Con velas en el búnker


Hace 8 días Pedro Sánchez reunió a su Comité Federal, lo que antes venía a ser el Comité Federal del PSOE, con la única intención de apretar las filas. Es el recurso táctico habitual que sirve a la estrategia de resistencia numantina, esa que con el nombre de bunkerización ha descrito tan acertadamente Emiliano García-Page, que se toma en serio su papel de disidente a tiempo parcial.
Desde que llegó al poder en 2018 y se olvidó de convocar las elecciones que había comprometido, se percibió que el principal objetivo de Sánchez era resistir.
Pero después de la ominosa alianza que siguió a las últimas elecciones, se comprendió que esa resistencia llegaría hasta donde ya no tiene ningún sentido ni ninguna explicación. Porque… ¿qué hay de bueno que pueda hacer este hombre que justifique su abrasada permanencia? ¡Si no tiene presupuestos! ¡Si no puede aprobar más leyes que esas injustas y/o ilegales que le imponen los independentistas y filo terroristas! ¡Si no quiere o no puede ejercer funciones de representación en aquellos actos en los que se produce su exposición pública!
Y por supuesto que esas limitaciones en la capacidad de gestión alcanzan a un Gobierno que, ahora ya sin ningún rubor, ha sido diseñado específicamente para aguantar. Algo parecido a lo que hacen algunos equipos de fútbol de limitada calidad y pocas aspiraciones que componen su plantilla y diseñan su esquema de juego con el único fin de asegurar la permanencia. Solo que esta vez lo que se pretende es la permanencia del entrenador y no pasa nada si el equipo baja a segunda, ¡o si desaparece!
Pero, siguiendo con el símil futbolístico, lo malo es que con el autobús en el área pequeña y los jugadores colgados del larguero es muy difícil meter goles. Así es que el Gobierno de España ya ha abandonado cualquier intención de salir jugando la pelota y se centra en tapar agujeros, es decir, ocultar errores y corrupciones, autopromocionarse y atacar a la derecha, justificar las decisiones que les obligan a tomar sus socios comunistas e independentistas y, en definitiva y siempre, mentir.
Como se podía esperar, esta disfunción, que se va trasladando por la nepotista política de nombramientos que padecen a la Administración y las Empresas Públicas, va dejando muestras de desgobierno en las cúpulas directivas y minando la capacidad operativa. Quizá no estamos todavía en el caos o en el fallo multiorgánico, pero sin duda que sí en un proceso continuo de deterioro de los servicios que ofrecen.
Es oportunidad y no oportunismo referirnos al apagón del lunes, porque evidencias de la inoperatividad y la disfunción ya venimos teniendo desde hace varios años en Renfe, en Correos, en la gestión migratoria, en los Cuerpos de Seguridad del Estado, en las Confederaciones Hidrográficas y hasta en la propia Red Eléctrica. La pasada semana el ejemplo era la rescisión unilateral del contrato de compra de munición a Israel, resuelto con una inaceptable pérdida económica, para aplacar una rabieta llena de hipocresía y cinismo de la parte comunista del Gobierno.
Y el corte eléctrico, tanto en el hecho de haberse producido como en la manera y el retraso en (no) explicarlo, vuelve a ser paradigma de la descomposición operativa de muchas Administraciones y servicios estatales. Además, a la catastrófica situación general que se vivió y a las calamidades personales que sufrimos los españoles se añade la zozobra que nos genera la incapacidad o la falta de voluntariedad del Gobierno para explicar cuál ha sido la causa primera del apagón: ataque cibernético o de pulso electromagnético, stress de demanda y descompensación de la generación eléctrica… Todo ello en un momento en que se cuestiona, desde todos los puntos de vista, la ideológica decisión de prescindir de la energía nuclear, que es la que ofrece a la generación mayor eficiencia y estabilidad.
Sánchez, que siempre quiere demostrarse que él no tiene jefe y que ni el fútbol ni el Papa de Roma le ponen la agenda, si ha salido para largar con el estilo Cantinflas o Fidel Castro que ya adoptó en la pandemia. Y como nos ha dicho que estamos como ese enfermo que añade a sus dolencias la preocupación porque no le han sabido diagnosticar lo que le pasa, podría aprovechar para comprar velas antes de volverse al búnker.