Sin productividad no hay prosperidad

La economía española no deja de perder productividad y competitividad, y el cambio de modelo económico no está girando hacia una economía más productiva, especializada en productos y servicios de alto valor añadido, sino que marcha en sentido contrario, hacia una economía de bajo valor añadido, con crecientes subsidios y pérdida de capacitación profesional.
Eso hace que la economía no se sostenga por sí misma, que viva anestesiada, y que se estén produciendo flujos migratorios en el campo laboral en ambos sentidos, tanto de entrada como de salida.
Así, los trabajadores que recibimos de fuera lo son, cada vez más, para trabajos muy poco cualificados, que no realizan los españoles y cuya demanda de trabajo está creciendo, que tiene que buscar su oferta fuera. Esa demanda de trabajo poco cualificado crece porque la economía se está desarrollando en esas ramas de actividad de poco valor añadido, haciendo que la economía española pierda posiciones respecto del exterior.
Por otra parte, según el informe del BBVA El valor económico del capital humano en España y sus regiones, un tercio de los emigrantes de España son jóvenes. Es obvio que puede haber emigrantes temporales, para aprender un idioma o para tener una experiencia profesional pasajera, pero es preocupante que una parte de los jóvenes se vayan, especialmente porque muchos de los que se marchan son personas de elevada cualificación, que no encuentran en nuestro país un desarrollo profesional acorde a su capacitación, debido a que nos estamos quedando rezagados en productividad, en competitividad y en prosperidad, pues nuestra posición en PIB per cápita respecto de la media de la eurozona ha descendido.
Eso provoca que el crecimiento español, además de ser cortoplacista, se impulsa, en gran parte por crecimiento de población, pero con pérdida de prosperidad, como muestra la evolución de PIB per cápita en paridad del poder de compra, donde España ha dejado de converger y ha retrocedido respecto de la media de la UE, quedando de nuevo por debajo del 90% de dicha media, aunque haya sido elevado después para el mismo año hasta ese 90% con la revisión extraordinaria del PIB que ha habido, no por ganancias reales de riqueza, volviendo a ser potencial receptor de fondos de cohesión a los que optan los países más pobres de la UE.
De hecho, la convergencia lograda desde 1996, que hizo que España superase el 100% de la media comunitaria en 2003, aunque tuviese el impulso del efecto de la ampliación sobre la media, que rebajaba dicha media, mantenía una tendencia creciente sostenida hasta 2007, cuando se acabó la inercia de las políticas de los años anteriores. Desde entonces, se ha resentido dicho porcentaje del PIB per cápita en paridad del poder de compra, pero no había bajado del 90% nunca, con recuperación desde 2015 a 2018, momento en el que comienza a bajar, llegando al 82,5% en 2020, que denota que España gestionó peor la crisis del coronavirus que la media europea, y que ahora sigue en el 90%, y si no está por debajo se debe a la revisión extraordinaria de la contabilidad nacional. De hecho, antes de la revisión, el dato de 2023 era dos puntos inferior, quedándose en el 88,7%, por debajo del 90%.
La productividad y competitividad son esenciales en una economía. No pueden mejorarse la producción, la actividad económica y el empleo sin aumentos en productividad y competitividad y, sin embargo, el Gobierno adopta decisiones que las perjudican, como la subida masiva de impuestos, el aumento de cotizaciones, el incremento del salario mínimo y la reducción de jornada. Sólo esta última medida, aumentará los costes de las empresas en más de un 6%, con especial quebranto para pymes y autónomos, que no podrán soportar ese sobrecoste, y con problemas de funcionamiento de los procesos de producción de veinticuatro horas, que no paran y que trabajan a tres turnos de ocho horas cada uno. Es esencial dinamizar el mercado de trabajo, bajar impuestos y cotizaciones a la Seguridad Social, eliminar trabas y trabajar más, no menos, si queremos mantener y acrecentar la prosperidad de la economía española. Si no, el empobrecimiento llegará de manera intensa. Sin mejoras de la productividad, no hay prosperidad.