La responsabilidad histórica de Pablo Casado
Si algo queda claro en la entrevista realizada por Eduardo Inda a Pablo Casado es que el presidente del PP es plenamente consciente de que la batalla desatada a cuenta de las aspiraciones de Isabel Díaz Ayuso de presidir el PP de Madrid es una soga al cuello de una formación llamada a erigirse en alternativa del socialcomunismo. Sólo desde el convencimiento -y Casado parece tenerlo claro- de que su liderazgo se ve fortalecido con los perfiles de los pesos pesados del PP -y Ayuso es uno de ellos-, las aspiraciones del principal partido de la oposición podrán verse refrendadas en las urnas. Las cohesión y unidad sin fisuras son un requisito indispensable para que el PP pueda acabar con esta etapa de la historia de España marcada por una involución democrática a gran escala que ha puesto en jaque al mismísimo modelo del 78.
De ahí que Pablo Casado -que retrata con acierto los males que se ciernen sobre España- acuse a Pedro Sánchez de debilitar a la Monarquía para permanecer en el poder. Y lo hace separando lo que son las declaraciones públicas del presidente del Gobierno en relación con la jefatura del Estado -que no pueden ser objeto de crítica- de esa estrategia que consiste en permitir que sus socios y aliados carguen contra la Monarquía, colocando así el jefe del Ejecutivo sus intereses personales por encima del interés y el respeto que merecen las instituciones del Estado. Casado acierta al afirmar que «hay un intento contra la Monarquía, porque la Monarquía es ahora mismo la malla territorial e institucional de España».
El repaso a la situación económica que hace el líder de la oposición la resume en una cita de Margaret Thatcher -«el invierno del descontento»-, que condensa gráficamente la idea del deterioro que están sufriendo las familias españoles ante una situación que el Gobierno califica eufemísticamente de «coyuntural» y que revela con toda crudeza cómo Sánchez vive una realidad paralela, alejada de las penurias de un país maltrecho.
En suma, el diagnóstico que el presidente del PP hace de la situación de España es certero. Razón de más para que asuma en persona la responsabilidad histórica que le compete. En estos momentos, urge aunar todas las fuerzas en un partido que está obligado a no malgastar sus energías en debates estériles y a centrarse en la labor de hacer frente al socialcomunismo por el bien de España.
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