlar el mundo que les rodea. Esto ocurre especialmente cuando los objetos tienen cierta familiaridad, imprevisibilidad o parecen tener «agencia», es decir, la capacidad de influir en su entorno. Por ejemplo, los coches y los electrodomésticos pueden volverse impredecibles o funcionar de manera errática, lo que puede desencadenar sentimientos de frustración o incluso empatía por parte del dueño, lo que lleva a atribuirles características humanas.

Además de la necesidad de control, existen otras motivaciones detrás de este comportamiento como la soledad o conexión emocional, cuando las personas se sienten solas o desconectadas de otras personas, tienden a buscar compañía emocional en objetos. Un estudio publicado en Social Cognition mostró que las personas solitarias son más propensas a antropomorfizar objetos, porque buscan una forma de aliviar su sensación de aislamiento.

Facilitar el entendimiento del mundo: el cerebro humano está programado para crear narrativas y estructuras a partir de patrones. Asignar intenciones o sentimientos a objetos inanimados facilita la comprensión del entorno. Al imaginar que un objeto tiene deseos o emociones, las personas pueden explicar mejor su comportamiento (como un coche que se «descompone justo cuando más lo necesitas»).

Cultura y costumbre: en muchas culturas, se da vida a los objetos a través de historias, mitología o incluso la publicidad. Las mascotas virtuales, como los tamagotchis en los 90, o los personajes de series animadas, como WALL-E, son claros ejemplos de cómo los medios nos animan a ver humanidad en lo inanimado.

¿Cuándo se vuelve un problema?

Aunque el antropomorfismo es una tendencia natural y en muchos casos inofensivos, puede volverse problemático si una persona desarrolla una dependencia emocional desproporcionada con un objeto. Esto podría ser un síntoma de otros problemas subyacentes, como el trastorno de apego, ansiedad o dificultades para relacionarse con otras personas. Los expertos sugieren que, si bien es normal sentir apego por objetos que tienen un valor emocional, es importante no dejar que esto interfiera con las relaciones interpersonales reales.

Los seres humanos tienen una tendencia innata a otorgar cualidades humanas a objetos inanimados como una forma de conectar emocionalmente, comprender su entorno o manejar la soledad. Desde un peluche que brinda consuelo hasta un coche rebelde, el antropomorfismo es parte de nuestra naturaleza social. Aunque en su mayoría inofensivo, este fenómeno puede ser un reflejo de necesidades emocionales insatisfechas y, en casos extremos, requerir atención psicológica.