Sánchez nunca tiene la culpa de nada

Sánchez nunca tiene la culpa de nada
Vladimir Putin, Pedro Sánchez y Santiago Abascal.

En la vida se puede ser bulero, desahogado, inmoral, jeta, tramposo, fullero, sinvergüenza y Pedro Sánchez. Jamás en los 45 años de democracia habíamos tenido un presidente con tan baja catadura moral. Ni siquiera el Felipe González de los GAL llegó a estos extremos de ignominia, entre otras razones, porque atesoraba un más que razonable sentido de Estado y porque desde tiempos inmemoriales ha tenido meridianamente claro que con las cosas de comer no se juega. Pero si hay algo que caracteriza al actual inquilino de Moncloa es su desprecio permanente a la verdad, al punto que estoy convencido de que no le dice la verdad ni al médico de Palacio. Es un embustero compulsivo, un enfermo de la patraña. Tan falso como ese prefabricado rostro juvenil que se le ha puesto de la noche a la mañana, no sé si consecuencia de algún lifting o de una sobredosis de toxina botulínica modelo Putin.

El culmen de este repugnante caradurismo llegó hace 12 días en el Congreso cuando se quitó de encima cualquier responsabilidad sobre una inflación que nos está matando y que provoca que de cada 100 euros que cobremos, perdamos automáticamente 7,6. En resumidas cuentas que nuestro dinero valga cada vez menos y que hoy seamos más pobres que el día anterior.

En respuesta a la portavoz del PP, Cuca Gamarra, se superó a sí mismo con una trola que deja reducida a la condición de mentirijilla de patio de colegio cualquier otra anterior. El quid de la cuestión era un alza de los precios que no se ve en España desde hace más de 30 años, cuando el bulero de La Moncloa ni siquiera tenía derecho de voto porque era menor de edad. Ojito a lo que salió de la boca de El Guapo. Manda narices:

—Si vemos la evolución del precio del gas y la energía durante este último año podemos constatar que Putin llevaba más de unos meses preparando la guerra de Ucrania—. Dicho en román paladino, que la culpa de ese 7,6% de inflación que se come nuestra cartera y nuestros ahorros es del hijo de perra del inquilino del Kremlin.

El incremento de los precios se inició cuando quedaba año y medio para que Putin implementase su locura imperialista 

El presidente olvidó que la espiral de precios se inició al poco de terminar la parte más dura de la pandemia, allá por el otoño de 2020, por la barra libre de liquidez de los bancos centrales y por el boom consiguiente a toda etapa de recesión. Naturalmente pongo el “olvidó” en cursiva porque por mucho que robase la tesis y por muchas pellas que hiciera, los conceptos básicos de Economía los atesora. Y es obvio que este incremento de los precios, que tiene toda la pinta de perdurar al menos hasta finales de año, se inició cuando quedaba año y medio para que Adolf Putin implementase esa locura imperialista que siempre anidó en su psicopático coco.

Tanto él como sus comentaristas de argumentario, que son legión, sostienen que la inflación es un fenómeno mundial postpandemia. Es verdad. Tanto como que en esto, como en cualquier orden de la vida, también hay clases. Y España es de largo, como en casi todo lo malo desde que gobierna Sánchez, el más afectado de los grandes países de la zona euro: el 7,6% contrasta con el 6,2% de Italia, el 5,5% de Alemania y el 4,1% de Francia. Cualquier comparación es odiosa pero la que podemos trazar con nuestros vecinos del oeste, esos portugueses gobernados por el Partido Socialista, es sencillamente escandalosa: ¡¡¡el 4,4%!!! La inflación no es culpa de Putin, salvo la medición de febrero donde ya se nota el efecto Ucrania, pero el que seamos los peores de la clase tiene inequívocos nombre y apellidos: PEDRO SÁNCHEZ PÉREZ-CASTEJÓN.

Cuando la culpa de todo-todísimo no es de Putin, identidad que a partir de ahora va a ser muy recurrente, será obviamente de “la ultraderecha”. Término, por cierto, que es otra bola propagandística monclovita por cuanto Vox es un partido de derecha conservadora, no una panda de skinheads o de nostálgicos de la Fuerza Nueva de Blas Piñar. Sea como fuere, Santiago Abascal es naturalmente el responsable de “alimentar el clima de odio” que favorece huelgas como la del transporte y más, concretamente, de los piquetes violentos. Lo del clima de odio no es copyright de un servidor de ustedes sino del Gobierno a través no sólo del presidente sino de los más diversos ministros.

Que seamos los peores de la clase en muchos indicadores económicos tiene inequívocos nombre y apellidos: PEDRO SÁNCHEZ PÉREZ-CASTEJÓN

Vamos, que los camioneros, furgoneteros y demás sectores involucrados están parando porque se lo ha ordenado Santiago Abascal y no porque el combustible se haya encarecido un 30% el último año y porque se haya puesto por las nubes el importe de los neumáticos, de la urea —el líquido anticontaminación obligatorio en los diésel—, del servicio de mantenimiento, de los propios vehículos y de los seguros. Y, por supuesto, el presidente de Vox tiene la culpa de que los salarios de los conductores con contrato se hayan ido a la estratosfera, básicamente, porque no hay suficientes profesionales para atender la brutal demanda postpandemia. Recuerdo al Ejecutivo que el precio del diésel ha pasado de 1,4 euros a cerca de 2 en algunos momentos en menos de un mes. Ayer se situaba en los 1,8.

