Radicalización digital

Radicalización digital
Radicalización digital

Voy a contaros la historia un joven al que llamaremos X…

X es hijo de inmigrantes que escaparon de su país de origen por problemas políticos, religiosos o de seguridad, y llegaron a un país occidental en busca de un mejor futuro.

X va al colegio y lleva una vida occidental, pero vive con una gran dualidad: de un lado, la educación que recibe en casa, y de otro lado, la que le dan en el colegio y ve en las personas que no pertenecen a su misma cultura de origen.

Es posible que por sus rasgos físicos, su cultura o religión sufra rechazos y burlas; y esa es la primera causa por la que nunca sentirá que pertenece al país de acogida. En la adolescencia, ese momento vital en el que todos tenemos preguntas, esa época en la que necesitamos identificarnos como personas y destacar frente al grupo,  X  se siente más próximo a la cultura de casa, aunque geográficamente se encuentre a miles de kilómetros.

X decide investigar por internet y por desgracia cae en una web extremista. Y aunque nunca se ha hecho preguntas sobre su religión, comienza a hacérselas, y sin pensarlo, y sin darse cuenta, comienza a radicalizarse en sus opiniones.

A través de redes sociales comienza a recibir sugerencias de grupos radicales, las acepta y comienza a encontrar más jóvenes como él, con los que finalmente se siente en familia. Por primera vez en su vida tiene sentido de pertenencia.

Sus nuevos hermanos le recomiendan otros sitios web, aún más extremistas. Sus ideas se hacen más rígidas, y empieza a ver como enemigos a todos aquellos que no son de su entorno.

Un día, decide pasar a la acción, y ataca a alguien a quien solo conoce por la información que se le suministró a través de los grupos a los que pertenece. Fin de la historia.

Esta historia (muy simplificada) es la de Hadi Matar, el atacante de Salman Rushdie, quien hace poco declaró estar extrañado de que el escritor siguiera con vida.

Sin embargo, esta misma historia -con otros matices- es la que también se puede aplicar a los atacantes del 11-S, del 11-M,  del metro de Londres, de los caricaturistas de Je suis Charlie, de la discoteca Bataclan, del camión en las calles Estocolmo, Niza o Barcelona, etc.

En todos los casos, el patrón se repitió: jóvenes de origen inmigrante, que se radicalizaron -entre otras razones- por la información encontrada en internet, y que decidieron actuar en la mayoría de los casos por cuenta propia.

Hadi Matar es un joven 24 años que ataca a Rushdie por una fatwa en contra el libro Los Versos Satánicos pronunciada por el ayatolá Jomeini, 10 años antes del nacimiento del atacante.

Ahora, mi pregunta es, ¿si el atacante de Rushdie hubiera contrastado algo de la información encontrada en internet, o si tan solo hubiera leído el libro o la obra del escritor, hubiera reconsiderado su decisión?

Hoy la radicalización en todo el mundo es un gran problema, y no hablo de únicamente de los musulmanes, sino de todos los nuevos movimientos extremistas que han ido apareciendo (Brexit, neofascistas, anárquicos, ecologistas o animalistas, supremacistas blancos, en contra o a favor del aborto, etc.), y que reclutan a nuevos adeptos a través de internet y de las redes sociales.

¿Es internet, la web y las redes sociales la fuerza sobre la cual se apalancan estos nuevos colectivos?

Es bastante paradójico, ya que la arquitectura del internet y de la web nacen bajo la premisa de ser un espacio libre, en el que el acceso a la información sería libre, ya que cada cual tendría la libertad para publicar. Sin embargo, ¿no es esa misma libertad la que esta permitiendo el “todo vale” en internet?

¿Cómo podemos luchar, verificar o trabajar, para que esta información que circula tan libremente en internet no sea peligrosa para jóvenes adolecentes que apenas están formando su carácter, y que de manera muy fácil son carne de cañón para estas manipulaciones?

Si un periódico o cualquier medio de comunicación mienten públicamente, son castigados legalmente. ¿Por qué no debería tratarse de la misma forma el internet?

Millones de adolecentes en el mundo hoy asumen que toda la información que encuentran en internet es real; por ello debemos comenzar a pensar una estructura “ética” para poder verificar todo lo que allí circula. Como hacerlo será el gran desafío de nuestra época.

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