Once hechos que certifican que viene a por los que no pensamos como él

El totalitarismo ‘light’ (de momento) de ‘Romeo’ Sánchez

Opinión de Eduardo Inda

Es verdad que identificar al sanchismo con una dictadura constituye una hipérbole mayúscula. España no ha encallado en el totalitarismo puro y duro. De momento y hasta nueva orden. Pero no lo es menos que el enamorado Pedro Sánchez está instaurando sin prisa pero sin pausa una autocracia, que es la versión light de tiranía que arrasa en el mundo, con Turquía, India, Nigeria, Pakistán, Bolivia y Rusia como repugnantes paradigmas. Vamos, que hemos irrumpido en el totalitarismo, de manera incipiente, embrionaria, con minúsculas, pero totalitarismo al fin y al cabo. TOTALITARISMO con mayúsculas es el de naciones que aún no tienen nada que ver con la nuestra como China, Cuba, Venezuela, Irán, Nicaragua y buena parte de las que conforman el África subsahariana.

Las palabras que empleó el lunes en su esperada autorratificación, que algunos han denominado con jerga fujimoriana como «autogolpe», invitan a pensar que vamos de mal en peor. Personalmente me espeluznó esa amenaza de proceder a «una limpieza» en el panorama de los medios de comunicación. Palabra de peligrosas resonancias que nos retrotrae a la «limpieza étnica» de la antigua Yugoslavia o a la de Ruanda o a esa «limpieza racial» que implementaron los nazis con los resultados por todos conocidos. Nada más lejos de mi intención equiparar a Sánchez con Milosevic, con Théodore Sindikubwabo, el líder de la masacre hutu en la nación sudafricana, y desde luego con Hitler. Pero un demócrata jamás debe emplear términos con connotaciones tan peligrosas. Limpiar al adversario, al crítico, significa en la vida pública lo mismo que exterminarlo civilmente. Ni más ni menos, ni menos ni más. Y cuidadín porque las palabras las carga el diablo.

Hay síntomas claros de que el sanchismo no nos conduce a nada bueno, estamos democráticamente peor que cuando llegó a la Presidencia

El todavía presidente del Gobierno apeló por cuadruplicado —en Moncloa, en Tve, en la Ser y en la campaña de las catalanas— a acabar por las buenas o por las malas con los medios que no le reímos las gracias, que le criticamos y que le sacamos las vergüenzas. Calificó textualmente, en línea con lo que había señalado horas antes su periodista de cámara Silvia Intxaurrondo, la bien pagá Silvia Intxaurrondo, de «perversión democrática» confundir «libertad de expresión con libertad de difamación». Olvidando que en un Estado de Derecho los excesos de los periodistas se dirimen en los tribunales, no con amenazas, tampoco con cierres, menos aún con estrangulamientos económicos.

Soy de los que opinan que lo de Begoña Gómez es un escándalo de nepotismo mayúsculo más propio de un país bananero que de una democracia hecha y derecha de la Unión Europea pero, de momento, sin recorrido penal. En el momento de escribir estas líneas no veo yo tráfico de influencias ni en las cartas de recomendación, en el límite de la legalidad, ni tampoco en un rescate, el de Air Europa, que fue ordenado por Bruselas para evitar el colapso del sector durante la pandemia. Se salvó con dinero público Air France, Lufthansa y otras grandes 12 aerolíneas comunitarias con la nacionalización de Alitalia como epítome. Es más, todas ellas con condiciones menos onerosas que las impuestas por el Gobierno de España a la empresa de Juan José Hidalgo, que avaló con su patrimonio desde el primero hasta el último de los 475 millones de euros prestados por el Estado y que ahora devuelve a un interés de casi el 10%, el doble del establecido en el mercado en estos momentos.

