EDITORIAL DE 'LA ANTORCHA'

Vicente Gil: «El Plan B de Sánchez es rechazar la amnistía, acusar al PP de mentir e ir a elecciones»

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Pedro Sánchez afirma con rotundidad y chulería que habrá un nuevo gobierno Frankenstein. Le llama gobierno de progreso (sic): «Que nadie lo dude. Buscaremos votos hasta debajo de las piedras». ¿Cómo está tan seguro? ¿Lo tiene ya pactado y vivimos un teatrillo entre todos los actores de esta obra que no sabemos si es comedia o es drama?

No parece que la cosa esté tan clara. Que Pedro Sánchez es un mentiroso patológico sí es un hecho tan cierto e indiscutible como que hoy, al escribir estas letras, es lunes y yo me llamo Vicente. Como cierto es, también, que Sánchez vendería a un familiar, si fuera necesario, para seguir en el poder. Para este individuo no hay más horizonte que ese y, por supuesto, que es capaz de llevarse por delante nuestra Constitución y el Estado de Derecho y entregárselo en bandeja de plata a Puigdemont.

Por tanto, siguiendo la lógica de estos años, amarrar el gobierno y seguir en Moncloa es, sin duda, el objetivo número uno del todavía presidente. Las elecciones las carga el diablo, el 23J le salió bien la jugada tras el fiasco del 28M y una repetición electoral podría salirle mal y echarlo todo por tierra de nuevo. Otra cosa, es que el prófugo y Junts hayan descubierto que les va mejor boicoteando al felón y a España. Las encuestas les son favorables frente a los de ERC ya, casi, considerados como botiflers entregados al españolismo y a Madrid.

De manera que, Sánchez ¡claro que está intentando asegurarse de nuevo la investidura a cualquier precio! Otra cosa es que le salga bien. Si no lo consigue, el Plan B ya está diseñado. En Moncloa detectaron que, en la última semana de la campaña electoral, Sánchez recuperó votos por el centro robados por Feijóo en las semanas previas. Fueron esos días anteriores a las elecciones en los que el PP ya brindaba con champagne y decidió no comparece en la campaña dejando el hueco libre a un hiperventilado Sánchez que -hay que reconocer- se lo curró, cosa que los españoles suelen premiar en las urnas.

El plan del PSOE sería, ahora, de fracasar con Puigdemont, ir a elecciones, seguir rascando votos por el centro y tratar de cambiar el juego de mayorías, sabiendo que por la izquierda y la extrema izquierda tiene a millones de incondicionales dispuestos a tirarse por una ventana si Sánchez se lo pide y, por tanto, dispuestos a votarle ciegamente, haga lo que haga o diga lo que diga. Se buscaría que, con una ley D’hont que es una lotería electoral por provincias, unas nuevas elecciones dejaran, aunque fuera por muy poco, en mejor posición que ahora al bloque del PSOE, Sumar y los separatistas para, entonces sí, darle a Puigdemont o a quien haga falta todo lo que haga falta para ganar la investidura.

Imaginen este escenario en los próximos días o semanas. En círculos cercanos al poder sanchista es algo más que una hipótesis de trabajo. Imaginen que, después de semanas y semanas hablando de la amnistía, de un Sánchez arrodillado ante Puigdemont y con el PP hasta protestando en la calle, con toda esa espuma y excitación político-mediática, Sánchez sale -tras la investidura fallida de Feijóo- y dice que él no va a presentarse porque no acepta chantajes de Puigdemont. Que ¡Viva España!, que ¡Viva la Constitución! y hasta Manolo Escobar y Lola Flores. Que él es un patriota y más español que nadie y que, de nuevo, el PP ha mentido a los españoles, como siempre, porque Feijóo está entregado a Aznar y a la extrema derecha. Y que, por tanto, vamos a elecciones.

¿Cuál sería el efecto de algo así en ese electorado socialista flotante entre Feijóo y Sánchez por el centro? ¿Cuál sería el ‘efecto-subidón’ en el votante de izquierdas que estos días pueda sentirse avergonzado y cabizbajo escuchando todo lo que se dice de su amado líder como un «vendepatrias»?

¡Cuidado! Porque Sánchez ya demostró el 23J ser más listo que esa oposición, dividida en egos, del PP y Vox y terminará diciéndonos en unas semanas que él jamás ha negociado nada con Puigdemont y que él jamás ha hablado de amnistía. Lo cual es, literalmente, cierto.

Miren. Entre pillos anda el juego en estas idas y venidas de Sánchez, el PSOE y Yolanda con los separatistas, incluido el PNV, en el que todos amagan con apoyarse o no para mantener sus virreinatos, ya se sea La Moncloa, la Generalitat o la lehendakaritza. Porque en unos meses hay elecciones vascas y catalanas y Sánchez sabe que será él, el PSC catalán y el PSE vasco, quien decida si será president Aragonés o el propio Puigdemont «aliviado», ya entonces, quizá, de sus penas aunque no le llamen amnistía.

Arnaldo Otegi, mientras, se muestra crecido ante la debacle del PNV en las encuestas y se ve lehendakari el año que viene. Sabe que dependerá, también, de Sánchez y del PSE. Lo sabe y, por eso, le da, ahora, todo a Sánchez. ¿Apoyarán Sánchez y el PSOE vasco a Otegi o a Urkullu? Las nuevas generaciones crecidas en las mentiras del relato del PNV sobre ETA ya no creen en mostrencos políticos como Ortuzar. El monstruo se les ha rebelado, como le pasó a CiU en Cataluña, y ahora votan a Bildu.

Y, así las cosas, entre chantajes mutuos de todos, Junts ha dado un paso más. Ha amenazado al PSOE con fantasmas del pasado. Xavier Trias ha sugerido que el PSOE estaba al tanto del golpe de estado del 23F y que participó en su preparación. Los Trias, Pujol («tranquil, Jordi, tranquil») o Roca… saben mucho de aquella época.

Esto es lo que pasa por haberles entregado durante 40 años la gobernabilidad del país. Es lo que pasa por haberles entregado a los nacionalistas la Transición compartiendo con ellos, incluso, importantes secretos de un Estado al que odian, pensando, ingenuamente, que serían leales. ¿Qué lealtad se puede esperar del PNV o del nacionalismo catalán si no hay mucha pasta por medio?

La amenaza de Trias agitando el 23F y la implicación del PSOE y del Rey Juan Carlos en el golpe ha sonado mucho a aquel famoso día en el que Pujol, obligado de mala gana a comparecer en el parlament por sus infinitas corruptelas familiares, dijo aquello de: «Cuidado, ¡caerán todos si agitan el árbol!». «¡Cauran tots!», repitió gritando en clara referencia, cuanto menos, al Emérito; sabedor Pujol, entre otras muchas cosas de él, que, supuestamente, compartían testaferro en Suiza. Ni uno sólo de los Pujol ha pisado jamás prisión.

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