El PSOE con la deslealtad histórica del nacionalismo

El PSOE con la deslealtad histórica del nacionalismo

Tan evidente es que el separatismo catalán carece de fuerza y  legitimidad para conseguir su proyecto rupturista, como que sí que está en condiciones de desestabilizar España, provocando un grave daño al bien común y al interés general.  La Historia es maestra de vida, y basta repasarla para comprobar que cuando la rauxa contenida en el ADN catalán encuentra unas condiciones que hacen posible su explosión, ésta se produce en forma de revoluciones, guerras y conflictos graves, con epicentro en Barcelona.

Así fue con la revolución dels Segadors en 1640, promovida por Pau Claris, émulo de Puigdemont, que ofreció a Luis XIII el condado de Barcelona, lo que condujo a la guerra con Francia. A su vez, ésta con la complicidad de Roma, fomentó la apertura de un segundo frente peninsular con la revolución palaciega de Lisboa, que provocaría la escisión de la Corona lusa tras la unión de 1580 con Felipe II. La monarquía ibérica dominaba el mundo, lo que incomodaba grandemente a Francia y al papado. La guerra con Francia acabaría con el Tratado de los Pirineos de 1659, y Cataluña con España quedaría amputada, perdiendo lo que los actuales Pau Claris reivindican hoy como la Cataluña Sud.

Es un claro ejemplo de que ‘hay amores que matan’, como es el caso de los nacionalismos exacerbados de Puigdemont y Junqueras, nada menos que con la muleta de la CUP. Un  esquema parecido se produjo con ocasión de la Guerra de Sucesión  —que no de Secesión, como la inventan estos— y así, tras jurar lealtad a Felipe V las Cortes catalanas en 1701, le traicionaron cambiándose al bando austracista en 1705, lo que motivó que la guerra se prolongara, convirtiendo hoy su rendición del 11 de septiembre de 1714 en una gesta heroica. Entonces el Decreto de Nueva Planta fue el precio de su traición, nuevamente.

La Semana Trágica de julio de 1909 y el pronunciamiento de Companys el 6 de octubre de 1934, en sintonía con el golpe de Estado revolucionario de Asturias promovido por el PSOE de Lago Caballero entre otros, supuso la suspensión del Estatut y la prisión para el President de la Generalitat de ERC, condenado a 30 años de cárcel no por Franco, sino por el Tribunal de Garantías de la República.

Este episodio enlaza con nuestra situación actual, salvadas las diferencias de los cambios habidos  80 años después. En esencia, es el mismo paradigma con el PSOE y ERC como socios del Frente  Popular de entonces y de ahora, e indultados ambos sin arrepentimiento por esos gobiernos frentepopulistas de los gravísimos delitos cometidos. En 1977, con el retorno de Tarradellas desde el exilio, se pactó una auténtica operación de Estado, que significó la restauración de la Generalitat provisional —luego sancionada por la Constitución y el Estatuto—, que supuso que el referéndum constitucional alcanzara en Cataluña un apoyo superior al 90%. Pero haciendo buena la tradición de felonía del nacionalismo, los coautores en grado máximo del Estado de las autonomías —nacionalistas catalanes—, han vuelto a las andadas con el procés del que fue desencadenante el tripartito catalán de PSOE, ERC y comunistas, con el nuevo Estatut sustentado por un Gobierno español con los mismos apoyos.

Ortega intervino durante los debates del Estatut en las Cortes Republicanas de 1932, e hizo una espléndida reflexión de la denominada «cuestión catalana» con un repaso histórico de la misma. Introdujo el concepto de «conllevanza» como una  manera  de sobrellevar un problema histórico que no admitía soluciones fáciles en aquel momento. Para hacer posible y llevadera aquella «conllevanza», debía existir una lealtad básica a la Constitución y, por supuesto, a la unidad nacional. Del cumplimiento de esos compromisos basta remitirse a las  memorias de Azaña para extraer las adecuadas conclusiones. Hoy, la conllevanza —mal menor de una frustrada y deseable fructífera unidad fraterna desde la diversidad enriquecedora de la Patria gran— sólo parece aceptarse con una claudicación del Estado ante una mesa  bilateral para la «solución del conflicto catalán». Un conflicto provocado por unos dirigentes desaprensivos que se saltaron todo el orden constitucional y estatutario con premeditación y alevosía y que, indultados y crecidos, quieren volver a las andadas. En frente, un Sánchez dependiente de ellos y sin ninguna convicción sólida conocida, asesorado por quien sirve con igual  convicción a Albiol, Monago, Basagoiti, o quien se tercie. Y España en esas manos.

 

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