Releer estos días Los orígenes del totalitarismo de la socióloga y teórica política germanoestadounidense Hannah Arendt me ha permitido recordar que la línea que separa la democracia de la tiranía es igual de fina que la que delimita la vida de la muerte. El repaso a esta gigante del pensamiento moderno me ha resultado de gran ayuda para desgranar el elenco de síntomas que nos llevan a colegir que el sanchismo no nos conduce a nada bueno, que estamos democráticamente peor que cuando llegó a la Presidencia en 2018 con procedimientos subterráneos despóticos. Ahí van 11 ejemplos de que la autocracia está transitando el peligroso camino de las palabras a los hechos por estos pagos:

PERSECUCIÓN A LOS MEDIOS. Toda autocracia que se precie tiene como primer objetivo la supresión de facto de ese periodismo libre que crea la opinión pública a través de la opinión publicada. Cuando el pensamiento es único la autocracia, que es la antesala de la dictadura, es coser y cantar. En eso está Pedro Sánchez. ¿Por qué no se querella contra los medios que hemos cantado y contado los negocietes de una Begoña Gómez que va por la vida de Evita Perón? Muy sencillo: porque todo es verdad y no se quiere arriesgar a una derrota judicial que lo dejaría a los pies de los caballos. Lo pudo decir más alto pero no más claro: «Debí haber actuado antes [contra los medios digitales]». Los periódicos online en general y OKDIARIO en particular se han convertido en su enfermiza obsesión.

ULTRARREGULACIÓN DE LA PRENSA. Romeo Sánchez no se cortó un pelo a la hora de anunciar «medidas legales» y «transversales» para atar en corto a los medios. No sé qué carajo quería decir con lo de «transversales» pero sí tengo meridianamente claro que los únicos corsés de un periodista en una democracia de calidad deben ser el Código Penal y el Civil. Si difamas, injurias, calumnias, te entrometes en el honor de alguien o invades su intimidad te cae la del pulpo. A mí jamás me han condenado pero ejemplos de lo contrario hay para dar y tomar. El problema de Pedro, el drama de Bego, es que lo que se ha contado va a misa. Cuestión distinta es su relevancia penal.

ASFIXIA ECONÓMICA DEL PERIODISMO LIBRE. Sánchez es un sujeto deleznable pero mil veces más sutil que Hugo Chávez y Nicolás Maduro que, para acallar la crítica y las denuncias de la prensa, optaron por confiscarles las rotativas en un momento, principios de los dos miles, en los que el papel era cuasihegemónico frente a Internet. La otra fórmula que se dispone a calcar nuestro primer ministro es la de amenazar a las empresas que libérrimamente se anuncian en los medios críticos. En eso está.

TOMAR LA PARTE POR EL TODO. Es cierto que hay fakers profesionales, auténticos delincuentes, que se dedican a mentir por encargo a cambio de suculentas cantidades de dinero, en B naturalmente. Sánchez, y más concretamente sus hijas, han sido víctimas de esta chusma. Pero no lo es menos que confundir la parte con el todo es un método de manual, bastante fascistoide por cierto, para eliminar a los periodistas de verdad equiparándolos a los de mentira. «Hay que abrir el debate sobre qué hacer ante la mentira, el bulo, la insidia y la difamación y el auge de los pseudomedios, asociaciones que difaman y tratan de judicializar casos sin pruebas y de los partidos que forman parte de la maquinaria del fango [obviamente, PP y Vox]», subrayó en un aviso a navegantes con inequívoco aroma matonil. No, presidente, OKDIARIO, El Confidencial, esRadio y tantos y tantos otros no somos buleros a sueldo sino medios serios con entre 100 y 200 periodistas en nómina que contrastamos neuróticamente cualquier noticia, máxime si se trata de casos de corrupción. Lo avalan nuestros éxitos en todas las querellas que nos han interpuesto.

