A ritmo de tangana

Mallorca
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Aunque fueran unos pocos por aquello de no pisar la casa del enemigo visceral, algunos de los espectadores presentes en Son Moix también debieron estar en el Estadio Balear con motivo de la visita del Valencia en Copa. La misma película, idéntico guión, nítida pantalla y solo diferente el cine. He encendido mi PC para redactar mi opinión convencido de que Bordalás, fiel a si mismo, había estudiado al Mallorca mejor que Luis García Plaza a su contrincante. Mientras el técnico, expulsado a la postre, pedía cabeza a sus pupilos tras una dura entrada sobre Kubo que recibió cual vulgar estera, él no cesaba de enfurecerse cual perro rabioso a cada decisión del árbitro, que no estuvo nada bien, pero no tuvo culpa ninguna en el resultado final.

Y eso que los levantinos, gol aparte para sacarse deportivamente el sombrero, dieron facilidades que el anfitrión, rojo en su camiseta y en el furor de su rabia, no aprovechó como aconsejaba el lance. Por ejemplo ni Maffeo ni Jaume Costa surcaron la autopista que el 3-5-2 visitante dejaba a su albedrío con la jugarreta de mover al escurridizo Brian Gil en libertad de movimientos sin tapar esa banda dejada a la inspiración individual de Take Kubo, mucho más veloz que Foulquier, sin apoyo para buscar ventaja numérica con el apoyo de su lateral. Todo lo más colgar balones sobre el área en busca de la milagrosa cabeza de Muriqi y la inoperancia de Angel, viejo conocido del entrenador oponente.

El Valencia marcó un gol, repito golazo, y absolutamente nada más. Pero ¿qué hizo el Mallorca?. Si, empujar, recurrir a la épica, colocar sobre el campo a todos sus artilleros aunque sin pistolas ni pólvora. Se olvidó de la intendencia, de los suministros y facilitó el repliegue a ultranza del vencedor gastando más energía en presionar al colegiado que en sensatez para imponer orden y capacidad mental. Dispuso, por si fuera poco, de 18 faltas y 14 saques de esquina, de los que no rentabilizó ninguno. Lamentarse del antifútbol del por ahora semifinalista de Copa no conduce a nada. Practicar un examen de conciencia a gran escala evitaría repetir experiencias similares.

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