Violencia política e intentos de pucherazo, como en el 36
Las elecciones que ganó el Frente Popular en febrero de 1936 fueron un pucherazo precedido de una extrema violencia contra las derechas. El propio presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, explicó el fraude en un artículo publicado en enero de 1937: «El Frente Popular, sin esperar el fin del recuento del escrutinio y la proclamación de los resultados… desencadenó en la calle la ofensiva del desorden, reclamó el poder por medio de la violencia… La muchedumbre se apoderó de documentos electorales… Conquistada la mayoría de este modo, fue fácil hacerla aplastante… Se anularon todas las actas de ciertas provincias donde la oposición resultó victoriosa; se proclamaron diputados a candidatos amigos vencidos. Se expulsaron de las Cortes a varios diputados de las minorías». Se presionó violentamente a las autoridades que contaban los votos, se falsificaron actas, se quemaron votos. Hasta hubo municipios en los que aparecieron resultados con más votos que votantes censados.
Pero antes de eso la campaña electoral estuvo protagonizada por los candidatos y dirigentes de los partidos del Frente Popular que definían a sus adversarios políticos como a enemigos que había que eliminar, manifestando abiertamente la necesidad de vengarse de ellos por la represión contra los golpistas que se habían levantado en armas contra el Gobierno de la II República en octubre de 1934. Durante la campaña electoral la extrema izquierda cometió más de 480 actos violentos que causaron 41 muertos y 80 heridos de gravedad. Tras sufrir más de 18 muertos entre los suyos, los monárquicos empezaron a ridiculizar a la Falange traduciendo las siglas FE como Funeraria Española y a su fundador, José Antonio Primo de Rivera lo llamaban Juan Simón el Enterrador, por la célebre copla. Antes de que se contaran los votos la extrema izquierda tomó las calles al grito de «¡Han triunfado las izquierdas! ¡Ya se acabaron las persecuciones! ¡Viva la República! ¡Viva el proletariado!».
Toda aquella violencia previa a las elecciones y el posterior pucherazo electoral provenían del Frente Popular, una coalición electoral integrada por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), el Partido Comunista de España (PCE), Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Acción Nacionalista Vasca (predecesor de Herri Batasuna) y una amalgama de muchos pequeños partidos de extrema izquierda, con el apoyo de la UGT y de los anarquistas. Una coalición que resulta prácticamente idéntica al Gobierno que Pedro Sánchez ha articulado hoy asociando al PSOE con toda la extrema izquierda comunista, los independentistas catalanes y los pro etarras vascos. Y del mismo modo que se repiten ahora las alianzas del Frente Popular, no podemos dejar de ver como se está reproduciendo también aquella violencia contra los partidos que se le oponen y cómo han aparecido ya las pruebas de que se están intentando amañar también estos resultados electorales, como se adulteraron aquellos.
La sede del PP en Móstoles fue atacada con navajas y gas pimienta por dos violentos de extrema izquierda. En Alcorcón, el candidato popular ha sufrido amenazas de muerte y le han destrozado un coche. Y altercados similares han sufrido los de Feijóo de varias localidades madrileñas, como Getafe o Soto del Real. Pero han sido los candidatos de Vox los que han sufrido una mayor violencia, como ocurrió en Marinaleda, donde intentaron atropellarles, en Sevilla, donde han apedreado a una de sus candidatas, en Álava, donde el candidato del partido de Abascal ha sufrido un violento ataque a patadas y puñetazos, lo mismo que ocurrió en Mataró, en Bilbao, en Dos Hermanas y en infinidad de localidades más. Agresiones violentas y amenazas que han producido sólo heridos, pero que como no se atajen radicalmente, inevitablemente acabarán convirtiéndose en asesinatos como los del 36. Y del mismo modo estamos viendo cómo la izquierda trata de adulterar los resultados electorales, comprando votos en Melilla y en Mojácar, aumentando significativa y extrañamente el número de personas censadas en varias localidades de Aragón y levantando fundadas sospechas en el resto de España.
La España de 2023 apenas se parece a la de 1936 en que nos gobiernan los mismos de entonces. Las cosas no pueden hacerse igual casi 100 años después. Los métodos han cambiado pero la violencia y los intentos de fraude son hoy exactamente los mismos de entonces. Aquella vez las izquierdas no consiguieron la revolución comunista que intentaban. Ahora, entre todos tenemos que ser capaces de pararlos de nuevo, porque nos volvemos a jugar la democracia.
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