PRIMERA LÍNEA

De verdad, ¿una vergüenza para Baleares?

De verdad, ¿una vergüenza para Baleares?

Lo advertí la semana pasada. El lío de Vox ha servido para dar armamento a las cargas de la extrema izquierda, en esta ocasión el PSIB-PSOE, contra el centroderecha. Días pasados Francina Armengol se acercaba a Inca para asistir a la inauguración de una casa del pueblo, en realidad casa socialista porque la única casa del pueblo que yo reconozco es la casa consistorial en la que se gestiona –o debería hacerse- una política de proximidad pensando –ahora sí- en los vecinos que sí encarnan literalmente al pueblo en clave de política local.

El Ayuntamiento de Inca está en poder de la izquierda, lo que aprovechó Armengol para afirmar: «En Inca paramos a la derecha extrema y a la extrema derecha». Supongo que la euforia de Armengol se debe a su condición de inquera. En realidad, se trataba de una pedrea al no poder decir lo mismo en relación a Palma después de ocho años insufribles, que le pasó el 28-M justa factura al Pacte de Progrés. Palma es la capital de Baleares, cuya población multiplica casi por diez a la censada en la capital del Raiguer. Resulta que siendo ella en aquel entonces presidenta del Govern, fue incapaz de «parar a la derecha extrema y a la extrema derecha», en este enclave de moda entre los ciudadanos de la Unión Europea y los EEUU. Creo estar en lo cierto al afirmar que no pasa lo mismo con Inca.

Conviene recordar que mientras Armengol presidió el Govern ¡ocho años!,  apenas trascendió su presunta valía entre los barones socialistas. Nadie, en el conjunto del país que es España, sabía que existía con nombre propio.

Solamente se empezó a hablar de ella por el escándalo del Hat Bar durante el confinamiento, por el escándalo de las menores tuteladas en Baleares y su negativa a que fuese investigado, así como por la inmersión monolingüe en Educación, cuando ya era un clamor nacional esa enorme barbaridad. 

Armengol saltó a las primeras planas por su sectarismo desalmado tan bien conocido por los residentes del archipiélago, que decidieron pasarle factura el 28-M, y perdidas las elecciones decidió salir corriendo, como candidata al Congreso de los Diputados. Entonces la jauría separata vio en ella una aliada perfecta y esta es la razón de que acabase presidiendo el Congreso y, de paso, ensombrecido el legado de Félix Pons, que como tercera autoridad  del Estado sí había contribuido a convertir Baleares en referente. Ella no, y como ejemplo, su primera decisión: hacer del pinganillo una barrera en la comunicación entre compatriotas. ¡Menuda aportación!

Después han seguido otras conductas suyas, en la Carrera de San Jerónimo, que han mostrado al conjunto de España su servidumbre al sanchismo y, de paso, descubrir de una vez su auténtica naturaleza de autócrata. Solamente su rostro de cemento armado explica sus visitas a Mallorca y siempre que le fuera posible acudir a actos que obligasen a la presidenta Marga Prohens a situarse a un paso detrás de ella, a modo de subliminal humillación.

Esta vez tocaba aprovecharse del lío de los díscolos de Vox, pontificando lo siguiente: «Algunos hacen que estas islas estemos siendo la vergüenza nacional». Escucha Francina: de verdad, ¿una vergüenza para Baleares? Y entonces, ¿cómo definirías lo tuyo? Tú si eres una vergüenza para Baleares y basta con acudir a tus declaraciones para descubrir tu verdadero rostro.  

Días pasados, además de la estupidez esa heredada de Zapatero, que niega el centroderecha al desglosarlo en derecha extrema, tuviste la desfachatez de administrarnos el siguiente sacramento woke: «Somos un instrumento al servicio de la gente, porque estamos en política no por intereses de partido, sino para servir a la gente desde los valores, las ideas y el diálogo». ¡Vaya con el catecismo woke! ¿Qué gente? ¿A la que insultar, yéndote de copas de madrugada, en pleno confinamiento por ti decretado? ¿A las niñas que fueron prostituidas y por ti tuteladas, negándote a que se investigase? ¿A la gente que desea para sus hijos sólo un 25% de español en la educación y tú le niegas sin compasión alguna, tan sectaria y mezquina como tú eres? 

Luego está lo de «intereses de partido». ¿Pero tú eres consciente del daño que le estás haciendo al sistema parlamentario, permitiendo el insulto sin tregua de tus socios –aunque sean de extrema derecha, ellos sí-,  mientras deniegas, sistemáticamente, a la oposición tu deber como presidenta de la Cámara? ¿Eres consciente de abrir el mes de enero, solo por el interés del gran timonel de tu partido? ¿De qué carajo estás hablando?

Decididamente embalada en tu ensoñación woke, vas y nos largas que los socialistas estáis «al servicio de la gente, escuchando y luchando por la justicia, por la igualdad, por los derechos y la democracia». Un mensaje completamente hueco a base de palabras bonitas en la confianza de que la boba opinión pública sea incapaz de aterrizar en su interior y preguntarse qué gente, qué justicia, qué igualdad, qué derechos y a qué democracia te refieres. Comprendo, Francina Armengol, que cuentes con una prensa del todo apesebrada, incapaz de analizar tus discursos y sacarte entonces los colores por lo soez de tus mensajes, palabra ésta que es un adjetivo que sí contempla la realidad de tu discurso: «Bajo, grosero, indigno, vil».

La presidenta Marga Prohens de momento ni se plantea un adelanto de las elecciones, algo que sí está en su mano, como ya hizo Ayuso en 2021. Lo mismo pasó con Francesc Antich en el año 2010, al romper el pacto con UM. En ese momento, sí venía a cuento una cuestión de confianza porque quedaba en clara minoría. Ahora no, y en especial, porque el Govern del PP lo es en solitario y no parece lógico que el lío de Vox vaya a acabar en una traición monumental y antinatura, alineándose con la izquierda, que todo puede ser. 

Pero Marga Prohens sí está en la obligación de quitarle la máscara a la soez Francina Armengol, cuyo discurso, insisto, es «bajo, grosero, indigno y vil». A eso se le llama plantar la batalla cultural, esa misma, que le causa al PP gastroenteritis. Entonces que pida consejo a su amiga Isabel Díaz Ayuso.

Lo último en Opinión

Últimas noticias