El peligro del mercantilismo

Donald Trump

Adam Smith, en La riqueza de las naciones, escribe que los mercantilistas proponen la acumulación de metales preciosos y, para ello, imponen unas medidas de política comercial y, en general, de política económica para que afecten a la balanza comercial logrando, de esta manera artificial, que el volumen de exportaciones fuese mucho mayor que el de las importaciones.

Ese artificio, Smith lo califica de falacias proteccionistas, intervencionistas y reguladoras, que tienen su origen en los deseos de ciertos productores, de ciertos empresarios, que buscan obtener beneficio no a través del libre mercado, sino aprovechándose de dichas medidas proteccionistas e intervencionistas para ganar a costa de otras empresas y de los consumidores.

Por su parte, la escuela histórica alemana dice que el mercantilismo no busca en sí mismo el proteccionismo arancelario para equilibrar la balanza de pagos, sino para construir la prosperidad del Estado nacional, que defiende. Es decir, no comparte con Smith el motivo del mercantilismo, pero sí que reconoce que la herramienta que utiliza para el fin que pretende es el proteccionismo e intervencionismo, cosa que comparte con algunos historiadores ingleses de finales del S. XIX, contrarios al liberalismo clásico. Estos historiadores ingleses defienden el mercantilismo como herramienta para engrandecer el poder de la nación.

Por tanto, no hay duda alguna de que Trump, cuya victoria sobre Harris era deseable para que desmontase el wokismo, bajase impuestos y redujese el gasto, está deslizándose, sin embargo, por el lado negativo de su política económica, la política comercial basada en una guerra arancelaria, que, cada vez más, tiene hechuras de mercantilismo.

Como decía Adam Smith, él quiere equilibrar la balanza comercial mediante aranceles intervencionismo, como el propio Trump ha dicho. Por otro lado, abraza los postulados de la escuela histórica alemana y de ciertos historiadores ingleses que defienden que el mercantilismo ha de aplicarse para engrandecer a la nación. Trump parece que ha elegido la vía del mercantilismo, al menos, de momento, para cumplir su «Make America Great Again», en lugar de ir por la senda de bajada desmontar el wokismo, bajar impuestos y reducir el gasto para ser más competitivos, que era la esperanza por la que se le eligió frente al horror de la política de Biden y Harris. Todavía puede rectificar, pero si Trump sigue por este camino, el daño que puede hacer a la economía es muy sustancial.

Esta política mercantilista, rescatada ahora por Trump, ya trataron de aplicarla los arbitristas castellanos y los mercantilistas ingleses, como justificación ante la decadencia del poder del Imperio, en el caso de los primeros, y del perjudicial saldo de la balanza comercial, en el caso de los segundos. Ambos fracasaron hace cuatro siglos y el mercantilismo volverá a fracasar ahora, pero el impacto económico negativo que puede provocar en su intento de aplicación, puede ser muy intenso y perjudicial. Trump debería rectificar y retomar una agenda reformista, para acabar con el wokismo, bajar impuestos y reducir el gasto, y abandonar, para siempre, el proteccionismo empobrecedor.

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