Seísmo político: hipocentro en Murcia, epicentro en Moncloa
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En estos días, la política nacional no deja de proporcionarnos novedades intensas. La última semana se ha prodigado con un 11-M que, cual seísmo, ha sacudido el panorama político desde el hipocentro murciano al epicentro de la madrileña Puerta del Sol, con réplica hoy incluso en Moncloa.
La aparente frustrada moción de censura que se debatirá esta semana en la Asamblea Regional de Murcia, promovida por el PSOE y Cs, ha abierto en canal al partido naranja, pero también ha erosionado seriamente a los socialistas y populares, en su credibilidad cuando menos. El espectáculo de tres diputados de Cs que firman la censura y se retractan 48 horas después a cambio de formar parte del Gobierno regional, es tan lamentable como el ofrecido por el partido «veleta» naranja de autocensurarse, traicionando todos sus anteriores compromisos firmados. Sin olvidar obviamente a Sánchez, que se dedica a promover estas operaciones.
Como «donde las dan las toman», la réplica ahora son elecciones en Madrid, donde por un lado Sánchez, su Gobierno y su partido; y los naranjas, por otro, pueden salir trasquilados tras codiciar la lana murciana. La salida de Pablo Iglesias de la Vicepresidencia del Gobierno para competir por la CAM, es un puntapié en el tablero político de impredecibles consecuencias, aunque se pueden anticipar algunas desde la provisionalidad del momento.
Una de ellas es que desde sus personales intereses políticos, esta decisión es tan inesperada como explicable. La posibilidad de que Podemos quedara por debajo del 5% y fuera de la Asamblea regional, era un riesgo demasiado elevado para asumirlo pasivamente, pues significaba una pérdida de poder político en el Gobierno de Sánchez, condenándose a la irrelevancia.
Otra consecuencia es la evidente polarización política y electoral que representa, como ya resulta evidente con el lema de Ayuso —«comunismo o libertad»—, y el de Iglesias presentándose para «evitar que la ultraderecha gobierne en Madrid». Esa radicalización tiene efectos inducidos en el resto del espectro, donde Cs queda en total fuera de juego, estando por ver el papel de Vox y, sobre todo, de Gabilondo, que paradójicamente puede resultar beneficiado por esta situación, al aparecer como un candidato de la izquierda moderada, frente a la radical que representa Iglesias.
Una tercera conclusión es que jugar a aprendiz de brujo desde Moncloa es una imprudencia que puede traer consecuencias indeseables. Ahora la partida de ajedrez promovida para desestabilizar Gobiernos autonómicos con hipocentro en Murcia, ha ocasionado que el tablero haya saltado por los aires, cuando menos de momento, y en plena pandemia todavía. Si el jaque de Iglesias consigue un cambio de Gobierno en la CAM, él podría reintegrarse al Ejecutivo, y con renovada fuerza. En caso contrario, quizás tenga que optar por un acta como senador autonómico para asegurar el aforamiento ante el Tribunal Supremo.
De cualquier modo, será interesante el resultado en Madrid del órdago de Ayuso, porque se pone a prueba su liderazgo —incluso nacional— con un discurso que ha concitado la ilusión de muchos votantes del PP —y no sólo de Madrid—, atraídos por su decidida voluntad de dar la batalla cultural e ideológica a la que se ha renunciado desde la todavía Génova.
Sánchez quería ampliar su geometría variable de pactos con Cs, y el resultado de su irresponsable operación con estas formaciones tan debilitadas, puede significar todo lo contrario, como poco. Esto, unido a ERC al frente de un Govern de la Generalitat sometido a la CUP, abre un escenario de gran inestabilidad en la Moncloa. Por su parte, el PP declara a Cs una OPA tan hostil, que imposibilita cualquier relación con ellos, tras haber roto relaciones también con Vox. Curiosa manera de aspirar a ser la «casa común» del centro-derecha: sin querer saber nada de tus vecinos a uno y otro lado. Y con la posibilidad real de depender de Vox para tener la mayoría. Espectáculo patético de la política sin más ambición que el poder. Lo dicho, un «negocio Redondo».