Ya huelen el cadáver

Pedro Sánchez

La banda no política del sanchismo ya empieza a oler el cuerpo. Tanto hedor putrefacto del gobierno más corrupto y ladrón de cuantos hemos tenido en la historia de España empieza a ser insoportable incluso para aquellos que han tapado cada escándalo con tribunas de lametones y portadas que lindaban con el bochorno deontológico. Ahora, toman posiciones para cuando llegue un nuevo partido, en esa alternancia cansina que llevamos sufriendo en España desde que la Transición decidió ahormar la estabilidad de manera binaria, sin más alternativas ni molestias.

Todos ven a Sánchez acorralado y moribundo, también sus protectores áulicos, que negaron la mayor cuando medios libres como éste y otros publicaron exclusivas sobre las tropelías y felonías de una tropa de caraduras sujetos, creían ellos, a impunidad jurídica y social. Sánchez, el Gobierno y el PSOE forman una triada de intereses que llevó a muchos indeseables a forrarse con la muerte de españoles, mientras los que dieron el plácet a ese lucro incesante engañaban con mentiras diarias a los secuestrados en casa. Ahora, sabemos por qué y para qué lo hicieron.

El autócrata que lleva empobreciendo la democracia y a sus propietarios seis años, siente muy cerca la horca de la pena por los presuntos delitos qué él ordenó aceptar, y ni la UCO, ni el periodismo libre, ni tampoco sus cándidos magistrados colocados, van a detener lo que parece un destino final. Los editoriales de El País exigiendo explicaciones al Gobierno, tras años de rodilleras gastadas, es una señal evidente de principio de abandono del barco, una marcha atrás que no debería, sin embargo, exculpar al Pravda oficial del régimen de su cómplice responsabilidad todo este tiempo. Pero seamos cautos. Lo de Koldo, Aldama, la entrega de dinero negro en la sede del PSOE y las felonías intramuros de Moncloa de la mujer del número uno son hechos execrables que harían caer un Imperio, pero no a un gobierno socialista experto en delinquir cuando toca poder. Así, el felipismo se hundió troceado en su propia cochambre corrupta, lo que nos ayuda en la conclusión de que esto no va de personas, sino de ADN. Son las siglas, el PSOE como problema sistémico que no terminará con una sustitución de cromos. Y Sánchez, herido de muerte, es aún más peligroso que henchido de ego.

Empero, sí debemos ir preparándonos, ahora que se abrió la veda para cazar corruptos, para asistir a la negación de la negación, en la que el Gobierno y sus satélites querrán convencernos de que todo ha formado parte de un sueño de ultraderecha, un bulo maquinado por el fango reaccionario mediático, y que nada de lo que sabemos que han hecho lo han cometido en realidad. Veremos a sus tertulianos de cabecera y billetera exigir prudencia antes de relacionar la corrupción del PSOE con el PSOE. Y pedirán explicaciones a los que ahora reaccionan con querellas. Darán la vuelta al calcetín retórico con esa habilidad que sólo tienen aquellos que llevan un siglo manipulando las conciencias a su antojo e instaurándose como la mentira con mejor propaganda de la historia. Han empezado con la vivienda, sacando a la calle a esa izquierda sociológica y funcionarial para que proteste y se queje por algo que su gobierno lleva prometiendo hacer y no ha hecho desde que llegó al poder hace seis años. Ya huyen las ratas mientras observan al cadáver empezar su quebranto. Y el moribundo venderá su alma para seguir otro ratito más en poltrona. Pero da miedo pensar, si abrazamos la historia, de lo que es capaz de hacer la izquierda cuando se siente acorralada. Y más aún, si esa izquierda la representa un autócrata herido, sin escrúpulos, ni moral.

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