Opinión

Sánchez lidera el eje populista iberoamericano contra Israel

La posición de Pedro Sánchez tras el ataque terrorista de Hamás contra Israel y la posterior respuesta militar de Tel Aviv sobre la franja de Gaza ha terminado por situar a España en la órbita de naciones de corte populista que se han lanzado a criticar de forma furibunda la ofensiva bélica israelí, justificando, además, que el terrorismo de Hamás es consecuencia de la opresión que sufre el pueblo palestino. Una vomitiva relación causa-efecto que es el mismo pretexto que utilizaba ETA. Ese argumento, defendido por actuales ministros del Gobierno socialcomunista como Sira Rego y Ernest Urtasun, supone toda una perversión, al considerar que el terrorismo de Hamás viene a ser algo así como la respuesta inevitable a la vulneración del derecho internacional por parte de Israel. Sánchez ha colocado a España fuera del consenso de las naciones occidentales y situado a nuestro país en las mismas coordenadas que Bolivia, Chile o Colombia, gobernadas por el populismo de izquierda.

Bolivia ha roto relaciones con Israel y Colombia y Chile han llamado a consultas a sus embajadores en Tel Aviv. Las tres han cargado duramente contra Israel y puesto en un segundo plano los ataques terroristas que desencadenaron su respuesta militar. Por eso, como el Gobierno español, han recibido la felicitación de Hamás. Qué casualidad. Sánchez ha roto el consenso comunitario justo en un momento en que España ocupa la presidencia rotatoria de la UE, alejándose de la posición de Alemania, Francia o Italia, mucho más cercanas a Israel. Es posible que Sánchez haya sobreactuado con el fin de desviar la atención de asuntos tan graves como el de la Ley de Amnistía y el de los mediadores internacionales, ante los que la opinión pública española se ha posicionado mayoritariamente en contra, pero romper por intereses partidistas los equilibrios en política exterior es un disparate propio de quien sólo busca sobrevivir políticamente. Emular a naciones como Bolivia, Chile o Colombia alejándonos del corazón de Europa es dar un salto hacia la irrelevancia.