OKUPACIÓN DEL SECTOR PRIVADO. Lo primero que hace todo autócrata digno de tal nombre es apropiarse del tejido productivo del país. Testaferros de Putin, los denominados oligarcas, controlan la más importantes compañías gasistas, petroleras y de telecomunicaciones, además de los grandes canales de TV, radios y diarios. Por algo figura en todas las listas de Forbes como el ciudadano más rico de Rusia. Chávez y Maduro robaron la mayor parte de los imperios empresariales venezolanos, expropiaciones forzosas mediante. Cuando el barril de petróleo estaba por encima de los 100 dólares abonaban potentes justiprecios, ahora están en el latrocinio sin contemplaciones. En España no hemos llegado a tanto pero yo me pregunto: ¿qué coño pinta el Estado en Telefónica y otras multinacionales españolas con el dinero de nuestros impuestos? Claro que si eres accionista de referencia en los grandes anunciantes las posibilidades de cerrar el grifo económico a los medios rebeldes se disparan exponencialmente.

LA DEMOCRACIA ES ÉL. Resultó especialmente bochornoso escuchar a los miembros del Comité Federal del PSOE identificar a Pedro Sánchez con las libertades, insistiendo en que las críticas a su persona representan «un intento de socavar la democracia». Pintan bastos cuando un dirigente elegido en las urnas se autoproclama como el dique de contención del fascismo y como la quintaesencia de la democracia. Esas palabras se las hemos escuchado a Fidel Castro cuando dio el golpe de Estado en 1959, al multiasesino Daniel Ortega, a Chávez, a su narcosucesor Maduro, a Putin y a tantos y tantos otros. El presidente enamorado que se comportó como un preadolescente en esos 5 días de falsaria «reflexión» no se cortó un pelo a la hora de enfatizar que el sistema de libertades que disfrutamos tras 36 años de dictadura es él. «No es un tema que me afecte sólo a mí personalmente», apuntó en tono melodramático, «es un tema que afecta a la democracia». Así sólo hablan los Maduro, los Chávez, los Erdogan y los Ortega de turno.

CULTO A LA PERSONALIDAD. Las escenas vividas el sábado de la pasada semana en Ferraz provocarían vergüenza ajena a cualquier tiranozuelo de Somalia, de Tanzania o de Gambia. Esos histéricos gritos de María Jesús Montero, sus golpes en el pecho, los mil y un «¡Pedro, quédate, presidente quédate!» de militantes y dirigentes, el Pedro de Raffaella Carrà, canción dedicada a un argentino amante de la gran cantante italiana, el Perra de Rigoberta Bandini o el Quédate de Quevedo y Bizarrap que se escuchaban a través de los altavoces de Ferraz son más propios de un festival musical con groupies que de la seriedad que se le supone a la política. Sencillamente lamentable fue emitir la memorable Para la libertad compuesta por Joan Manuel Serrat en 1972 en pleno combate contra el franquismo. Vamos, que Sánchez es la democracia en estado puro y los que discutimos sus acciones, sus métodos y sus corruptelas, poco menos que una panda de franquistas.

HIPERLIDERAZGO. En las autocracias, caso de Rusia con Putin o Turquía con Erdogan, el hiperliderazgo provoca que la oposición no sólo esté demonizada sino que, además, quede invisibilizada. El mismito fenómeno que se está produciendo en España, donde sólo parece que existiera un político llamado Pedro Sánchez, que ocupa todas las portadas, prácticamente todos los noticieros televisivos y la inmensa mayoría de boletines radiofónicos. 

