Que los arbolitos de Gallardo no nos impidan ver el bosque de Sánchez

Sánchez Eduardo Inda

El canalla de Pedro Sánchez se llevó ayer un sustito con una manifestación que ninguneaba y que, al final, resultó un éxito inconmensurable con una gigantesca multitud de constitucionalistas inundando Cibeles, el inicio de la Gran Vía, la subida a la Puerta de Alcalá y el trecho entre Recoletos y Colón. Ni más ni menos. ¿Cuántas personas había? Desde luego no «los miles» o las «decenas de miles» de los que hablaban algunos medios. Como quiera que calcular los asistentes a una protesta es más difícil que descifrar los agujeros negros, nosotros optamos por un «más de 100.000» que se ajusta más a la realidad que unos «miles» que pueden ser desde 2.000 hasta 9.000 o que unas decenas de miles que pueden oscilar entre los 10.000 y los 90.000. Ahí había más de 100.000 como yo me llamo Eduardo.

Sea como fuere, felicidades a Mariano Gomá, a Alejo Vidal-Quadras, a la moralmente gigantesca María San Gil, a la enemiga del terrorista Javier Iglesias, Cayetana Álvarez de Toledo naturalmente, a nuestra Rosa Díez y a esa prometedora joven que es la líder de S’ha Acabat! Júlia Calvet. Que fue un exitazo lo demuestra la rabia del sátrapa del Falcon ni media hora después de la finalización de la pacífica concentración de La Cibeles: «Son nostálgicos que defienden una España excluyente». Vamos, que las entre 100.000 y 200.000 almas que había ayer en el mismo lugar donde el madridismo celebra sus hazañas eran franquistas. Hace falta ser memo para insistir en un bulo que le ha arrancado la cabeza cual bumerán en Madrid y en Andalucía. Que siga, que siga, sus trolas son la mayor y mejor garantía del éxito del constitucionalismo.

Lo que me resulta incomprensible es la ausencia de los grandes líderes del PP, desde el próximo presidente del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo, hasta Juanma Moreno, pasando por una Isabel Díaz Ayuso que jamás se ha asustado con ese otro cuento chino que fue lo de «la foto de Colón». Ellos sabrán pero hacer equilibrismo entre Vox y ese camino al centro que han emprendido, porque ahí es donde se siguen ganando las elecciones, es perfectamente posible. Se me antoja un suicidio de dimensiones más que notables regalar la calle a Vox.

Si eres un malhechor te irá de perlas con el Gobierno de Pedro Sánchez, si eres un ciudadano probo y honrado las pasarás canutas

Máxime cuando Vox ha quedado retratado esta semana con el favorcete que le ha hecho a Pedro Sánchez, favorcete que el obseso del Falcon ha aprovechado personalmente y a través de medios y periodistas interpuestos para propalar la enésima cortina de humo. Medios y periodistas que, dicho sea de paso, son la mayoría de este país. Aun a riesgo de que me acusen de cansino les recuerdo que el 80% del periodismo patrio se sitúa en la izquierda política, cuando no en la extrema izquierda, y un pírrico 20% -y seguramente me quedo largo- en lo que denominaríamos derecha o centroderecha. Y de ese 20% al menos la mitad se avergüenza de ser lo que son.

La última machadita de Juan García-Gallardo permitió a sanchistas, podemitas, etarras y golpistas cambiar la agenda en cuestión de horas. Fue tal el aluvión de informaciones que pronto, muy pronto, lograron difuminar una realidad sanchista que resulta un auténtico chollo para tejeritos de la vida, etarras, corruptos, violadores, abusadores y pederastas. Como apunté hace dos semanas, el todavía presidente gobierna con y para los delincuentes. Si eres un malhechor te irá de perlas con este Gobierno, si eres un ciudadano probo y honrado las pasarás canutas.

Las barrabasadas socialpodemitas quedaron en segundo plano, como si nunca hubieran tenido lugar, tras los hechos consumados de un vicepresidente castellanoleonés que exige ofrecer a las mujeres que desean abortar la posibilidad de escuchar el latido del nasciturus, ver el cuerpecito en 4D e incluso solicitar atención psicológica. Todo ello con el médico de insoslayable introductor de embajadores. Una forma como otra cualquiera de tratar a mujeres adultas como si fueran niñas de dos años. Aunque en descargo del personaje hay que resaltar que, en contra de lo que han sugerido algunos medios de la izquierda woke, no se obligaba a las protagonistas a pasar por el aro de un protocolo que, por cierto, nadie ha encontrado. Era potestativo.

