Cierre de tiendas

Adiós a la peluquería de toda la vida que llevaba casi 40 años peinando en San Sebastián

adiós peluquería
Blanca Espada

En San Sebastián como en cualquier otro ciudad, existen locales que se convierten en parte del paisaje igual que una plaza o incluso un monumento. Son comercios que acompañan la vida del barrio durante décadas, que ven crecer a familias enteras y que terminan formando parte de la memoria colectiva. Por este motivo, cuando uno de ellos anuncia su cierre, no desaparece sólo un negocio. Se va un pedazo de historia cotidiana, una rutina del barrio y una referencia en la que mucha gente se ha sentido como en casa.

Eso es lo que ha ocurrido en Arroka Kalea, 2, en pleno centro de Donostia, donde Imak Peluqueros llevaba más de 37 años subiendo la persiana cada mañana. Pero hace poco, un cartel colocado en la puerta avisó de lo que muchos clientes temían desde hace un tiempo. Aquellos que pasaban por la acera se detenían un momento a leerlo, quizá sin creer del todo que esa peluquería, tan presente en la vida de la ciudad, cerraba definitivamente sus puertas. El anuncio del adiós ha sido claro y contundente y habrá dejado a más de un vecino sin creer que después de tanto tiempo, la peluquería de toda la vida para muchos, echa el cierre definitivo: «A nuestras queridas clientas y clientes, amigas y amigos. Después de más de 37 años, nos toca cerrar para siempre la persiana de Imak Peluqueros». Esta no ha sido sólo una frase para informar. Se ha tratado de una despedida en toda regla que habrá provocado tristeza pero también preguntarse los motivos para que se haya tenido que echar el cierre.

Adiós a una peluquería de toda la vida en San Sebastián

El adiós a esta peluquería deja a muchos de sus clientes sorprendidos, pero el equipo ha querido agradecer, antes que nada, el tiempo compartido. En el cartel que anuncia el cierre, comentan: «…aunque nos cueste, queremos hacerlo dando las gracias por todos estos años de buenos momentos». Porque una peluquería de barrio no vive sólo de servicios. Vive también de todas esas conversaciones que también se forman cuando se va que te corten el pelo o a que te hagan un peinado. Lo sabemos, las peluquerías son más que un simple negocio.

Detrás del local siempre ha estado Karmen Imak, la persona que dio nombre a la peluquería y que durante todo este tiempo ha sido algo más que una propietaria. Su mensaje en redes y en el propio cartel dejaba ver lo que ha supuesto este negocio para ella. Han sido décadas llenas de vida y de ilusión, dedicando el tiempo a lo que más nos gusta y eso ha sido gracias a todas vosotras y vosotros. Quienes han pasado por su silla lo saben bien. Cada corte, cada peinado y cada visita llevaba detrás un trabajo hecho con vocación y cariño.

Pero también llega un momento en el que el cuerpo empieza a pedir descanso. «En mi fuero interno me siento como aquella jovencita de hace 40 años con ilusión y ganas de seguir, pero miro mi rostro y observo mis manos y grita lo contrario; ha llegado el momento de escucharlas». Con esa sinceridad, Karmen explicaba desde su cuenta de Instagram, que aunque la mente se aferre a seguir adelante, hay señales que invitan a cerrar una etapa. Y estas decisiones nunca son fáciles. Requieren tiempo, reflexión y aceptar que tal vez ha llegado el momento de iniciar una nueva etapa en la vida.

 

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Los comentarios de sus seguidores no se han hecho esperar y aunque muchos comentan con tristeza cuánto van a echar de menos la peluquería a la que llevaban años yendo, también hay comentarios de despedida para la que se considera una amiga más que una peluquera: «Buena peluquera, buena persona, buena amiga y más que tú sabes y estaremos siempre a tu lado», le comentan una de sus clientas.

Por otro lado, las últimas líneas del mensaje resumen a la perfección lo que ha significado Imak Peluqueros. «Gracias por vuestro cariño y vuestra fidelidad, por apostar por nosotros tantas veces y por estar siempre: tanto en los buenos momentos como en los más difíciles. Es importante saber cerrar una etapa para dar paso a otra. Os echaremos de menos, hasta siempre». Una despedida que muchos clientes han leído con un punto de emoción, conscientes de que la peluquería deja un vacío difícil de llenar.

Para el barrio, el cierre supone un cambio. No sólo por la pérdida del servicio, sino por lo que representaba. Negocios como este construyen identidad, crean vínculos y recuerdan que las ciudades también se sostienen en esos lugares que llevan años abiertos sin hacer ruido, trabajando día a día. Ahora toca mirar con gratitud todo lo vivido y dejar que el recuerdo siga formando parte del día a día de quienes, durante casi cuatro décadas, cruzaron esa puerta.

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