ASALTO AL PODER JUDICIAL. Una democracia no se entiende si no es mediante la existencia, en términos de igualdad, de una plena separación de poderes, esa doctrina que los anglosajones bautizaron como checks and balances —controles y equilibrios—. La esencia de un Estado de Derecho consiste en que ningún poder se extralimitará porque siempre tendrá a los otros dos vigilándole. Un círculo virtuoso que funciona a las mil maravillas en Europa, en los Estados Unidos, en Japón y en algunos países de Iberoamérica como Uruguay o Costa Rica. Pedro Sánchez, el de «¿de quién depende la Fiscalía?», es consciente de que o toma por las bravas el poder judicial o su pervivencia en Moncloa tiene las horas contadas, bien porque le tumben sus inconstitucionales leyes, bien porque hinquen el diente a las begoñadas o las pegasusadas, bien porque paren los pies a su constante abuso de poder, bien por las cuatro cosas a la vez. Como quiera que en España el legislativo, sin libertad de voto ni listas abiertas, depende del Ejecutivo, la toma del Judicial conllevaría la asunción por Sánchez de los tres grandes poderes del Estado. Y la España del 78 pasaría definitivamente a mejor vida. Lo bueno es que no esconden sus aviesas intenciones. Félix Bolaños es ministro a la vez de la Presidencia, de Justicia y de Relaciones con las Cortes. ¡Con un par! El siguiente capítulo del asentamiento de la autocracia pasa por que Sánchez se haga un Chávez y plagie la fórmula que empleó el narcodictador venezolano para asesinar la independencia del Tribunal Supremo: cambiar las mayorías cualificadas para elegir a sus miembros por una simple mayoría absoluta. Está cantado que a eso van en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

PODEMIZACIÓN TOTAL. Ayuso mató por fuera al delincuente Pablo Iglesias y Sánchez lo hizo por dentro. Ahora el presidente ha asumido su discurso, cada vez que puede carga cual descamisado contra «los poderosos», «los ricos», «la banca» y las «eléctricas», y sus lemas, esta semana contemplamos anonadados cómo en un mitin del PSC se coreaba sin contemplaciones el grito de guerra de Podemos: «¡Sí se puede!». El obseso del Falcon ha extremado al partido, convencido de que no se dejará ningún voto de centroizquierda por el camino. Me temo que a Sumar le quedan tres o cuatro telediarios. 

POLICÍA POLÍTICA/SECRETA. Valga como metáfora este concepto de Hannah Arendt para referirme al uso bastardo que está haciendo Sánchez de la Fiscalía, Hacienda e incluso de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado para perseguir, señalar e intentar silenciar a adversarios políticos. Isabel Díaz Ayuso sabe meridianamente bien de qué hablo. Que se hagan públicas las declaraciones de la renta de su padre, su hermano y su novio no es propio de un país serio, de una democracia de calidad, sino más bien de autocracias y tiranías. Cuando no se respeta el secreto fiscal o judicial hay que entender que vale todo y, cuando vale todo, la democracia empieza a transformarse en papel mojado. Me viene a la memoria también esa confesión en prime time del general de la Guardia Civil Santiago que, en plena pandemia y en rueda de prensa en Moncloa, manifestó que se dedicaban a vigilar a quienes generan «desafección al Gobierno» en redes sociales.

Resumiendo que es gerundio: Sánchez va a por todas. Viene a por los que no pensamos como él. Y no se esconde: «Pongamos fin a este fango y a la agenda regresiva, mediante el rechazo colectivo que yo me comprometo a liderar». Veremos si nuestra ya no tan joven democracia resiste el envite. Dependerá de la unión de los jueces, lo mejor que nos queda en esta España podemizada, y de la cohesión del periodismo libre, ese 20% de la profesión que aún mantiene la dignidad y la decencia. Hay que luchar contra este neofascismo con careta izquierdosa con la verdad como estandarte y con los argumentos como mecanismo defensivo. Se lo debemos a nuestros mayores, a todos aquellos que se dejaron la piel e incluso la vida en la lucha contra la dictadura y en la instauración de la democracia, en esa Transición que es lo mejor que hemos acometido en 500 años de convulsa historia. Quienes tenemos que reivindicar a Miguel Hernández somos nosotros, no ellos:

—Para la libertad sangro, sufro, pervivo—.

Pues eso.

 

 

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