Tú paga más impuestos, que yo ya vivo sin trabajar

Tú paga más impuestos, que yo ya vivo sin trabajar

José Félix Tezanos, que ha devastado el Centro de Investigaciones Sociológicas, acaba de publicar una encuesta según la cual el 80% de los ciudadanos cree que los que más tienen no contribuyen a la Hacienda Pública como deberían. Dando por hecho que los datos del sondeo pueden estar torturados -como todos los que procesa este personaje servil y siniestro- a fin de avalar la decisión de Sánchez de expoliar a las compañías petroleras y eléctricas, así como a la banca, el resultado no parece demasiado descabellado.

Aquí en España, la mayoría de la opinión pública tiene la impresión de que se pagan pocos impuestos, y ya no digamos la gente con mayor poder adquisitivo. Da lo mismo que las estadísticas demuestren que el esfuerzo fiscal, el que mide la contribución tributaria en relación con la renta per cápita, esté por encima de la media comunitaria. Y tampoco se tiene en consideración, entre otras cosas porque se ignora generalizadamente, que los impuestos en nuestro país son mucho más progresivos que en el resto de la UE, de manera que a partir de los sesenta mil euros de ingresos la renta empieza a ser gravada con el tipo marginal máximo, que supera el 45% en algunas autonomías, mientras en la gran parte de los estados europeos este límite comienza a operar a partir de los cien mil euros o más.

No importa. El trabajo de persuasión del socialismo ha sido tan eficaz, el grado de criminalización de aquellos que gracias a su pericia y esfuerzo ganan más dinero que el promedio ha sido tan intenso que incluso estos mismos también se sienten perjudicados y víctimas de la escasa, y desde luego falsa, aportación de los que los preceden en la escala de renta, lo cual es el colmo de la estupidez.

Otro de los resultados de la encuesta, que también doy por verosímil, es que más de un 80% de la gente piensa que hay mucho o bastante fraude fiscal, lo que solo puede ser cierto por la sencilla razón de que los que contestan de esta manera son los primeros en colaborar lo posible al respecto, actuando irregularmente, evitando cuando pueden el pago del IVA en todas las transacciones que realizan, con la evidente complicidad del prestador de los servicios requeridos. Por eso cuando muchos afirman que los que más tienen evitan o minimizan el pago de impuestos -utilizando como recomiendan los cánones todos los resortes legales disponibles- están justificando su dolosa inocencia: ellos hacen lo mismo, aunque en este caso al margen de la ley.

Un alto porcentaje de la población cree que el Gobierno se empeña poco en explicar adónde se destina la recaudación. Y esto sí debe resultar muy insatisfactorio para Pedro Sánchez, porque el presidente se encarga de pregonar sin descanso el ignoto destino: proteger a las clases bajas y a aquellos en situación más precaria. El hecho de que este mensaje no haya calado lo suficiente sólo demuestra en mi opinión que los favorecidos por la asistencia estatal son insaciables. Que son, en definitiva, ingratos, uno de los peores defectos posibles.

El sábado pasado, mi admirado Salvador Sostres publicó en ABC una entrevista con Amancio López Seijas, presidente del Grupo Hotusa. Su título no podía ser más elocuente: «Muchos han calculado que pueden vivir sin trabajar». Esta conclusión está avalada por uno de los principales problemas que padecen las empresas del país: la falta de personal. «Hay un modo de vida hedonista en que demasiada gente se ha dado cuenta de que, sin ocuparse, o apenas trabajando pueden salir adelante con subsidios y ayudas -más las chapuzas complementarias-. No te diré que se estimula el desempleo, pero desde luego en España es fácil que uno tenga la sensación de que sin hacer gran cosa va a poder tener una vida bastante agradable».

Este fin de semana he almorzado con un amigo mío, Raimundo, que es el encargado de la empresa de su padre, dedicada a la limpieza y la conservación de toda clase de edificios. Me dice: «Miguel, no te puedes hacer una idea de cómo están aumentando las bajas laborales con los pretextos más peregrinos aunque aceptados por la Administración al cargo de vigilar esta otra clase de fraude. Y esto por no hablar del absentismo laboral, que a veces es inmanejable».

El corolario es evidente: una parte nada despreciable de los impuestos no se destina a mejorar la competitividad de las empresas españolas, ni tampoco a impulsar la productividad de los trabajadores a través de una educación presidida por la excelencia, sino a sostener a una tropa cada más abultada de personas que vive de la beneficencia pública, y que son básicamente desagradecidas porque minusvaloran el esfuerzo de los demás, que son los que, con una de las presiones fiscales más altas de Europa, mantienen en pie este tinglado inmoral y repugnante que amenaza gravemente el futuro del país.

Jesús Pérez, director de Botafumeiro, el restaurante barcelonés de lujo que atiende a seiscientas personas al día, asegura en una conversación con Sostres: «Los jóvenes no han aprendido que tienen que empezar dando, no pidiendo. Eres joven, no un mendigo. No puedes desaprovechar las oportunidades. No puedes vivir de excusas. Cuando empiezas en un empleo y no sabes hacer las cosas porque no tienes experiencia no puedes medir las horas ni el esfuerzo. Hay que empezar entregándose, sacrificándose. Pero si ya lo tienes todo, porque tus padres te cubren mucho más que tus necesidades básicas, qué motivación te queda».

Amancio, Raimundo, Jesús…son personas ya maduras y acrisoladas. Todavía quedan muchos ciudadanos ejemplares como ellos en España. Yo tengo la fortuna de tener dos hijos que van en muy buena dirección. En compañía de mi mujer, me he ocupado muy a fondo al respecto. Han aprendido desde pronto a abominar del socialismo y a trabajar muy duro en ocasiones por un sueldo que ahora la doctrina oficial considera precario. Jamás se han quejado. Han ido prosperando, sin grandes alharacas, y espero que así continúe el rumbo de sus vidas, presididas por el optimismo consustancial de los que se acuestan con la seguridad de haber cumplido las expectativas.

Con la impronta que da ser liberal, de derechas, e inclinado a la conservación de lo mejor que ha producido la humanidad. Por eso detestan a Sánchez, el adalid de la sociedad subsidiada y de los jóvenes alimentados con regalías diversas y ahora con un bono de 400 euros sólo para que le voten desde su estado de estómago agradecido y mórbido.

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