¿Por qué el acuerdo del Brexit es un mal acuerdo para España?
Pocos recuerdan que cuando España se incorporó formalmente a la Comunidad Europea una de sus grandes renuncias fue precisamente olvidarse de las pretensiones de reintegración de Gibraltar al estado español. Por ello resulta inexplicable que ahora que son los británicos quienes quieren irse marquen la agenda de su salida y además la política que desde la UE se debe seguir, incluyendo a Gibraltar como una nueva renuncia de las aspiraciones españolas.
Es decir, si hace 30 años tuvimos que renunciar a la situación anómala de la existencia de una colonia de un país supuestamente aliado y amigo en nuestro territorio, ahora resulta que nuestro voto u opinión como actor afectado pesará lo mismo que lo que pueda pensarse sobre Gibraltar desde Lituania o Noruega.
El gobierno del presidente Pedro Sánchez podrá venderlo como quiera, pero el acuerdo del Brexit es nefasto para los intereses nacionales. Sí, los intereses estratégicos que todo país debe defender si quiere sobrevivir. Estamos entre los cinco grandes países de la UE y somos uno de los diez países del mundo en número de representaciones diplomáticas, pero de poco nos sirve todo ello si luego somos incapaces de ejercer todo el potencial que se nos supone para defender nuestro criterio en una negociación.
La carta de Juncker es un premio de consolación, es el clásico diploma de participación que se le entrega a uno cuando no ha ganado algo, es hambre para hoy y hambruna para el mañana. ¿Para qué se crearon los tratados internacionales? Precisamente para evitar los malentendidos, el papel mojado de una carta de buenas intenciones y los acuerdos verbales que el diplomático francés, Philippe de Commines, ya situara como factores desencadenantes de conflictos.
La negación de responsabilidades que ha hecho el gobierno Sánchez tendrá consecuencias en el futuro, quizás en un lejano horizonte donde ya no tenga otra oportunidad que la de someterse al escrutinio de la historia. En el ámbito de las relaciones internacionales, los acuerdos informales acaban siempre por romperse o caducar.
El Reino Unido ha apelado a su propia causa y no ha visto ninguna opción que no fuera la suya. Eso ha significado que la negociación haya sido tan mala para los intereses españoles. Al igual que Irlanda ha estado encima del proceso de negociación hasta el momento de la firma final, el gobierno español tenía que haber hecho lo propio, y haber evitado de ese modo la introducción de un artículo (el 184) que no contaba con nuestro respaldo.
«Lo mejor que puede pasarnos a los españoles es que el acuerdo del ‘Brexit’ sea tumbado próximamente en el parlamento británico»
Desde que España iniciara el camino de reconciliación con Europa en los años de la Transición, los diferentes gobiernos adoptaron con un entusiasmo sórdido cualquier cesión de soberanía a Bruselas del que pagamos ahora las consecuencias. Estar en la UE no has traído prosperidad y desarrollo, pero también ha significado una desnaturalización de nuestro país sin que nuestros gobernantes, especialmente desde la era Zapatero, hicieran nada por evitarlo. Antes al contrario, se ha aceptado cualquier cosa que llegara desde Bruselas con independencia de lo mala o buena que resultara para nuestro país.
Dos ejemplos ilustrarán perfectamente mis palabras. España se solidarizó hace cuatro años con los países que sintieron en sus espaldas la amenaza de Rusia y decidió secundar las sanciones que la UE impuso a Moscú con claras pérdidas para nuestra industria y agricultura. Sin embargo, esa solidaridad no ha sido recíproca por parte nuestros vecinos con los fugitivos independentistas ni con el desafío a nuestra integridad territorial. Así que lo mejor que puede pasarnos a los españoles es que el acuerdo del ‘Brexit’ sea tumbado próximamente en el parlamento británico y que a partir de ahí se abra otro proceso negociador donde dejemos de ser el país del trágala.