La verdad y la realidad es que Sánchez está rompiendo España
Una de las peores cosas que pueden suceder es acostumbrarse a situaciones que no son aceptables ni normales en una sociedad mínimamente razonable y formada. Esto es lo que va a pasar con la Ley de Amnistía, que puede acabar convirtiendo en algo asumible y «normal» que sean amnistiados unos políticos que organizaron y ejecutaron un plan desde las instituciones -el Govern de la Generalitat y la Presidencia y la Mesa del Parlament- estableciendo una legislación «paralela» al vulnerar radicalmente el orden Constitucional para conseguir la separación de Cataluña del resto de España.
La amnistía, a diferencia del indulto -que, como es sabido, mantiene el delito cometido en el expediente personal del afectado y perdona la pena-, lo que hace es convertir en inexistente el delito cometido. De esa manera, crea una realidad paralela, como si todo lo sucedido no hubiese existido. Por ello, ese instituto jurídico suele utilizarse en circunstancias excepcionales en la Historia de los pueblos, como cambios de régimen político, guerras y situaciones similares. Pero no se aplica en acontecimientos de normalidad política, social y democrática como la actual; al menos, de momento. En la Transición se aprobó una en España en 1977 como un gran acuerdo nacional tras la muerte de Franco para abrir la puerta a un nuevo sistema político y facilitar una Constitución de consenso, como así fue. Pero nada de ello se da ahora, no siendo aceptable que un mero deseo de seguir en el poder se pretenda convertir en un argumento para justificar lo que hasta ahora había sido descartado por inconstitucional por el mismo Gobierno y el PSOE que, en este momento, simplemente, «cambia de opinión» a cambio de los siete votos de Puigdemont que necesita para seguir en La Moncloa.
Provoca auténtica vergüenza observar a todo el sanchismo encabezado por su gran jefe pretendiendo convencer a la gente para que acepten que, donde antes decían «digo» con aparente convicción y compromiso, ahora digan «Diego». Resulta una aberración ética y moral incalificable ver y oír a la vicepresidenta Montero, y a los ministros -incluidos magistrados-, sostener que ahora es constitucional lo que hasta el 23 de julio mantenían firmemente que no cabía en la Carta Magna. El daño que provoca al respeto que debe primar entre la gente, sin perjuicio de la pluralidad política, se torna en imposible ante una conducta política tan incalificable.
Pretender decir, además, que se hace para favorecer «la convivencia» es una absoluta falta de respeto a los españoles, que deben creer que son idiotas (con perdón). Es una infamia y una ofensa a ellos el espectáculo de Puigdemont volviendo a España tras haber permanecido como prófugo de la Justicia durante siete años, para ser recibido por los suyos como una víctima del Estado español por «haber querido simplemente votar». Todo ello, sin perjuicio del daño producido a la reputación de España, que permite una situación de tal nivel de ignominia. Porque si se consuma esto -como todo apunta con «su» Conde Pumpido en el Tribunal Constitucional- no se olvide que habrá quedado de manifiesto que «el fin justifica los medios» y que la verdad, la palabra dada y la mentira, no existen en España.
En una sociedad así es imposible una convivencia respetuosa, pacífica y libre. La crispación que este proceder provoca en el tejido social se va a poner de manifiesto tan pronto estos acontecimientos se hagan realidad. Sánchez dice que «la verdad es la realidad» para intentar ocultar sus reiteradas mentiras, y esta «realidad» resulta literalmente insostenible a los ojos de cualquier persona con un mínimo de sentido común y de autoestima, sea del color político que sea. No es cuestión de ser «progresista sanchista» o «reaccionario y de ultraderecha», sino de aspirar a ser una persona honesta y decente, sin más.
En este próximo escenario vamos a ver amnistiados a terroristas de ETA condenados por asesinatos de niños y mujeres, y también a multitud de servidores públicos, porque con eso «se mejora la convivencia». La del País Vasco, por supuesto, porque los votos de Bildu y Otegi le son tan necesarios como los de Puigdemont.
La realidad es que Sánchez está rompiendo España. Esa es la verdad.
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