Nada es culpa de ese inocente personaje que es Pedro Sánchez:

—La responsabilidad de que la luz sea entre tres y siete veces más cara que en 2020 es de la UE, las eléctricas y el mercado internacional. ¡Ah! y de ese virus chino que lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Claro que a él le da igual porque el queroseno del Falcon y el Airbus, la gasolina del A8 y la luz de Moncloa se la pagamos los demás. Así, cualquiera. He de recordar que aquí se montó la de Dios es Cristo con Mariano Rajoy cuando el megawatio hora pasó de 54 a 58 euros, un 8% más. Servidor no es Keynes, Samuelson, Friedman, Hayek, Stiglitz o Fuentes Quintana pero le da para colegir que el 700% de Sánchez, perdón, de Putin y Abascal, es mayor que ese 8% del anterior presidente.

—Que la cesta de la compra esté un 28% por encima tampoco se lo podemos achacar al pájaro. Siempre se le puede colgar el marrón a la avaricia de Marta Álvarez, presidenta de El Corte Inglés, del dueño de Mercadona, Juan Roig, de los franceses de Carrefour, de los alemanes de ese Lidl que estos días parece un supermercado de Caracas al no haber previsto que la huelga del transporte iba en serio, de los vascos de Eroski o del propietario ruso de Dia, Mikhail Fridman. Sánchez no tiene nada que ver, tal vez es que me he perdido algo y ya no es el presidente del Gobierno.

—Tampoco podemos ni debemos endosar el pecado del hundimiento del Producto Interior Bruto (PIB) al excelentísimo presidente del Gobierno. Faltaría más. Putin y/o Abascal seguro que son los que provocaron que en 2020 nuestra economía fuera de largo la que más cayó en Europa: un 10,6%, dato que contrasta con el 8,8% de Italia, el 8,3% de Francia o el 5% de Alemania. Dios me libre de apuntar con el dedo índice a Sánchez.

—Culpa del zar ruso o del malo-malísimo de Abascal debe ser igualmente que las pensiones crezcan un 2,5% y nuestros salarios un 2%, a años luz de una inflación que está en el 7,6% pero que a buen seguro no bajará este año del umbral del 6% salvo que la invasión de Ucrania nos haga entrar en recesión o en esa estanflación que se adivinaba en lontananza mucho antes de que el Hitler de nuestro tiempo okupase Ucrania.

—Y que nadie ose señalar a Pedro Sánchez por el salvaje descalabro de un turismo que empezaba a sacar la cabeza tras dos veranos ahogado. Ya verán cómo el pensamiento único nos acaba lobotomizando con la idea de que Putin está detrás de todo.

—La osadía, la desvergüenza, el cinismo y la maldad del personaje han llegado a tal punto que también nos culpó a los españoles de la expansión del virus. La descomunal incidencia del Covid en España, la mayor del planeta en la primera ola, la atribuyó “al relajamiento de las medidas de distanciamiento social”. Con un par. Obviamente, ni una sola mención a ese 8-M que constituyó una bomba vírica y que disparó exponencialmente el número de casos. Tampoco incidió en otra circunstancia cuasidelictiva: si en lugar de forzar la máquina para llegar como fuera a esa fecha por imposición de Irena Montera, hubieran confinado una semana o dos antes, el número víctimas sería dos o tres veces inferior. No son cuentos, son cuentas, estadística pura para más señas.

—Y, faltaría más, su pacto con ETA, con los golpistas catalanes y los comunistas bolivarianos no es una decisión suya o sí pero fruto del plantón que le dio Albert Rivera tras esas elecciones de 2019 en las cuales la suma de PSOE y Ciudadanos superaba cómodamente la mayoría absoluta.

No tengo ninguna duda de que Pedro Sánchez se tendrá que largar a casita tras las próximas generales. A Dios gracias. Como es habitual cada vez que gobiernan los socialistas, lo echará la calle, una ciudadanía que ve cómo el bolsillo está tiritando, la crisis en definitiva. Lo de siempre: los socialistas destrozan la economía y el PP tiene que volver a resucitarla. Eso sí: Pedro Sánchez no podrá presumir de haber dejado un país mejor que el que se encontró como sí pueden defender con orgullo tanto Aznar como un Rajoy al que le tocó lidiar el peor toro de la historia, el que le había dejado el frívolo e incompetente de Zapatero. El todavía presidente se topó en junio de 2018 con una deuda pública del 99% sobre el PIB y ya estamos en el 120%, el PIB engordaba sostenidamente al 3,1% y ahora aún nos quedan casi seis puntos para recuperar el crecimiento prepandemia, la inflación se sitúa en el 7,6% cuando a su llegada al poder se encontraba en el -1,1%, el precio del megawatio hora era hace cuatro años de 56,8 euros y ahora se dispara hasta los 500, por el litro de diésel pagábamos 1,16 euros y ahora astillamos 1,8, eso sí, no se había desenterrado a Franco que es lo que verdaderamente nos soluciona la vida y nos hace felices. Pero seguro que Pinocho le volverá a endilgar el copyright de este mundo feliz a un genocida del Kremlin al que España le importa un pepino o a ese Santiago Abascal que debe ser el autor del asesinato de Kennedy, de la muerte de Manolete y de la de John Lennon pese a que cuando se produjeron los dos primeros óbitos no había nacido. De absolutamente todo lo cual llego a una conclusión: está enfermo. Bueno, él y todos los que le apoyan ciegamente.

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