La polémica Gallardo ha conseguido el indeseado efecto de que ya no se hable o se hable menos de esa salvajada que es la Ley Montero

Dicho todo lo cual hay que subrayar que lo de Vox en Castilla y León no fue una tontuna de un Gallardo que es setenta veces más listo de la descripción que hace de él el pensamiento único. Fue una acción deliberada de los spin doctors del partido que lidera Santiago Abascal para recuperar a esa derecha religiosa que cuenta cada vez con más adeptos. Todas las modas de EEUU, las buenas y las malas, se importan y ésta no ha sido precisamente la excepción que confirma la regla. Los demóscopos de la sede verde en la calle Bambú decidieron dar un golpe encima de la mesa tirando de un Gallardo al que le importa un pepino el qué dirán para recuperar a los miembros del Opus Dei, a los legionarios, a los kikos o a ese siniestro Yunque del que todo el mundo habla pero que nadie sabe muy bien qué es ni quiénes son. Ciudadanos ultrarreligiosos que en las encuestas se muestran decididos a echar mano del voto útil para botar del poder a PSOE, Podemos, ERC y ETA. Desde luego si la efectividad del movimiento táctico hay que medirla en función del ruido desatado, les ha salido entre bien y muy bien.

Bien haría Vox en estar calladito y desde luego en olvidarse de actuar como los involuntarios caballos de Troya sanchistas en la derecha española. Yendo a lo práctico, lo cierto es que la polémica Gallardo ha conseguido el indeseado efecto de que ya no se hable o se hable menos de esa salvajada que es una Ley Montero que ha beneficiado o excarcelado ya a ¡¡¡243 violadores, abusadores o pederastas!!! Doscientos cuarenta y tres depredadores sexuales que jamás se rehabilitarán. Delincuentes que o bien ya están en las calles o bien lo estarán más pronto que tarde gracias a esa sujeta que, Carmena dixit, se niega a modificar la norma del «sólo sí es sí» por culpa de «su soberbia infantil».

Gracias a Gallardo, que es lo mismo que decir Abascal, en Vox no se mueve ni un boli sin el permiso del amado líder, la opinión publicada y consecuentemente la pública ya no habla o habla menos de la ley sí-sí, de las rebajas de pena a los ladrones de dinero público, de las repugnantes salidas de prisión de los más sanguinarios asesinos etarras, de la legalización de los golpes de Estado vía derogación de la sedición o de los indultos de quienes intentaron robar la democracia hace cinco años en Cataluña.

Feijóo y Abascal deben tener muy claro que el rival a batir es Pedro Sánchez. Aquí el maligno es el marido de Begoña Gómez

Gracias a Gallardo estamos en la luna de Valencia mientras el autócrata continúa comprando votos con la paguita a los adolescentes, repartiendo parné sin ton ni son a todo quisqui, urdiendo un pucherazo vía nacionalización de los presuntos nietos de exiliados republicanos, asaltando el poder judicial al más puro estilo Maduro, Erdogan o Cristina Fernández de Kirchner, desmantelando el Estado en el País Vasco o Cataluña, echando a la Guardia Civil de la región de su fundador (el duque de Ahumada), Navarra, y haciendo el juego por las razones que todos imaginamos a Marruecos.

PP y Vox tienen su sitio, claro que lo tienen. Y los dos son necesarios aunque no es la primera vez que recalco la necesidad de volver a ese bipartidismo que tan bien nos fue y que es la piedra angular del éxito en los países más avanzados del mundo: Estados Unidos, Reino Unido, Alemania o Japón. Reagrupar a la derecha en un solo partido es, por mor de la Ley Electoral, el mejor antídoto contra la balcanización y contra la bolivarianización de España. Pero ambos, y muy especialmente el despistado de Abascal, deben tener claro que el rival a batir es Pedro Sánchez. Ni el enemigo de Feijóo es Abascal, ni el de Abascal Feijóo. Aquí el maligno es el marido de la sospechosamente exitosa empresaria y catedrática ful Begoña Gómez. La mayoría natural está hasta el lugar donde el estómago pierde su casto nombre de que los árboles de las últimas polémicas impidan ver el bosque de un mandato, el del presidente socialpodemita, en el que los niveles de maldad alcanzan ya dimensiones estratosféricas. Ni les perdonará que no se pongan de acuerdo cuando toque, cuando las urnas permitan botar al tiranozuelo. Que no se les olvide que cuatro años más de sanchismo y nos convertiremos en México o Argentina y cuatro+cuatro más y degeneraremos en Venezuela bis. Pues eso, que bromitas, las justas.

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